Para la mitología romana, fue el dios de la guerra. En la literatura, fue la gran fantasía de Ray Bradbury. La pantalla lo convirtió en escenario de aventuras para un abanico de actores que va de Arnold Schwarzenegger a Matt Damon.
Es el vecino de al lado. El planeta rojo. Ese, ahí nomás, a la vuelta de apenas 225 millones de kilómetros. Un mundo hacia el cual el ser humano ya está en camino.
Y por supuesto que, entre los embajadores de la humanidad, hay un argentino.
Pablo de León –nacido en Cañuelas en 1964– es ingeniero aeroespacial. Hace ya veinte años que trabaja para la NASA. Esta semana obtuvo por concurso un subsidio de la agencia espacial norteamericana para incursionar en la "aquitectura marciana". Durante los próximos tres años, el laboratorio que dirige en la Universidad de North Dakota se dedicará a desarrollar los módulos habitables donde vivirán y trabajarán los primeros hombres en pisar el suelo arenoso de Marte.
En el año 2009, su equipo desarrolló un primer módulo habitable para Marte. Ahora, deberán ampliar esa infraestructura, creando nuevas unidades que se le conecten. "Algunos módulos serán sólidos y otros inflables", explica el ingeniero, que ya tiene en su agenda la creación de una sala de comunicaciones, un invernadero –durante la estadía de los primeros hombres en Marte cultivarán sus propios alimentos– y un espacio habitable que incluya camarotes, baños, cocina y todas las comodidades necesarias para una temporada de entre seis y ocho meses bajo un mismo techo. Uno donde no existe el "estás nominado" ni hay chances de "abandonar la casa" en forma voluntaria.
"Es tanto lo que hay que hacer, que uno se pone un poco nervioso, es mucha responsabilidad", confiesa De León a Infobae. Es que tres años podrá parecer muchísimo, pero los tiempos apremian cuando la misión es tan compleja como llegar por primera vez a otro planeta. De hecho, la NASA no tiene intenciones de tocar suelo marciano antes del 2030. Pero, para llegar a tiempo, el trabajo está en marcha desde hace años.
"Solo el vuelo a Marte toma más de un año, además del tiempo en la superficie", explica el ingeniero, "Para eso necesitamos mucho más que una nave espacial".
En dos décadas trabajando para la NASA, Pablo de León ha hecho varios desarrollos. Hoy le toca ser el arquitecto, pero, en el pasado, le tocó jugar el rol de "sastre": una de sus especialidades es el diseño de trajes espaciales.
Y el look que tienen preparado para Marte es muy distinto de lo que el mundo se ha acostumbrado a ver en las pasarelas de la Estación Espacial Internacional o, inclusive, en los históricos alunizajes. "El traje lunar es pesado, porque la gravedad de la Luna es mínima", detalla, "Y en el espacio abierto se puede usar un traje que pese doscientos kilos, que en la ingravidez no se siente".
Pero Marte, con una fuerza de gravedad similar a la de la Tierra, necesita otra clase de "outfit". Los trajes tienen que ser "livianos y a la vez resistentes, para preservar la salud del astronauta y a la vez permitirle moverse, agacharse, agarrar cosas, hacer trabajo", dice el experto. El secreto está en combinar los materiales más resistentes y a la vez livianos para cada necesidad.
Claro que vestirse para un viaje de este tipo no es gratis: aun cuando la información no es pública, De León se anima a cotizar los trajes en "varios millones de dólares; el costo de mantener a un ser humano vivo en el espacio".
Naves espaciales, trajes de kevlar, hábitats inflables en otro planeta. Apenas las primeras líneas de un nuevo capítulo en la historia de la exploración del espacio, la frontera final. ¿Llegará la humanidad a construir las colonias que soñaba Bradbury? ¿Será Marte algún día un destino de vacaciones como en El vengador del futuro?
Una predicción de ese calibre es terreno, justamente, para la ciencia ficción. Pero lo que sí es cierto es que "el futuro de la humanidad está en el espacio", dice De León, "como una forma para aprender y para mejorar la vida en la Tierra".