La desbocada inflación que sufren los venezolanos obliga a estos a utilizar más billetes para realizar sus compras, pero por enésima vez el régimen chavista decidió actuar a contramano de la situación y restringió la entrega de papel moneda a los bancos.
Por este motivo, y por más que la administración de Nicolás Maduro pretenda ocultarlo, desde principios de agosto existe en Venezuela un "corralito silencioso" por el cual las entidades bancarias redujeron a la mitad la cantidad de dinero que sus clientes pueden extraer de sus cajeros automáticos.
Además, estos retiros sólo pueden concretarse en billetes de baja denominación ya que el Palacio de Miraflores comenzó a restringir la circulación de billetes de mayor denominación (los de 50 y 100 bolívares) en las zonas de frontera, alegando que eran objeto de contrabando a Colombia. En esta zona fronteriza, más precisamente en los estados Zulia y Táchira, ya rige una medida similar desde 2014.
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Esta falta de billetes en los bancos está generando un gran mercado negro de dinero en efectivo, que se suma a la creciente desinstitucionalización de la economía venezolana. En diversas ciudades venezolanas ya se transformó en algo habitual recurrir a establecimientos comerciales para obtener efectivo mediante compras ficticias a través de puntos de venta.
El fenómeno del "raspado" de tarjetas de crédito en el extranjero, para obtener dólares preferenciales mediante compras ficticias, comienza a verse ahora dentro del país. Los venezolanos también están "raspando" sus tarjetas de débito, a cambio de hasta el 10% del monto, para tener dinero efectivo en pueblos del interior, e incluso en Caracas.
Impresión, tardanza y absurdo
El 10 de octubre de 2014, el Banco Central de Venezuela (BCV) abrió una licitación internacional para la fabricación de 2.500 millones de billetes. Sin embargo, el papel moneda venezolano, al contrario de lo que supone la mayoría de la población, no suele ser elaborado dentro del país sino que tradicionalmente el BCV cuenta con proveedores extranjeros que son reconocidas casas impresoras europeas, con altos estándares de calidad.
Por este motivo, desde la fecha en la que el Gobierno decide una emisión de billetes hasta que efectivamente son puestos en circulación, transcurren meses o años. En octubre de 2014, cuando la tasa de cambio en el mercado paralelo alcanzaba los 100 bolívares por dólar, el régimen chavista se opuso nuevamente a la emisión de billetes de una denominación mayor al billete de 100 bolívares.
Alegando razones de imagen política, la cúpula gubernamental rechazó la posibilidad de ordenar la emisión de billetes de 200 y 500 bolívares, para las cuales incluso ya existían los respectivos diseños gráficos, según publica Diario Las Américas.
Pero en otro de los tantos absurdos del chavismo, la licitación del BCV de finales de 2014 solicitaba la impresión de grandes lotes de billetes de bajísima denominación, incluso de dos bolívares que ya para esa fecha equivalían a sólo dos centavos de dólar.
De acuerdo a los cronogramas de entrega, durante
estarían llegando billetes de bajísima denominación a la Casa de la Moneda. La devaluación de la moneda venezolana desde finales de 2014 hace que, calculado a la tasa de cambio del mercado paralelo a comienzos de agosto de 2015, se requieran
para adquirir apenas