Se sabe que la brecha salarial entre hombres y mujeres (del 17% en América Latina, del 18% en los Estados Unidos, del 16,4% en la Unión Europea) causa consecuencias materiales en las trabajadoras y en sus familias.
Ahora se sabe que también causa consecuencias psicológicas: según un estudio de la Mailman School of Public Health (MSPH, Escuela Mailman de Salud Pública) de la Universidad de Columbia, las mujeres que ganan menos que sus pares masculinos tienen un riesgo cuatro veces mayor de sufrir depresión y 2,4 veces mayor de sufrir trastornos de ansiedad.
En cambio, aquellas que ganan lo mismo o más que los varones que realizan las mismas tareas, con la misma educación y los mismos años de experiencia, no sufren más depresión y tienen menor incidencia de trastornos de ansiedad.
"En general las mujeres tienen mayores probabilidades de sufrir depresión y trastornos de ansiedad", advirtió a Infobae Jonathan Platt, autor principal del estudio, candidato al doctorado en el Departamento de Epidemiología de la Universidad de Columbia.
"Hay muchas, muchas hipótesis para explicar por qué: los cambios hormonales durante la pubertad, los mecanismos biológicos, varias cuestiones relativas a la exposición social y ambiental, diferentes clases de traumas durante la infancia y a lo largo de la vida (un número mayor y una frecuencia mayor de traumas). Y la frecuencia de los factores de estrés. Entre ellos, cuando se habla de género, esa clase de factores sociales pueden ser discriminación, experiencias discriminatorias", explicó.
La brecha salarial es discriminatoria. Pero también lo son otros elementos asociados en el ámbito de trabajo. En esa búsqueda comenzó la investigación de Platt: "Sabemos que si una persona percibe que tiene una experiencia discriminatoria tiene un posible factor de riesgo [para la depresión y la ansiedad], pero ¿qué pasa con un montón de experiencias que la gente puede tener, y son potencialmente discriminatorias desde el punto de vista del género, que no se cuentan entre las que se perciben?", se preguntó.
Se trata de conductas naturalizadas, que no por invisibles dejan de hacer daño. Pero medir su efecto en la salud psíquica es difícil, ya que muchas veces los hechos ya no se perciben como discriminación, o existen comportamientos sutiles que no se pueden explicitar en un hecho.
"Quisimos estudiar los mecanismos potenciales más embebidos en la sociedad", siguió Platt. "La pregunta fue cómo medirlos, porque si no se perciben no se le puede preguntar a la gente si tuvo una experiencia sobre algo no percibido..."
Ese es uno de los méritos mayores de esta investigación, "Unequal depression for equal work? How the wage gap explains gendered disparities in mood disorders" ("¿Depresión desigual por igual trabajo? Cómo la brecha salarial explica las disparidades de género en los trastornos anímicos"), publicada en Science Direct: se planteó como objetivo "examinar de modo empírico la diferencia salarial como una forma de discriminación estructural por género, y evaluar hasta qué punto puede explicar las disparidades de género en los desórdenes anímicos en los Estados Unidos", según se lee en el texto completo, que Platt facilitó a Infobae.
Qué es la brecha salarial
"Los Estados Unidos han aprobado legislación para enfrentar las formas más manifiestas de discriminación sexual en el ámbito de trabajo", argumenta el artículo.
"Mientras que en cierto modo han sido efectivas para reducir la discriminación por género en sus maneras más explícitas, las maneras menos conspicuas de discriminación estructural persisten, bajo la forma de la devaluación social y económica y la marginalización y los eventos negativos en el ámbito de trabajo (por ejemplo, con respecto a promociones, asignación de tareas)".
El estudio se propuso "examinar de modo empírico la diferencia salarial como una forma de discriminación estructural por género"
La brecha salarial alude a la disparidad constante en el ingreso que las mujeres reciben por su trabajo en comparación con el de los varones. En 1963, una estadounidense ganaba 59 centavos por cada dólar que se pagaba a su contraparte masculina. En 2013, 82 centavos por cada dólar, según cifras oficiales. Aunque la tendencia parece inclinarse a mejorar, hay cuestiones negativas que persisten: la brecha es más grande cuanto mayores son los salarios y a mayor nivel educativo, por ejemplo.
Una vez que se toman en cuenta características de cada trabajador (educación, años de experiencia, habilidades, ubicación geográfica) quedan en pie las diferencias que se atribuyen al género: lo que se llama la brecha residual. Es "el resultado de dos tipos de procesos discriminatorios", explica el texto.
"El efecto de distribución, que consiste en ubicar a las mujeres en ciertas ocupaciones, que implícitamente se ven como secundarias o inferiores a las que realizan los varones, y el efecto de subestimación, que es el proceso por el cual a las mujeres se les paga menos por el mismo trabajo dada la tracción de la menor valoración de los trabajos que las mujeres hacen en todos los campos".
El estudio "demostró que la brecha salarial es sustancial, y no se pude explicar completamente por diferencias en los indicadores individuales de productividad". Conclusión: "se debe a procesos estructurales inadvertidos de discriminación". Que, no obstante ser tan inconspicuos, tienen un correlación visible.
La brecha salarial es más grande cuanto mayores son los salarios y a mayor nivel educativo, por ejemplo.
—¿Qué encontraron que se pudiera medir?
—Partíamos de la base de que la brecha salarial es que una mujer cobra 82 centavos por cada dólar que cobra un varón —respondió Platt—. En nuestra muestra encontramos una diferencia mayor. Pero luego de igualar hombres y mujeres para eliminar las diferencias individuales, nos dio una paga para las mujeres de 68 centavos, es decir que todavía quedaba una diferencia residual de 32 centavos.
Las diferencias individuales a las que alude son elementos que pueden explicar diferencias de salarios: calificación de la gente, años de experiencia, educación, competitividad, entre otros factores.
"Pero hay otra parte de la brecha salarial que no se explica por las diferencias entre los individuos", agregó Platt. "Existe una brecha salarial residual, que persiste tras considerar esas diferencias que, según varias hipótesis, tiene que ver con la discriminación en el ámbito laboral. Creo que somos los primeros que usamos esa diferencia residual como un exponente para ver cuánto de las disparidades en la incidencia de depresión y ansiedad entre hombres y mujeres se podían explicar de ese modo".