Eran las 21.20 del viernes cuando Sylvestre caminaba por la calle, en Saint Denis, en los suburbios de París. Delante suyo estaba el Stade de France, donde su selección de fútbol disputaba un partido contra Alemania. Poco le importaba.
El joven hablaba por celular, distraído. Cruzó la calle y a mitad de camino se despidió de su interlocutor y cortó el teléfono. En ese preciso momento, una bomba explotó a pocos metros.
Sylvestre voló y cayó al suelo. Las esquirlas salieron disparadas por todas partes.
Cuando se levantó, bastante dolorido, se dio cuenta del milagro que había ocurrido. El celular, que en el instante del estallido aún estaba a la altura de su sien, había recibido un fuerte impacto. De no haber estado allí, probablemente habría muerto.
"Éste es el celular que recibió el impacto. Es lo que me salvó. De otra manera, mi cabeza habría explotado en pedazos", contó al canal de noticias iTele.
Otras esquirlas sí le pegaron en el cuerpo. Una de ellas, le atravesó superficialmente la zona del vientre.
"Le doy gracias a la chaqueta, que amortiguó el impacto", dijo.
Tres bombas explotaron en las inmediaciones del estadio. Cinco personas murieron como resultado, entre ellos, los terroristas que perpetraron el ataque. Contando los otros seis ataques simultáneos que se cometieron en la capital francesa, el número oficial de víctimas mortales asciende a 128, aunque datos extraoficiales lo elevan a más de 150.
Sylvestre sabe que tuvo suerte. "Es un milagro. Lo que pasó no se lo desearía a nadie".