Barack Obama en la Argentina: un mensaje para América Latina

Por qué la visita del presidente de los Estados Unidos resuena en toda la región y abre una nueva era en las relaciones diplomáticas continentales

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El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, parece determinado a dejar marcas simbólicas muy fuertes antes de su salida del poder, luego de su segundo mandato, el último que le permite la Constitución de su país.

El 20 de noviembre de 2014 anunció las medidas que el Poder Ejecutivo podía tomar para regularizar la situación de muchos inmigrantes, tras la imposibilidad de encontrar un camino para que el Congreso tratase la reforma migratoria que fue parte de sus promesas electorales.

El 17 de diciembre de 2014 comenzó la normalización de relaciones con Cuba luego de más de medio siglo de congelamiento en el vínculo de dos países ubicados a 90 millas de distancia, cuya imbricación trasciende la política.

Y en marzo de 2016, con sus visitas a la isla —primera de un mandatario estadounidense en 88 años— y a la Argentina dio una señal a toda América Latina sobre la posibilidad de cambiar el rumbo de la historia ripiosa que han recorrido la gran potencia mundial y los países al sur de sus fronteras.

La gira por Cuba y la Argentina es una paso clave para Obama, en el final de su sedgundo mandato

Si bien la fuerza y las ambiciones de los Estados Unidos se remontan al origen de las naciones americanas, quizá baste con llegar hasta el mundo partido en dos durante el siglo XX para ver las heridas que Obama parece querer sanar.

Dijo en su discurso en el Gran Teatro de La Habana: "Vine aquí para dejar atrás los últimos vestigios de la Guerra Fría en América".

Acaso se pueda decir que llegó hasta la Argentina para lo mismo, dado que su visita coincidió con el aniversario 40 de un golpe de Estado brutal que, en aquel escenario bipolar, continuó una serie ya iniciada con el derrocamiento violento de Salvador Allende, y se extendió en el Cono Sur durante la década de 1970 y en América Central durante la de 1980.

Obama visitó la Argentina para avalar los recientes cambios políticos en el país y retomar un vínculo diplomático deteriorado, para firmar acuerdos sobre cambio climático y lucha contra el narcotráfico y el terrorismo y para hablar de comercio entre las dos naciones. Pero su paso por el lejano sur también constituyó un mensaje más amplio, que ha resonado en la región entera.

"Estamos absolutamente determinados a cumplir con nuestra parte mientras Argentina continúa cerrando sus heridas y avanzando como nación", dijo Obama en Buenos Aires, "y espero que este gesto también ayude a reconstruir la confianza que se pudo haber perdido enre nuestros dos países". Hablaba sobre los derechos humanos (la desclasificación de nuevos documentos que incumben al papel de los Estados Unidos y la dictadura de 1976), pero también aludía a muchas otras cosas: "Es un mensaje de principios que tengo no sólo para la Argentina, sino para el hemisferio entero".

El paso de Obama por el lejano sur también constituyó un mensaje más amplio, que ha resonado en la región entera

La ocasión se presentó porque el presidente Mauricio Macri es un político pro-mercado y mucho más amigable con los Estados Unidos que su antecesora: Obama reconoció haber tenido "una relación cordial" con Cristina Kirchner, pero criticó sus políticas "consistentemente anti-estadounidenses". Pero a la vez se debe a que, ya por la crisis económica o por las tensiones institucionales, la región atraviesa una metamorfosis: la alianza opositora ganó el Parlamento en Venezuela, Evo Morales perdió el referéndum por la reelección en Bolivia, Brasil enfrenta una crisis de gravedad por las investigaciones judiciales de corrupción que comprometen a funcionarios del partido gobernante.

Por qué la visita del presidente de los Estados Unidos resuena en toda la región y abre una nueva era en las relaciones diplomáticas continentales

Las elecciones de noviembre de 2015 en la Argentina mostraron un país dividido —el presidente, opositor al kirchnerismo que gobernó desde 2003, ganó en segunda vuelta, con el 51,40% de los votos— pero que buscaba una orientación diferente, que se alejara del populismo hacia el centro-derecha.

En ese país en transición Obama encontró el escenario para alentar una nueva era en las relaciones con la región, a la vez que manifestó su apoyo a Macri: "Su compromiso y su voluntad de tener conversaciones francas y constructivas con la comunidad mundial", lo elogió. "Creo que Argentina es un buen ejemplo del giro que ha tenido lugar en términos de la relaciones de los Estados Unidos con otros gobierno y otros países en general".

Como si la historia se diera en ciclos, la experiencia de Obama en la Argentina no pudo ser más diferente que la de George W. Bush en noviembre de 2005, cuando pasó 36 horas en el país para participar de la IV Cumbre de las Américas. Los entonces presidentes Néstor Kirchner, Hugo Chávez y Luiz Inácio Lula da Silva derrotaron la propuesta del Área de Libre Comercio de las Américas: "ALCA, ALCA, ALCA-rajo", alentaba el ex presidente de Venezuela a los manifestantes.

Ese fue quizás el punto de impulso máximo de aquel ciclo. Una década más tarde, a Obama lo invitaban a bailar tango en una comida oficial en su honor y los medios del mundo hablaban de un nuevo comienzo. De Chávez y Kirchner, muertos de manera prematura, quedaba la memoria; el líder del Partido de los Trabajadores estaba comprometido en el escándalo de Petrobras.

Durante toda la gestión de los Kirchner —la esposa del presidente se convirtió en su sucesora en diciembre de 2007— Argentina y los Estados Unidos se alejaron mutuamente. La tercera economía de América Latina, que había cesado los pagos de su deuda de 95.000 millones de dólares en 2001, se recompuso inicialmente, para luego requerir de controles cambiarios y medidas que no lograron impedir la inflación. Un segundo default sucedió en 2014, por el conflicto con los tenedores de bonos, y el acceso al capital se hizo más difícil.

