Raymond Mc Cauley experimenta en su cuerpo la tecnología que vendrá. Con excepcional carrera académica y profesional, es uno de los referentes del "biohacking" a nivel mundial, un movimiento que proclama la alfabetización científica de la sociedad.
Los "biohackers" no responden a la imagen del chico agazapado detrás de una computadora, con la que todos relacionamos a los "hackers". Sin embargo, al igual que ellos, buscan revelar, decodificar, comprender e ingresar en un sistema para modificarlo. En este caso, se trata de organismos vivos y la manipulación se realiza con el objetivo de mejorarlos. Tienen incluso su propio manifiesto en el que apelan a la gente común "para ser colaboradores activos de su propia salud, la calidad de su comida, agua y aire, sus interacciones con sus propios cuerpos y el complejo mundo que les rodea".
En este sentido, promueven la apertura de laboratorios en viviendas particulares, abiertos a la comunidad. El propio Mc Cauley combina su trabajo en los centros de investigación científica más sofisticados del mundo con las actividades que promueve en el garaje de su casa de las que participa incluso su pequeño hijo, ya familiarizado con el nombre y comportamientos de cierto tipo de bacterias.
Actualmente existen unos 120 laboratorios comunitarios en el mundo. "Bio Curious", en el Silicon Valley y "Synbio Brasil" en San Pablo, son ejemplos de estas iniciativas
Dentro del biohacking encontramos al bodyhacking, comunidad interesada en cyborgs y que experimentan con el propio cuerpo; lo que hizo Mc Cauley al implantarse en su mano una microcomputadora con capacidad de almacenar datos, que "habla" con su smartphone y al que recarga por bluetooth, a través de su piel. Esta tecnología le sirve para cargar datos de identificación, ingresar a su website, abrir puertas en los hoteles e ir al cajero automático sin llevar la tarjeta del banco. Pero pronto, sus usos serán mucho más disruptivos.
"En el futuro próximo, estos microchips podrán tener biosensores que monitoreen el funcionamiento de nuestro cuerpo y que se comuniquen con nuestros celulares para avisarnos si ya comimos suficiente o alertarnos sobre un inminente ataque cardíaco. También podrán liberar medicamentos en forma inteligente de acuerdo a los parámetros que registren. "Hoy tenemos teléfonos, anillos, relojes y autos llenos de sensores, pero en el futuro esta tecnología estará dentro de nuestro cuerpo realizando múltiples funciones: abrir la puerta de nuestra casa, hacer arrancar el auto o regular nuestra salud. En el caso de estos microchips, se instalarán en la mano, pecho y glúteos."
Respetuoso de todas las posturas respecto a estas innovaciones, Mc Cauley sentencia que "en los próximos años asistiremos a una redefinición de lo que significa ser un humano. La vida se tornará más artificial". La lectura completa del ADN, saber qué nos depara nuestra relojería interna para el futuro (qué enfermedades vamos a padecer o de qué podríamos morir) y manipularlo, podrá ayudarnos a tener una mejor y más larga vida, evitar enfermedades de nuestros hijos y maximizar la inteligencia humana.
Pero esto es sólo una parte de los cambios que tiene la biotecnología para la Humanidad. Según datos del Banco Mundial, este área, que congrega a varias disciplinas, representa un tercio del total de la economía global (medicamentos, alimentos, energía, materiales). En el futuro, las fábricas no serán como las que vemos hoy. El hackeo de organismos permitirá realizar modificaciones de materiales como el plástico y algunos tejidos, que pasarán a ser producidos a partir de plantas, con las ventajas en el impacto ambiental que esto traerá (menos polución y reemplazo de productos contaminantes por biodegradables).
Pero, ¿cuál el es límite ético de la manipulación de los sistemas vivos? Para Mc Cauley, no debemos esperar aplicaciones perversas de estas tecnologías, aunque sí considera que serán los gobiernos, las empresas y las personas las que decidan qué proyectos parar y cuáles financiar o promover. Al mismo tiempo, la elección de qué hacer con estas innovaciones variará "no sólo de comunidad en comunidad, sino de casa en casa y de familia en familia. Tendremos que ser capaces de convivir con distintas respuestas a esa pregunta".