La visita del Papa Francisco a los Estados Unidos culminó el pasado domingo con la Misa de cierre del 8° Encuentro Internacional de Familias. Unos días antes y mientras el Santo Padre visitaba la ciudad de Washinghton, anunció su participación en el Encuentro Mundial, para "confirmar no sólo la importancia, sino por sobre todo, la riqueza y la belleza de vivir en familia".
El encuentro mundial movilizó a la ciudad de Filadelfia. Las calles se vistieron de la imagen del Papa, y hasta las aguas del tradicional Park Love se tiñeron de color verde –color oficial del World Meeting of Families– para recibir a los visitantes.
Su Santidad, como "pastor de vida", se encontró con una Iglesia viva y esperanzada a favor de la familia. Miles de católicos de todas las edades y países circulando por las calles, ministros, religiosas y laicos, familias enteras, todos entusiasmados y expectantes ante la llegada del Santo Padre a una Filadelfia engalanada.
El Papa Francisco ejerce un liderazgo basado en la "pedagogía del rostro humano" y goza de la autoridad moral a partir de su sencillez y su humildad demostrada en su coherencia y fortaleza espiritual en cada encuentro. En sus mensajes recalcó la importancia de vivir "la cultura del cuidado", destacando permanentemente que la familia es el primer ámbito ecológico para la vida de cada uno de sus miembros, incluyendo a los abuelos al rescatar la importancia de los vínculos intergeneracionales.
Reclama la necesidad de contar con una sociedad que cobije y proteja a los vulnerables de nuestro mundo. "Los niños y los jóvenes son el futuro, son la fuerza, los que nos llevan adelante. Los abuelos son la memoria de la familia. Cuidar a los abuelos y cuidar a los niños es la muestra de amor más promisoria de la familia, porque promete el futuro."
El Festival de la Familia en Filadelfia convocó a más de 1.000.000 de personas que lo recibieron con júbilo para recordarle al mundo que "las familias lejos de ser una problemática a resolver, son principalmente una oportunidad" para la humanidad, presentándose como una verdadera oportunidad para el encuentro y la integración de diferentes culturas del mundo entero, en un ámbito de paz y cordialidad.
Ante la multitud el Papa Francisco se mostró cercano a las realidades habituales de cada hogar. Destacó la importancia del cuidado de los pequeños detalles en el trato familiar, como claras manifestaciones que nos recuerdan que el "amor es nuestra misión" (lema del Encuentro de las Familias): "Son gestos mínimos que uno aprende en el hogar; gestos de familia que se pierden en el anonimato de la cotidianidad pero que hacen diferente cada jornada. Son gestos de madre, de abuela, de padre, de abuelo, de hijo, de hermanos. Son gestos de ternura, de cariño, de compasión. Son gestos del plato caliente de quien espera a cenar, del desayuno temprano del que sabe acompañar a madrugar. Son gestos de hogar. Es la bendición antes de dormir y el abrazo al regresar de una larga jornada de trabajo. El amor se manifiesta en pequeñas cosas, en la atención mínima a lo cotidiano que hace que la vida siempre tenga sabor a hogar." Porque es justamente en la familia dónde el amor se da en cada comunicación y en cada gesto. Es en la vida familiar donde cada uno de nosotros aprendemos a ser comunidad, aprendemos a comunicarnos y a abrirnos al mundo que nos rodea.
Francisco nos invita a preguntarnos ¿Qué tipo de mundo queremos dejarle a nuestros hijos? Señalando que no podemos solamente pensar puertas adentro, sino que nos anima al enorme desafío de lograr la unidad de "toda la familia humana en la búsqueda de un desarrollo sostenible e integral" que seamos modelos para nuestros hijos de unidad y de paz.
Finalmente cerró su participación en la Misa con un mensaje de esperanza: se despidió deseando que cada uno sea "profeta del amor para el bien de su propia familia y de todas las familias del mundo" pero de un amor puro, abierto y solidario.