Eran las 07:26 de la mañana del viernes 25 de septiembre, cuando el adolescente empezó a dar vueltas en la vereda. Tenía que entrar a la escuela, pero algo lo frenaba. Evidentemente, no quería.
Probaba la resistencia de la suela de sus zapatos, tiraba patadas al aire. Hasta que empezó a caminar.
Entonces escuchó un extraño ruido que se acercaba hacia él. Era el chirrido de los neumáticos del auto fuera de control, intentado frenar.
El impacto era inevitable y difícilmente podría haber sobrevivido. Pero un poste de luz se interpuso y le permitió ser un simple testigo del choque. Cuando el auto se estrelló, lo único que atinó a hacer fue salir corriendo.
Una hora antes, a unos 700 kilómetros, en Rusia, un hombre también había salido a correr, pero por placer. Eran las 06:13 cuando trotaba al costado de la calle y una camioneta se le vino encima a toda velocidad.
No había reacción posible. Pero allí también apareció un poste salvador. El vehículo se inclinó hacia el costado, siguió de largo y chocó contra un muro. Un día de milagros en Europa del Este.