El éxito en la primera semana de proyección de Truman, la última película protagonizada por Ricardo Darín, puso en escena nuevamente el amor incondicional entre el humano y los perros.
El argentino representa a un enfermo terminal obsesionado por encontrarle un futuro hogar a su mascota para cuando él ya no esté. Allí se expone la posibilidad real de que el humano pueda sentir tanto o más cariño por una mascota que por un par.
"El amor hacia el perro es voluntario, nadie lo fuerza. Ninguna persona puede otorgarle a otra el don del idilio. Eso sólo lo sabe hacer el animal", escribió Milan Kundera en La insoportable levedad del ser. Al parecer, la ciencia avala esa apreciación.
Un estudio del Departamento de Ciencia Animal de la Universidad de Azabu, en Japón, reveló que el amor entre un perro y su dueño tiene muchas similitudes entre el de una madre y su hijo. Los investigadores metieron a 30 canes y sus dueños en una habitación y midieron en ambas partes la cantidad liberada de la oxitocina, también llamada hormona del amor.
La conclusión fue sorprendente: en el momento en que ambos cruzaban la mirada, más oxitocina producían sus cerebros.
"Estos resultados respaldan la existencia de un bucle de oxitocina, que se autoperpetúa en la relación, como el vínculo de una madre y su hijo", explicó el lider de la investigación, Takefumi Kikusi.
Una apertura al mundo
La presencia de un perro no sólo puede ser vital en el aporte de afecto y compañía para un humano, sino también puede ser clave en la apertura social.
"A lo largo de los años, he notado que el amor es incondicional y que la presencia de un animal puede representar un antes y un después en la vida de una persona y su relación con la sociedad", explicó a Infobae Alicia Dell Arcitrette, presidenta de la Asociación Argentina de Terapia Asistida con Perros (TACOP).
Esta organización trabaja desde hace más de 15 años en la asistencia con perros a enfermos terminales y personas discapacitadas.
"Un perro puede cambiar la vida de alguien. El sólo hecho de responsabilizarte por él te obliga a salir a la calle, a estar en contacto con otras personas, a seguir una rutina. Eso, para alguien que sufre depresión, por ejemplo, puede ser fundamental", añadió Dell Arcitrette.
La American Animal Hospital Association realizó una encuesta a mujeres casadas con perros en sus casas: el 40% sentía más apoyo emocional por parte del animal que de sus maridos o sus hijos.
Dell Aritrette recuerda dos historias que le quedaron marcadas para siempre: la primera fue en 1998, cuando un enfermo de HIV de 38 años, agobiado por la discriminación sufrida en la época, no quería saber nada con el animal. "Fue la propia perra la que creó el vínculo, nosotros no hicimos nada", dijo la titular de TACOP a Infobae.
La segunda fue de una niña con sus cuatro extremidades amputadas y que generó con su perro un método propio y único de caricias y afecto mediante el movimiento de su pelvis en el suelo.
El factor social
La repercusión social también representa un factor esclarecedor sobre la importancia de los perros para las personas.
La Northeastern University de Boston realizó un experimento conducido por un experto local en relaciones humano-animal y por un erudito en crimen. La prueba consistió en brindarles a 250 estudiantes noticias falsas sobre ataques a un niño, una mascota, un humano adulto y un perro adulto, y luego analizar sus reacciones.
La mayoría de los analizados sintió mayor empatía con el caso del niño y casi un mismo porcentaje lo hizo por una mascota. El adulto humano quedó último en la lista por una vasta diferencia.
Un negocio en ascenso
Como no podía faltar en cualquier ámbito, la economía también sacó su rédito en este amor incondicional.
La propia industria de artículos para animales tituló el boom de su sector como "la humanización de las mascotas".
Sólo en EE.UU. la venta de productos recaudó 64 mil millones de dólares en 2014 y se proyecta que la cifra escalará hasta 75 mil millones en 2017.
Además, un conjunto de las compañías más importantes de Nueva York realizó una encuesta a sus consumidores y descubrieron que el 70% de las personas no tienen ningún problema en comprarle el alimento más caro a su perro.
La espera con ansiedad del reencuentro en casa.
Cuando se regresa al hogar después de una jornada de trabajo, él siempre está ahí, dispuesto a jugar, dar besos o acurrucarse en algún rincón. No hay posibilidades de encontrarlo perdido en un juego de PlayStation y en medio de lágrimas ante una telenovela turca.
Es el mejor oyente. El perro nunca interrumpe cuando le hablan. Uno puede enojarse, dar un sermón, convertirse en un empalagoso de piropos y él sólo mirará y analizará con criterio cada palabra escuchada
Jamás cuestiona los hábitos. Si un domingo surge una maratón de partidos de los equipos grandes de Argentina, el perro se dedicará a acompañar sentado en el sillón. No insultará a los jugadores, aceptará cualquier tipo de resultado y aportará mimos en caso de la tristeza del dueño.
No hay que conocer a sus padres. En el amor humano-perro se evita una de las mayores pesadillas posibles: conocer a los suegros. El vínculo es de uno a uno y en ese campo no entran comentarios, "sugerencias" y mandatos de terceros.
Nunca juzgará por la moda o el físico. Es el único de la casa que puede ver desnudo a su dueño y no hacer ningún comentario sobre su peso, la piel o el cuidado de las manos. Respetará la ropa que se elija para afrontar el día, aún cuando eso signifique 24 horas con el pijama puesto.