Historia del Bastón de Mando Presidencial

De la vara con la cual Moisés partió las aguas hasta el actual símbolo de investidura, este ornamento ha recorrido un largo camino

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El bastón diseñado por Adrián Pallarols Twitter 162
El bastón diseñado por Adrián Pallarols Twitter 162

Como ornamento y señal hacia los demás de que su portador es digno de distinción y respeto por ser portador de autoridad, mando o dignidad especial, el bastón es usado desde tiempos inmemoriales. Es habitual entre determinados funcionarios políticos, soberanos o nobles, mandos militares o autoridades eclesiásticas. Confeccionados en madera o algún otro material, suelen tener empuñadura curva u horizontal, en marfil, oro, plata, etcétera.


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Algunos sitúan su origen en la prehistoria, cuando los líderes de los clanes portaban fémures o húmeros largos y fuertes, extraídos de las presas que cazaban, como muestra de su poder y fuerza ante el resto de la tribu, en el afán de disuadir a cualquier rival que pensara desafiar su autoridad frente a la manada.


El bastón con el cual Moisés realizaba prodigios ratificaba su conexión con el Creador

En la Antigüedad, su uso ha sido registrado entre los antiguos caldeos, en grabados de bastones labrados en sus puños con motivos florales o naturales. Cuanto más trabajado era el bastón, mayor riqueza e importancia tenía su portador. La Biblia nos habla del famoso bastón de Moisés: una vara larga con la cual este patriarca realizaba prodigios y milagros, ratificando su conexión con el Creador.


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Soberanos egipcios eran esculpidos sosteniendo mazas o curiosas varas decoradas, predecesores inmediatos de los cetros reales. Diversas deidades griegas aparecen en frisos, esculturas y pinturas luciendo bastones o cetros, denominados "caduceos" como signos de su divinidad.


En muchos pueblos antiguos, la unción o designación de un monarca o autoridad civil, militar o religiosa importante se complementaba con la entrega de un anillo o un bastón, símbolos externos de su dignidad. Así, los senadores romanos lucían una sortija y los magistrados latinos –pretores o cónsules- un bastón corto que remataba en una elegante empuñadura. El material con el cual eran confeccionados señalaba el rango del portador. Se solía distinguir a los centuriones con una vara y a los generales victoriosos con un cetro. Los augures, adivinos que escudriñaban el cielo en busca de señales para predecir el futuro, utilizaban un "lituus" o bastón augural o litúrgico que terminaba en caracol.


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Esta costumbre pasó de la República al Imperio Romano. Es muy difundida la escultura de su primer emperador, Octavio Augusto, denominada "Prima Porta", que está en los Museos Vaticanos, portando una delgada vara de poco más de un metro de altura, que culmina en una empuñadura decorada, en señal de su autoridad imperial. De allí, el uso de esta larga vara pasó a los Papas, vecinos romanos de los emperadores y alter ego de éstos en el poder espiritual del Imperio. Es el origen del actual "báculo papal". Obviamente, estos adminículos culminaban con una cruz, claro símbolo cristiano; otros en un caracol, reminiscencia del "bastón litúrgico" romano. Son el signo de la autoridad pastoral del Romano Pontífice; y se asemejan al bastón de un pastor.


De allí, la costumbre pasó a las monarquías medievales de la Europa bárbara. Los reyes y emperadores de Oriente pasaron a ostentar cetros; los prelados religiosos, báculos; y los funcionarios y autoridades importantes, así como los jefes militares relevantes, bastones.

El bastón de mando también era llamado "manípulo" (portado por la mano)

De ese modo el bastón de mando, llamado también "manípulo" –portado por la mano-, empezó a expandirse en el mundo occidental. Los reyes, portadores del "cetro real", concedían el uso del "bastón de mando" a sus funcionarios, al investirlos de autoridad.


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A América llegaron como adminículos en poder de virreyes, gobernadores y autoridades coloniales (alcaldes, presidentes de Audiencias y jueces). Simbolizaban la delegación del poder divino de los monarcas. También se entregaban los bastones a los generales o jefes de ejércitos (coroneles o mariscales). Hasta hoy los alcaldes de algunos municipios españoles continúan con esa tradición.


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En el Río de la Plata, nuestros virreyes utilizaban bastones de mando. El virrey Joaquín del Pino posó luciendo el suyo en un famoso retrato que se le conoce. Entre nuestros generales, pasó a la historia el bastón que el general Manuel Belgrano, jefe del Ejército del Norte, obsequió a Nuestra Señora de las Mercedes, luego de la Batalla de Tucumán, y que aún se conserva en esa ciudad.

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En el mundo, se siguió con la costumbre de entregar a generales y mariscales ascendidos un bastón en reconocimiento público a su grado. Se conocen fotografías del famoso mariscal alemán Erwin Rommel (el Zorro del Desierto) portando su bastón de mando.


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Luego de la Revolución de Mayo, se perdió la costumbre de usar bastón de mando entre nuestras autoridades políticas; tradición que volvió con el Directorio, a principios de 1814; convirtiéndose, junto con la banda, en atributos externos del ejercicio de la primera magistratura en el naciente Estado Nacional. Esta costumbre se mantuvo en el período constitucional. Se conserva aún el bastón de mando utilizado por el presidente Justo José de Urquiza. Desde entonces, a cada presidente que asumía se le obsequiaba un bastón, símbolo de la autoridad presidencial en la República.

Sarmiento recibió banda y bastón de Bartolomé Mitre, mientras cientos de sus simpatizantes entraban por la fuerza al recinto

El primer mandatario que recibió los atributos presidenciales fue Domingo Faustino Sarmiento, de manos de Bartolomé Mitre, en un recordado y tumultuoso acto, en el que cientos de jóvenes simpatizantes del presidente electo entraron por la fuerza al recinto de la Casa de Gobierno donde se llevaba adelante la ceremonia; y apretujándose con los invitados especiales, rompieron vidrios y ventanas; llegando a subirse a los muebles de la sala, para poder apreciar mejor el momento. "Jamás se ha presentado espectáculo más innoble y vergonzoso", comentaría después el "loco" Sarmiento.

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