El territorio de Mali estuvo controlado por Francia desde fines del siglo XIX hasta el 20 de junio de 1960, cuando se firmó la independencia. Sin embargo, la presencia explícita o implícita de París se extiende hasta la actualidad.
Como la mayoría de los países de la región, su historia estuvo marcada por la inestabilidad política y las limitaciones económicas. Durante muchos años se alternaron dictaduras con gobiernos más o menos democráticos, algunos más alineados con el bloque soviético y otros, con las potencias occidentales.
En el siglo XXI estuvo afectado por las acciones de guerrilleros separatistas de etnia tuareg y del terrorismo islámico. Amparándose en la falta de seguridad, un golpe militar derrocó el 21 de marzo de 2012 al gobierno constitucional de Amadou Toumani Touré, en el poder desde 2002. Entonces se precipitó el caos.
El desgobierno favoreció el avance de las organizaciones terroristas Al Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI) y Ansar Dine, que lograron tomar posesión de vastas porciones de territorio en el norte del país, de la mano del Movimiento Nacional para la Liberación de Azawad (MNLA), integrado también por otros grupos rebeldes. La región del Azawad está conformada principalmente por las ciudades de Gao, Kidal y Tombuctú.
Esto llevó a la Administración de François Hollande a resolver una nueva intervención militar de Francia. La llamada Operación Serval comenzó el 11 de enero de 2013 y contó con el apoyo del gobierno malí, de la ONU y de otros países africanos.
Para vengarse de la embestida, Al Qaeda asesinó el 2 de noviembre de 2013 a los periodistas franceses Ghislaine Dupont y Claude Verlon, que trabajaban en la ciudad de Kidal para la cadena Radio France Internationale (RFI). Fue el primer atentado de estas características.
Francia dio por terminada la operación el 13 de julio de 2014, tras recuperar los principales puntos que estaban en manos de los yihadistas. Entonces cedió la iniciativa a los cascos azules de la ONU, que quedaron a cargo de las tareas de pacificación y prevención, ante la amenaza de los focos terroristas que permanecieron activos.
La prueba de que distintas células terroristas siguieron operando se produjo en marzo de 2015, cuando comenzó una nueva ola de ataques. El primero fue durante la madrugada del sábado 7, cuando un yihadista asesinó a cinco personas en un restaurante frecuentado por europeos en Bamako. Entre los muertos, había ciudadanos franceses, belgas y malienses.
Al día siguiente, un grupo comando disparó más de 30 cohetes a una sede de los cascos azules en Kidal. Murieron un miembro canadiense de la misión de paz y dos niños que estaban en los alrededores.
El viernes 7 de agosto, ocurrió el atentado más grave en lo que va del año. Yihadistas asaltaron un hotel en la ciudad de Mopti, donde se alojaba parte del personal de la Misión integrada de la ONU para la estabilización de Mali (Minusma). El saldo fue de 12 muertos, entre ellos, los cuatro terroristas, cinco soldados malienses, dos empleados del hotel y un representante de la Minusma.
Recientemente, ante el retroceso de Al Qaeda, Ansar Dine juró lealtad al Estado Islámico (ISIS), lo que le dio presencia en Mali a la organización que tiene su centro de operaciones en el califato que constituyó en parte Siria e Irak.
La toma de 170 rehenes de este viernes 20 de noviembre, que aún no ha sido reivindicada por ninguna agrupación, se produjo una semana después de los atentados que ISIS perpetró en París, en los que murieron 132 personas. Francia le declaró la guerra y, días después, bombardeó Raqqa, capital del Estado Islámico en Siria.
Por el momento, se sabe que los responsables del asalto en el Hotel Radisson de Bamako son yihadistas, que liberan sólo a los rehenes que pueden recitar el Corán. Ya hay 3 muertos confirmados.