—La peor música de fondo para una paritaria es la que estamos escuchando ahora: precios que suben, tarifas en alza, subsidios que se quitan. La cosa empeora si encima el Gobierno nos dice por cuánto tenemos que negociar los aumentos. Dejen de hablar por favor del 25 por ciento. Los dirigentes sabemos hasta dónde podemos apretar... No vamos a hacer nada que ponga en riesgo al Gobierno y al país—, dijeron los sindicalistas haciendo un coro.
El Presidente respondería en tono de confesión: —Todos los planteos que me hacen son sensatos. Los escucho y les doy la razón. Pero compréndame ustedes también a mí. Tomamos un país que era un avión cayendo en picada. Si ganaba (Daniel) Scioli, seguro que nos íbamos a estrellar. Ahora nosotros vamos a hacer lo imposible por nivelarlo y salir adelante, pero va a llevar un tiempo. Por eso les pido paciencia. Yo confío en la prudencia del movimiento obrero.
Apenas un pasaje del encuentro que mantuvo ayer Mauricio Macri, con siete de los dirigentes más representativos del sindicalismo peronista, con Hugo Moyano, Luis Barrionuevo y Antonio Caló a la cabeza, a quienes convocó para hablar de salarios, estabilidad laboral, obras sociales y política impositiva. Aunque el tema recurrente fue la inflación. Se trató del primer encuentro formal entre el Jefe de Estado y los líderes de las tres centrales en las que está dividida la CGT. La reunión transcurrió en un clima amable, duró algo más de una hora y cada cual dijo lo suyo.
Nadie podría sostener que fue adrede, pero la convocatoria presidencial consiguió algo que no pudieron antes mil conciliábulos: juntarles la cabeza a un puñado de sindicalistas nacidos para desconfiar unos de los otros. Como sea, la delegación visitante se comportó como un equipo cohesionado, sin vedettismos, con intereses en apariencia idénticos.
Los sindicalistas pusieron en valor haber dejado esa impresión, tanto como el hecho de que el Presidente les abriera la puerta de la Rosada, que Cristina les cerraba, pese a que no se llevaron de allí anuncios espectaculares ni promesas que inviten a la ensoñación. Macri sólo garantizó que recién bien entrado el mes que viene habrá definiciones concretas.
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La audiencia se hizo en el despacho del jefe de Gabinete, Marcos Peña, indiscutible número dos del Gobierno. El Presidente también se vio asistido por el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, a quien le tocó en el reparto de roles hacer la introducción. Básicamente, pidió al sindicalismo "comprensión" y "sensatez en los reclamos", después de sostener, apoyándose en la mitología griega, que la administración kirchnerista había sembrado el Estado con múltiples "cajas de Pandora", que guardan en su interior todos los males.
Los sindicalistas hicieron valer su oficio para presentar los reclamos, como si lo hubieran ensayado. Le tocó arrancar a Barrionuevo, jefe de la CGT Azul y Blanca, que no se privó de recordar que, según sus cálculos, hacía 14 años que no atravesaba la puerta de Balcarce 50. Consideró que la invocación al diálogo del Gobierno era un buen augurio.
"Aprovechemos este momento", invitó a todos. Luego de arrojar todas las flores de su canasta, el gastronómico habló de la enorme "distorsión salarial" que hay en el mercado laboral. Macri nunca lo interrumpió. Tampoco lo haría con los otros sindicalistas.
En un momento, sí, pidió a la visita un redondeo de las exposiciones. Esto dio pie a una pequeña estudiantina, en la que los gremialistas jaranearon un rato con hacer un paro si Macri abandonaba la reunión. "Con otros te quedas todo el tiempo que haga falta, eh..." aguijonearon los muchachos, directo a la vena.
El mercantil Armando Cavalieri puso sobre la mesa la cuestión de las obras sociales, un asunto que lo obsesiona. "Mirá Mauricio, es muy profunda la crisis de la salud. Si no se toman cartas en el asunto, vas a tener un problema mucho peor que el salario o la inflación", vaticinó. Acusó al gobierno anterior de meter mano en los fondos de las obras sociales "para chantajearnos" (la deuda es de 26 mil millones de pesos) y también culpó a los K de instrumentar un mecanismo de reparto que perjudicaría centralmente a las entidades sindicales de salud.
"En Comercio, damos salud a los jubilados. Y por cada uno de ellos recibimos $192, cuando el PAMI está recibiendo $800 per cápita. Esta es una estafa peor que la de los medicamentos truchos", protestó Cavalieri, que también la emprendió contra las reformas que instrumentó Domingo Cavallo durante el menemismo para sólo "beneficiar a las prepagas". Ofreció su ayuda a Macri para corregir los entuertos. "Acá te dejo una carpeta con lo que se debería hacer, analizala, me llamás cualquier cosa".
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La vulnerabilidad laboral y social de los sectores más desposeídos, que la situación actual potenciaría, atravesó el planteo del constructor "independiente" Gerardo Martínez, de la Uocra, quien expuso la preocupación del seven sindical por la ola de despidos y el futuro de inestabilidad que asoma para muchas fuentes de empleo a partir de la apertura de las importaciones y la suba de las tarifas.
También marcó irónicamente Martínez que se sumaría con gusto a las discusiones por Ganancias, al recordar que los obreros de la construcción cobran salarios muy por debajo de la mínima que contempla ese tributo. Ese punto lo reforzaría luego el metalúrgico Caló, un ex K en proceso de reacomodamiento. Se dio el gusto de gastarlo al Presidente con Boca.
El marítimo Juan Carlos Schmid, jefe de los gremios del transporte, abordó el tema de la inseguridad, en particular la de guardas, camioneros, choferes, etc. Mientras, afuera, comenzaba una campaña de afiches de su corriente sindical para la eliminación de Ganancias. Aliado del macrismo y moyanista con juego propio, Gerónimo "Momo" Venegas, alabó la "nueva etapa", naturalmente.
Moyano, que se reservó para el final, presentó sus alquimias paritarias para mejorar el nivel de los salarios, vía sumas fijas y asignaciones (deberán tratarse en el Congreso si se universalizan, como promete el Gobierno). También fue el encargado de recordarle a Macri que él había hablado en la campaña de eliminar Ganancias, no de actualizar el tributo. Por las dudas, veterano tahúr, pidió un mínimo no imponible "mucho mayor" que los 30 mil de los que habla el macrismo.
Cerró Macri, obvio. Contestó a Moyano que no le quedaba otra que ser gradualista con Ganancias porque la recaudación de impuestos ya no será la misma con la baja de retenciones al campo, entre otros rubros. Ratificó que se trata de un impuesto "injusto". Y pintó el mal contexto: Brasil en crisis, baja del petróleo y de la soja, los desaguisados K...
Para contagiar ánimo se despidió con las "buenas": según el Presidente, "las expectativas de inversiones extranjeras están fundadas"; "el éxito que resultó desterrar el cepo", y en marzo, además de la potencial aprobación de Ganancias y de un nuevo régimen de asignaciones, concluiría este período de descubrimiento de lo que dejó el kirchnerismo para "comenzar a salir del estancamiento", según la definición presidencial. Pidió que lo acompañaran. ¿Lo harán?