El 17 de octubre, con la participación de referentes de distintas provincias, se realizó el Plenario Federal del Partido Proyecto Sur en el que se evaluaron el actual escenario electoral y la situación política. De allí surgió la siguiente declaración:
El país está frente a una crisis mayor: el quiebre de la república neoliberal. Es una crisis política, económica, moral y cultural. Después de tantos años de ilusiones y fracasos, la ética pública y la lealtad a los principios fueron reemplazadas por el oportunismo y los negocios. La indigencia, la precariedad laboral, el narcotráfico y la trata de personas se multiplicaron a la sombra del triángulo de la corrupción política, judicial, policial y el delito organizado.
Nunca antes llegamos a una elección con tanta apatía; con votantes confundidos y escépticos por tantas traiciones y engaños; con identidades políticas degradadas y candidatos que saltan de un lado a otro buscando cargos. Encuestas y consultoras reemplazaron el debate de los grandes temas nacionales, en un sistema electoral que es una sucesión de fraudes, cuyo control y recuento lo hacen el primer protagonista del comicio, que es el Gobierno.
La suerte de los próximos años de la Argentina se va a librar entre tres candidatos presidenciales formados en el neoliberalismo de los noventa —Daniel Scioli, Mauricio Macri y Sergio Massa—, pero sería un error decir que son lo mismo, porque expresan electorados diferentes. Scioli es la continuidad del Frente para la Victoria y los sectores que aún apoyan al Gobierno. Macri y Cambiemos, el emergente de los sectores liberales antiperonistas, mientras que Massa y el frente UNA son una parte de la diáspora kirchnerista y de fracciones del peronismo y el sindicalismo opositor.
Estamos convencidos de que hoy más de la mitad de los argentinos coincide en la necesidad de un cambio que impida la continuidad del Gobierno K. Detrás de la impostura de un relato seudoprogresista se esconde un modelo neocolonial de saqueo y mafia sin precedentes, junto a muchas medidas correctas que hemos apoyado y que será necesario profundizar. Pero desde Carlos Menem, ningún Gobierno en democracia entregó tantos bienes y recursos naturales, ocultó información pública —Instituto Nacional de Estadística y Censos, contrato con Chevron, convenios con China y Rusia— y degradó el funcionamiento democrático de las instituciones. Nadie dividió tanto a los argentinos, ni favoreció el desarrollo de las corruptas oligarquías provinciales de los Gobiernos pejotistas. Allí están los Insfrán, los Gioja, Luis Beder Herrera, Carlos Menem, José Alperovich, Eduardo Fellner, Maurice Closs, como claros ejemplos de esta política de vaciamiento y entrega. Los recientes agasajos de las cámaras mineras a los candidatos Daniel Scioli y Carlos Zannini y la promesa de convertir a la provincia de Buenos Aires en otro territorio minero revelan que el proyecto del candidato oficial sigue la ruta trazada por Menem: cambiar recursos estratégicos y bienes patrimoniales por dólares.
El doble discurso y la impostura también han sido las políticas del PRO, la nueva fuerza demagógica de la derecha conservadora. Su candidato presidencial lleva como bandera el respeto a las instituciones republicanas y la lucha contra la corrupción, pero Macri sigue procesado por la causa de las escuchas y convirtió su fuerza en una unidad de negocios a través de la obra pública. La pauta oficial, los negocios inmobiliarios, el sobreprecio en las licitaciones, las tercerizaciones y los contratos truchos —caso Niembro— fueron constantes de su gestión. El PRO es también socio y cómplice del Frente para la Victoria en la política porteña a través de los negociados inmobiliarios de la obra pública y los juegos de azar.
En alianza con la Unión Cívica Radical de Ernesto Sanz y la Coalición Cívica de Elisa Carrió, constituyeron Cambiemos, con la vieja y peregrina idea de un frente no peronista. La soberbia les hizo olvidar que el 60% del electorado se identifica con Domingo Perón y Evita. Macri trató de corregir el error con la pirueta de la inauguración de un monumento a Perón.
El otro frente opositor que tiene chance de entrar al ballotage es UNA: Sergio Massa y José Manuel de la Sota vienen presentando variadas propuestas que no llegan a ser muy diferentes de las ideas de sus competidores y resultan insuficientes para cambiar el rumbo neoliberal que Menem nos marcó en los noventa. Lamentablemente, una vez más, el proyecto estratégico de Perón seguirá encajonado.
Hoy el dilema de una parte de la ciudadanía es con cuál candidato presidencial debe enfrentar al Frente para la Victoria. El voto es reafirmación de identidad política, pero también es un recurso táctico para seguir avanzando o impedir que otros lo hagan.Tal como están planteadas estas elecciones, el voto testimonial —por más méritos que tenga— no alcanza para derrotar las variantes neoliberales. El voto en blanco o la abstención le seguirá sirviendo al poder dominante, es decir, al Gobierno kirchnerista.
Por estas razones, Proyecto Sur ha impulsado en las provincias frentes y alianzas para enfrentar al Gobierno nacional y a los gobernadores que expresan a las nuevas oligarquías. En Buenos Aires decidimos apoyar la fórmula Felipe Solá-Daniel Arroyo, candidato del Frente Renovador, entendiendo que, a pesar de las diferencias que tuvimos y tenemos, es la mejor opción para enfrentar a Aníbal Fernández, la mafia y el narco Estado. Esta misma postura fue la que sostuvimos en las PASO 2015, cuando, sin compartir ni integrar el frente ECO, apoyamos a Martín Lousteau como candidato a jefe de Gobierno en el ballotage ante la posible continuidad macrista encabezada por Horacio Rodríguez Larreta.
Por lo expuesto, y dadas nuestras diferencias con las principales opciones que se presentan en la elección presidencial, Proyecto Sur, que siempre se enfrentó electoralmente al kirchnerismo y al macrismo, propone votar contra el Gobierno nacional y dar la libertad de elección a nuestros simpatizantes y militantes que tienen la suficiente madurez política para decidir desde su territorio cuál es la mejor opción presidencial para las próximas elecciones.
Gane quien gane, debemos prepararnos ante el escenario que se abrirá el día después, para aportar en la confluencia de una gran unidad de fuerzas políticas y sociales alrededor de un proyecto nacional emancipador.