El magnate y aspirante presidencial Donald Trump lo niega tímidamente, y pese a que sus declaraciones parecen indicar el rumbo contrario muchos racistas norteamericanos lo ven como "la gran esperanza blanca". Según Trump, sus comentarios xenófobos en las redes sociales son meros retuits, sus propuestas contra musulmanes y latinos no apelan al favoritismo de los "blancos enojados" y sus seguidores no albergan la esperanza de un Estados Unidos con una nueva supremacía blanca y europea. O al menos eso dice.
Pese a los intentos -no muy contundentes- de Trump de desvincularse de los apoyos públicos de líderes supremacistas blancos, el empresario y favorito para hacerse con la candidatura republicana a las Presidenciales ha encandilado a líderes racistas y filonazis en todo el país, hasta el punto que les ha llevado a intentar "aprovechar" la oportunidad que ofrece le aparición del, por el momento, favorito en la contienda republicana por la nominación presidencial.
"Trump no es de los nuestros, pero es un desafío al sistema y hay algunas lecciones que podemos aprender de él. Primero: no pidas disculpas, porque estamos en una guerra... Donald Trump entiende que estamos en guerra, pese a no ser un blanco nacionalista", explicaba este mes Matthew Heimbach, uno de los más jóvenes líderes de los movimientos supremacistas en Estados Unidos.
El que fuera líder del Ku Klux Klan David Duke llevaba ya desde agosto lanzando peroratas en su programa de radio a favor de Trump. En febrero, cuando finalmente se desató la polémica en los medios de comunicación, aseguró que sería una "traición" no votar a Trump, ya que él es el único candidato que asegurará que "los blancos estadounidenses pueden preservar y promover su herencia e interés del mismo modo que otros grupos".
Trump tardó varios días en rechazar categóricamente el apoyo del que fuera líder de un movimiento racista que sembró el terror durante décadas en el sur de Estados Unidos y que tras el fin de la segregación a finales de los 60 se fue diluyendo en un movimiento casi clandestino y marginal al que pocos querían vincularse.
Trump ha utilizado en innumerables ocasiones ese juego de mirar para otro lado o hacer como que el tema no va con él para no rechazar sin ambages el apoyo de los grupos nacionalistas y supremacistas, a sabiendas que un gran parte de su electorado comulga cada vez con más comodidad con las ideas de esos movimientos, que aseguran que los blancos europeos están siendo discriminados y atacados a favor de minorías, que los relegan a un segundo plano económica y demográficamente (algo que los datos no sostienen).
"Me gusta el hecho de que haya criticado el tema de la inmigración", explicaba Duke en su primer alegato a favor de Trump ya en agosto del año pasado. El rechazo al extranjero, especialmente al inmigrante hispano y musulmán, es el que ha sacado a la plaza pública opiniones que desde los oscuros años de la segregación de los afroamericanos habían quedado de puertas para adentro.
"Trump ha abierto en debate de la raza, que no se podía tratar abiertamente y que el establishment (la élite política) quería ocultar", explica a Infobae Jared Taylor, fundador de la publicación supremacistas "American Renaissance" y miembro del "Council of Conservative Citizens", uno de los grupos supremacistas con más ramificaciones en Estados Unidos y objeto de polémica el año pasado por haber sido citado como inspiración de Dylan Roof, el joven racista que asesinó a tiros a nueve feligreses negros el pasado verano en Carolina del Sur.
Pese a no considerarlo uno de los suyos, a Taylor y otros muchos líderes supremacistas les gusta el tono y el discurso de Trump."Para mí, la idea más importante que ha introducido Trump es poner fin a la inmigración ilegal, construir el muro y echar a todos los indocumentados. Además, de que no vengan musulmanes, al menos de manera temporal", señala Taylor, considerado uno de los más importantes ideólogos de la superioridad blanca europea frente a hispanos, negros, musulmanes o judíos.
Los supremacistas blancos quieren aprovechar el tirón del discurso de Trump, que ha conseguido despertar más apoyos de lo que nadie se esperaba, para poner en primera línea sus visión del mundo: su paranoia que les lleva a creer que la raza blanca está en proceso de exterminio, que Estados Unidos se está "hispanizando" demasiado rápido y su desdén a tener que compartir sus barrios o convivir con gente diferente a ellos.
"Soy una nacionalista blanco y creo que las propuestas de Trump no van lo suficientemente lejos, pero son un buen comienzo", señaló a Infobae William Johnson, presidente del "American Freedom Party", que pese a concurrir a estas elecciones con un candidato propio está realizando campaña también a favor de Trump, de motu proprio.
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Este abogado californiano, que confía que un día Estados Unidos tenga estados exclusivamente para blancos, considera que Trump era el terremoto que estaban esperando para relanzar su proyecto segregacionista y a favor de la supremacía blanca. Y animan a que el terremoto se produzca.
"La clase media blanca estadounidense por fin comienza a darse cuenta de que la civilización Occidental y la raza blanca están en serio peligro. Estamos volviendo a darnos cuenta con orgullo de quién somos y nos estamos dando cuenta que los políticos tradicionales del Partido Republicano son parte del problema, no de la solución", opinó Johnson.
Mientras tanto, Trump no se desmarca con claridad de esta ideología racista, ni desautoriza a aquellos que en sus mítines políticos insultan a latinos o, como llegó a ocurrir en un evento en La Vegas, linchan a un afroamericano al grito de "¡quemad a ese hijo de puta!".
Lo más preocupante del fenómeno Trump es que con su llegada y posible nominación a la Presidencia el magnate ha despertado a un grupo de votantes que, según los sondeos, son incluso más radicales que él.
Según una encuesta del Public Policy Polling realizada a la salida de los colegios en las primarias de Carolina del Sur el pasado febrero (en las que Donald Trump se impuso con claridad), casi la mitad de sus votantes quieren que se deporte a todos los inmigrantes indocumentados de inmediato. Pero la cosa no queda ahí, un tercio de ellos estarían a favor de que se prohíba la entrada de homosexuales al país y un 20% lamenta que el presidente Abraham Lincoln aboliera la esclavitud.
"Aún no es tarde que para que los blancos decidan unas elecciones", reflexiona Taylor en relación a la cada vez mayor diversidad en el voto estadounidense (con un peso clave de los latinos). "Trump ha animado a un voto que llevaba dormido más de medio siglo. Trump es nuestra última oportunidad para cambiar el sistema", concluyó.