Ha sido un encuentro histórico, el primero desde el final de la guerra civil china en 1949. La reunión, en el escenario neutral de un hotel de lujo de Singapur, tuvo como principales resultados promesas de desarrollo futuro de las relaciones si no hay una declaración de independencia en Taiwán, y dentro del respeto al llamado "consenso de 1992".
Esta ambigua fórmula, que permite a ambas partes decir que pertenecen a China pero se reservan el derecho a definirla a su manera, "ha hecho posible el diálogo y ha logrado frutos notables", aseguró el presidente de Taiwán, Ma Ying-jeou.
La reunión, que se estuvo preparando durante dos años hasta que fue anunciada por sorpresa en la medianoche del pasado martes, transcurrió por una coreografía cuidadosamente planificada, en un ambiente muy cordial y con ambos líderes dirigiéndose entre sí como "señor" a fin de evitar el uso de la palabra "presidente" y sus implicaciones legales.
Las palabras del presidente de China, Xi Jigping, antes de la reunión a puerta cerrada se centraron en la herencia común (presentando a ambos lados como "hermanos"), el respeto al consenso de 1992 y el rechazo a la independencia taiwanesa.