Ruqia Hassan, de 30 años de edad, fue acusada de espionaje por el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) que la ejecutó en septiembre pasado. El grupo terrorista mantuvo su muerte secreta durante tres meses para engañar a su entorno, que recién esta semana se enteró de la suerte de la víctima.
De acuerdo con el diario británico The Independent, los yihadistas hackearon la cuenta de Facebook de la periodista y se apropiaron de su identidad en la red social con el objetivo de conseguir datos sobre reporteros y activistas.
La muerte de Hassan, de origen kurdo, despertó una ola de indignación en las redes sociales. Muchos usuarios comenzaron a tildar de "cobardes" a los yihadistas por la muerte de la valiente mujer.
El asesinato de Hassan fue confirmado en Twitter por integrantes del grupo "Raqqa is Being Slaughtered Silently" ("Raqqa está siendo sacrificada en silencio"). Uno de ellos, Abu Mohammed, divulgó en la red social las que fueron, según el activista, las últimas palabras de Ruqia.
"Estoy en Raqqa y recibí amenazas de muerte", había señalado la mujer, quien agregó que, en caso de ser decapitada por los yihadistas, tendría todavía su "dignidad". "Es mejor que vivir humillada", remataba quien escribía bajo el nombre de Nissan Ibrahim.
Hasan estudió filosofía en la Universidad de Aleppo, y brindó su apoyo a la oposición al régimen de Bashar al Assad después de que se iniciara la guerra civil que desde hace cuatro años azota al país sirio.
Aún después de que el Estado Islámico se apoderara de Raqqa a la que convirtió en un bastión y donde las crucifixiones y decapitaciones se volvieron la norma, la periodista decidió permanecer en la ciudad.