"Me lo ordenó Ala", dijo la niñera sonriendo cuando le preguntaron por qué había estrangulado y decapitado a Anastasia Meshcheryakova, una niña de 4 años que cuidaba en Moscú desde que era bebé. La nodriza, llegada a Rusia desde Uzbekistán, respondió que sí cuando los jueces le preguntaron si aceptaba su culpabilidad.
Gyulchekhra Bobokulova, o Gulya, como la llamaban cariñosamente los padres de Anastasia, no se limitó a matar a la nena. Tras prender fuego la casa, donde dejó el cuerpo decapitado de la niña en su cuna, salió a la calle blandiendo la cabeza de Anastasia como un trofeo. Iba al grito de "Ala es grande" y advirtiendo que era una terrorista dispuesta a inmolarse con los explosivos que, supuestamente, llevaba adosados a cuerpo.
Gulya declaró ahora ante la Justicia. Tranquila, de buen humor y siempre sonriente, no mostró remordimiento alguno. La policía ha revelado ahora que aquella mujer que la familia Meshcheryakova consideraba una segunda madre para su hija mantuvo en secreto un pasado con síntomas de esquizofrenia y largos períodos de internaciones psiquiátricas en su país de origen.
"No hay palabras para describir el sentimiento de odio, debilidad e impotencia que sentimos todos", dijo Vladimir Mesheryakov, padre de Anastasia. Cuando ingresó a la corte, los jueces preguntaron a Bobokulova si quería pedir a los padres de la niña, presentes en la sala, que la perdonaran. La mujer respondió, apuntando con su dedo hacia el cielo: "No voy a pedir a nadie. Sólo a Alá".
"¿Qué le ordenó hacer Alá?", le consultaron luego. "Matar", contestó, sin inmutarse, la niñera. Consultada sobre si sentía lástima por la niña, movió la cabeza negativamente. Mientras tanto, dentro de la jaula destinada a los acusados sonrió y saludó a los periodistas. "Hola a todos", les dijo moviendo una de sus manos.
¿Un cómplice?
Con las investigaciones también ha surgido un novio de la mujer que podría haber estado en la casa en el momento en que Anastasia fue asesinada. La policía cree que este hombre podría haber sido el instigador del crimen, a través de discursos radicales que convirtieron a Bobokulova en una fanática musulmana.
Las autoridades están tras la pista de un hombre de 46 años llamado Mamur Dzhirakulov. "Estamos comprobando si es cierto que había un extraño en el piso en ese momento y si tuvo algo que ver con el asesinato". "Los cómplices, o mejor dicho los instigadores, se encuentran actualmente en libertad".
Una de las hipótesis es que los sospechosos se aprovecharon de los problemas mentales de Bobokulova. "Ella nunca fue religiosa, llevaba ropa de calle, ropa deportiva, camisas. Pero cuando volvió de un breve viaje a Uzbekistán, se puso un hiyab", contó un amigo de la familia de la víctima.
Una larga enfermedad
Una fuente de a investigación ha revelado en Moscú que Bobokulova había sido registrada en una clínica psiquiátrica en su tierra natal, Uzbekistán. Su vida personal, no obstante, no deja de estar cargada de contradicciones. Tiene 3 hijos, eso es seguro, pero no ha quedado claro si está divorciada o si se ha casado recientemente con un nuevo marido.
"Les puedo decir sólo una cosa –dijo un policía–. Los familiares se sorprenden de la crueldad, pero no del asesinato. Todos sabían que padecía de esquizofrenia, fue registrada en una clínica psiquiátrica local por un largo tiempo y tenía documentos médicos especiales. Todo el mundo lo sabía".
Por este motivo, la mujer no conseguía trabajo en Uzbekistán y emigró hacia Rusia, donde consiguió un empleo con la familia de Anastasia. "Pero estaba muy enferma y a menudo sufría de ataques. Era peligroso vivir con ella, por lo que su marido la dejó en el año 2000. En su aldea todos hablan de esto ahora, pero la verdadera sorpresa es cómo fue que no mató a alguien antes", explicó.
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La escena del crimen
Bobokulova ha cooperado hasta ahora con los investigadores. Fue ella misma la que mostró a la policía donde había matado a Anastasia, sólo 16 horas después de cometido el crimen, las ruinas que dejó el fuego y la cuna donde dejó abandonado el cuerpo de la niña, sin cabeza. Anastasia tenía un retraso madurativo y no podía valerse por sí misma, por lo que dependía totalmente de los cuidados de sus padres y su niñera.
Los medios publicaron luego fotos del estado en el que quedó el piso de la familia Meshcheryakova. El fuego lo ha destruido todo, aunque la cuna con la niña está en buenas condiciones. La misma Bobokulova aclaró que el incendio no tuvo como objetivo ocultar pruebas del asesinato. Según su declaración, las llamas formaron parte de las "órdenes" que recibió de Alá.