Calentamiento global: la cumbre de París puede cambiar el mundo

En diciembre, la conferencia sobre cambio climático de las Naciones Unidas podría dar pasos importantes para reducir el efecto invernadero. El rol del papa Francisco

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La amenaza más concreta que enfrenta la humanidad no es, como en los alocados años de la Guerra Fría, un apocalipsis nuclear; tampoco es –como en la ciencia ficción– una invasión extraterrestre. El calentamiento global es, en cambio, el enemigo público número uno. Combatirlo viene siendo, desde hace dos décadas, una batalla compleja donde necesidades ecológicas, presiones de sectores de poder y política juegan un ajedrez donde casi nadie gana.

En diciembre tendrá lugar en París la cumbre sobre cambio climático organizada por las Naciones Unidas. Y aún cuando muchos son escépticos, esta vez algo podría cambiar.

La desconfianza tiene fundamentos históricos. El acuerdo de Kyoto, firmado en 1997, no logró comprometer al mundo con políticas de reducción de las emisiones de gases nocivos a la atmósfera. El acuerdo de Copenhagen, diez años posterior, tampoco consiguió aunar esfuerzos. Barack Obama hizo varios intentos para que Estados Unidos fuera parte de los convenios multinacionales en materia de calentamiento global, pero sus proyectos fueron saboteados por los estados petroleros, incluyendo los que estaban bajo control del partido demócrata.

Reuters
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Mundo en crisis

En los últimos años, el ritmo de deterioro del medio ambiente se ha incrementado. Este mes de julio fue, a nivel mundial, el más caluroso del que la historia tenga registros. Un estudio reciente de la NASA afirma que el nivel del mar podría subir tres veces más rápido de lo estimado en las próximas décadas, debido al efecto invernadero.

La opinión pública ha señalado con el dedo a Estados Unidos como responsable del fracaso mundial de políticas de calentamiento global por su negativa a suscribir el acuerdo de Kyoto. Los conservadores han oscilado entre un defensa medida –afirmando que las emisiones de gases de carbono del país no son suficientes como para alterar el balance, lo cual es cierto– y un negacionismo absurdo (más de un precandidato a presidente de ese país suscribe a la idea de que no hay bases científicas sólidas y que se exagera al hablar de calentamiento global).

China salió de la pobreza aumentando su industrialización con energías sucias, pero supo darse cuenta a tiempo y cambiar

Pero eso no es todo. En el último cuarto de siglo, China salió de la pobreza a fuerza de industrialización y fuentes energéticas "sucias" pero baratas. Sus emisiones de gases de efecto invernadero se cuadruplicaron en los últimos veinticinco años.

De todos modos, China tampoco es el enemigo. Su gobierno supo darse cuenta a tiempo. Durante el último año, la potencia asiática redujo sensiblemente su explotación y uso industrial de combustibles fósiles, consecuencia de una política gubernamental apuntada a reducir la polución que pone a sus grandes ciudades en la frontera de lo irrespirable. Su producción de energía eólica se ha multiplicado por diez en la última década y están invirtiendo también en plantas hidroeléctricas.

El gobierno chino está demostrando que los medios de producción pueden reconvertirse hacia energías limpias y aún así ser rentables. Con esa perspectiva, la agenda para el encuentro de la ONU en diciembre comienza a delinearse.

 AP 162
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Un milagro en marcha

A las acciones concretas de China y a la buena voluntad de Estados Unidos, se suman otras voces. Brasil ya prometió mayor inversión en energía renovable y en continuar sus esfuerzos para preservar la selva amazónica. Corea del Sur promete reducir sus emisiones de carbono en un 37% para el 2030 y la Unión Europea acompaña con el objetivo de volver a su nivel de emisiones de 1990, un 40% por debajo del actual.

Por supuesto que la voluntad política deberá estar acompañada de una revolución tecnológica. De poco sirve tener la buena intención de reducir las emisiones de carbono si una parte importante de la industria y el transporte continúa consumiendo combustibles fósiles. Pero los combustibles alternativos y las fuentes de energía limpias están en alza.

La voluntad política para combatir el calentamiento global y las consecuencias del efecto invernadero no es suficiente, también hace falta desarrollo tecnológico

Los autos híbridos son una realidad técnica que, aún cuando le tomará años imponerse como el estándar, va ganando lugar en los mercados. El uso de paneles solares, por otro lado, se ha multiplicado exponencialmente al ritmo de la baja en el precio del hardware: mientras que hace veinte años producir energía solar costaba alrededor de diez dólares por watt, hoy cuesta apenas cincuenta centavos. Del lado de los consumidores, también hay un cambio: a nivel mundial, la iluminación de bajo consumo y el uso de lámparas led deja de ser un antojo para pasar a ser la norma. Porque no solo es saludable para el planeta producir energía limpia. También ayuda consumir menos.

 AFP 162
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Algunos referentes mundiales acompañan y, mientras Barack Obama busca crear consciencia mediante un viaje al Ártico, el Papa Francisco pone el cuidado del medio ambiente entre los temas claves de la Iglesia desde su encíclica Laudato si, publicada en junio, donde critica el consumismo y el desarrollo irresponsable, además de lamenta la degradación ambiental y el calentamiento global.

Desde la arena política, sin embargo, se corre una carrera contra el reloj: si Washington va finalmente a sumarse a la cruzada global contra las emisiones de carbono, debe hacerlo a fines de este año en París. Es su última oportunidad. El riesgo de que Donald Trump –o Jeb Bush, o cualquier otro republicano– llegue a la Casa Blanca en el 2016 podría dar por tierra con los esfuerzos de la administración Obama.

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