Encerrada en una habitación en la que el único mueble es una cama, una joven de 16 años aprendió a temer los atardeceres, porque la caída del sol marcaba la cuenta regresiva de su próxima violación.
A lo largo del año que fue cautiva del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), pasó los días temiendo el olor del aliento del miliciano, sus desagradables sonidos y el dolor que le inflingió a su cuerpo.
Sin embargo, había una sóla cosa que no tenía que temer: quedar embarazada de su victimario. Poco tiempo después de ser comprada por ISIS, el combatiente le acercó una caja que contenía 4 tabletas de pastillas, una de ellas de color rojo.
"Cada día debía tragarme una delante de él. Me daba una caja por mes. Cuando se me acababan, el las remplazaba. Cuando fui vendida de un hombre a otro, la caja de pastillas siempre venía conmigo"
"Cada día debía tragarme una delante de él. Me daba una caja por mes. Cuando se me acababan, el las remplazaba. Cuando fui vendida de un hombre a otro, la caja de pastillas siempre venía conmigo", explicó la adolescente.
De acuerdo con un artículo de The New York Times publicado el sábado, se trata de una particularmente moderna solución a una orden de carácter medieval: de acuerdo con un precepto de la ley islámica apelada por ISIS, el hombre debe asegurarse de que la mujer que busca esclavizar esté libre de niños antes de tener relaciones sexuales con ella.
Los líderes del Estado Islámico han hecho de la esclavitud sexual una parte integral de las operaciones del grupo, de acuerdo a cómo ellos creen que sucedía durante la época del Profeta Mahoma. Las víctimas son las mujeres y niñas de la minoría yazidí capturadas hace casi dos años atrás.
Por eso, para sostener el comercio sexual, los yihadistas han mantenido un estricto control de natalidad sobre sus víctimas, con el fin de continuar con los abusos mientras las mujeres pasan de un hombre a otro.
Más de tres docenas de mujeres yazidíes que escaparon recientemente del cautiverio de ISIS y que accedieron a ser entrevistadas por de The New York Times describieron los múltiples métodos que utilizaban los milicianos para evitar los embarazos, incluyendo anticonceptivos orales e inyectables, y a veces los dos. Además, al menos una de las mujeres entrevistadas relató haber sido forzada a abortar con el objetivo de seguir habilitada para tener relaciones sexuales.
Algunas contaron que sabían que estaban por ser vendidas cuando eran llevadas a un hospital para hacerse pruebas de orina con el fin de detectar si estaban embarazadas. Esperaban los resultados con aprensión: un resultado positivo significaba que llevaban en su vientre un hijo de su captor, uno negativo significaba que estaban habilitadas para seguir siendo violadas por los milicianos.
Las reglas no siempre han sido cumplidas al pie de la letra; muchas de las mujeres han relatado haber sido atacadas por hombres que, por ignorancia o por desafiar a la autoridad, no acataban los controles de natalidad.
Pero más allá de todo, el uso sistemático de los controles de natalidad durante una parte del cautiverio de las mujeres explica lo que observaron los doctores que las atendieron después de escaparse: de las más de 700 cautivas yazidíes atendidas en una clínica de las Naciones Unidas en el norte de Irak, sólo el 5% quedó embarazada durante el cautiverio. Así lo confirmó el ginecólogo a cargo de los exámenes, Nagham Nawzat.
Se trata de una cifra sorprendentemente baja dado que la tasa de fertilidad normal para una mujer joven está entre 20 por ciento y 25 por ciento en un mes determinado, de cuatro a cinco veces la tasa que se ha registrado hasta ahora, dijo el Dr. Nezar Ismet Taib, a cargo del Ministerio de Salud Dirección de Dohuk, que supervisa la clínica donde las víctimas están siendo tratadas. "Nos esperábamos una cifra mucho más alta", dijo.
"Nos esperábamos una cifra de embarazos mucho más alta"
Una de las jóvenes adolescentes que escaparon, que aceptó ser identificada por la inicial de su nombre "M.", luce como una niña y lleva el pelo recogido en una cola de caballo. Fue vendida un total de siete veces. Cuando los posibles compradores llegaron preguntando por ella, los escuchó pidiendo garantías de que no estaba embarazada. Su propietario siempre mostraba el cuadro de control de la natalidad como prueba.
Eso no fue suficiente para el tercer hombre que la compró, relató. La examinó en la fecha de su ciclo menstrual y, nervioso por lo que él percibió como un atraso, le dio una de la llamada "píldora del día después", lo que hizo a la niña comenzar a sangrar.
Incluso entonces, él se mostró insatisfecho. Finalmente, entró en la habitación de la joven, cerró la puerta y le ordenó que se bajara los pantalones. "M." creyó que estaba a punto de ser violada. En su lugar, sacó una jeringa y le se la inyectó en la parte superior del muslo. Era una dosis de 150 miligramos de Depo-Provera, un anticonceptivo inyectable. "Para asegurarme que no quedes embarazada", recuerda ella que le dijo. Cuando terminó, la acostó en la cama y la violó por primera vez.
En su oficina en el Ministerio de la Dirección de Salud, Dr. Taib, el médico encargado de supervisar el tratamiento de las cientos de víctimas de Dohuk, quedó confundido inicialmente por la baja tasa de embarazos.
Es que en otros conflictos donde la violación se ha utilizado como arma de guerra, la ha dado lugar a olas de embarazos no deseados -ya sea porque los atacantes no usaron anticonceptivos, o , como fue el caso de la antigua Yugoslavia, porque intentaron adrede de embarazar a su las víctimas-. Un estudio médico de 68 víctimas de violación en Croacia y Bosnia encontró que 29 habían quedado embarazadas.