En 10 años, en la Argentina, se pasó de ALCA, ALCA-rajo a que el presidente de los EEUU baile el tango

La visita de Obama —luego del acuerdo de Macri con los holdouts, que requiere aún de la aprobación del Senado— busca ilustrar el comercio posible de su país con la región en la cual China, su gran competidor, ganó peso. Se estima que la inversión estadounidense en el país llegará a 2.300 millones de dólares en los próximos 18 meses.

Eso es parte del efecto local del respaldo que Obama ha dado al presidente de la Argentina. "Macri me impresionó favorablemente. Se movió con rapidez para realizar muchas de las reformas que prometió, para generar más crecimiento crecimiento económico sustentable e inclusivo", dijo.

Para muchos argentinos algunas de las medidas son gravosas: el fin del subsidio a las tarifas de los servicios en los hogares causó aumentos enormes en la electricidad y el gas; el sinceramiento del tipo de cambio, una devaluación del 30%, fue seguido de aumentos en la cadena comercial. La oposición destaca esos problemas y también los despidos de empleados del Estado con que Macri inició su gestión: a esta altura de su gobierno, el apoyo del mandatario estadounidense es aún más significativo que las visitas anteriores del presidente francés François Hollande y del primer ministro italiano Matteo Renzi.

Es curioso que las dos naciones que visitó Obama en este viaje emblemático compartan un sentimiento contradictorio, de amor y de odio, por aquello que los Estados Unidos representan: Cuba debido a la fatalidad geográfica, Argentina por la historia del movimiento populista que Juan Domingo Perón fundó en el mundo bipolar del siglo XX, que se manifestó como una tercera posición ("Ni yanquis ni marxistas"). En Buenos Aires los manifestantes le pidieron en inglés: "¡Ey, Barack! Su país hace daño al mundo. ¡Haga algo!". Y lo invitaron a retirarse con el ya tradicional "Obama go home!".

Con razones más serias, representantes de los organismos de derechos humanos cuestionaron la elección del momento de la visita. El 24 de marzo es una fecha dolorosa para los argentinos, y si bien Obama era un adolescente cuando la Junta Militar inició la dictadura que impuso un plan de secuestro, tortura y exterminio de los movimientos insurreccionales y también de muchos otros segmentos sociales (sindicalistas, activistas estudiantiles, opositores en general), es hoy el presidente de un país que tuvo intereses en aquel destino trágico.

Se ha documentado la participación del secretario de Estado de Gerald Ford, Henry Kissinger, en el golpe que dio en Chile Augusto Pinochet. Desde hace doce años se sabe que Kissinger, cuanto menos, dio una aprobación tácita al terrorismo de Estado en la Argentina cuando en 1976 se reunió con el canciller de la junta militar, el almirante César Guzzetti, y le dijo: "Si hay cosas que tengan que hacer, háganlas rápido".

Esa luz verde para la represión pasó por alto al propio embajador de Washington en Buenos Aires. Cuando al año siguiente asumió la presidencia, James Carter (por cierto, otro presidente que intentó mejorar el vínculo con Cuba) implementó una política diferente, pero no pudo compensar —ni detener— las fuerzas antidemocráticas que el Departamento de Estado había alentado en América Latina durante mucho tiempo como parte de la Guerra Fría.

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Obama no ignoró voces como la de Nora Cortiñas, presidenta de la Asociación Madres de Plaza de Mayo (Línea Fundadora), quien criticó la oportunidad de su visita: "Es una provocación, es nuestra fecha". En su última actividad oficial, cuando recorrió el Parque de la Memoria y rindió homenaje a los desaparecidos, habló de "las verdades incómodas" sobre "hechos cometidos por nuestros líderes" en aquel entonces, y en otros lugares de América Latina.

Aludió directamente a los militantes de las organizaciones de derechos humanos: "Ustedes han liderado los increíbles esfuerzos para individualizar a los responsables y harán que el pasado se recuerde y se cumpla con la promesa de nunca más —dijo en castellano—. Esto es un tributo a la memoria, pero también un homenaje a la valentía y a la perseverancia de quienes los recuerdan y rehusaron abandonar sus esfuerzos en la búsqueda de la verdad y la justicia".

El significado del paso de Obama por la Argentina está unido a su visita a Cuba: el fin de la guerra fría, de sus sobras u ecos envenenados.

Obama anunció una nueva desclasificación de documentos —la anterior la hizo Bill Clinton—, esta vez no sólo gubernamentales sino también militares y de inteligencia, que podrían colaborar en la búsqueda de justicia para las víctimas. Durante el gobierno de Raúl Alfonsín se realizó el Juicio a las Juntas y los represores volvieron ante los tribunales durante el kirchnerismo, pero aún hay vidas cuyo final se ignora, cuyos últimos días transcurrieron en mazmorras inhumanas, cuyos cuerpos fueron arrojados al Río de la Plata, el mismo al que se asomó Obama en el Parque de la Memoria para dejar caer flores blancas.

También ese gesto trasciende la Argentina: resuena en el Cono Sur y en América Central. Por eso el significado del paso de Obama por Argentina esta unido a su visita a Cuba: el fin de la guerra fría, de sus sobras u ecos envenenados. Lo sintetizó en su encuentro con jóvenes emprendedores en el centro cultural La Usina del Arte, donde propuso a las nuevas generaciones que no aceptaran el mundo como es sino que lo crearan según sus deseos: "Obviamente tenemos diferencias con el gobierno cubano. Pero le dije al presidente Raúl Castro: no podemos quedarnos metidos en el pasado".

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