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. Cada maniobra o decisión que tomaba, la respaldaba con anotaciones y registros de puño y letra. Todos los documentos de la empresa pasaban por su mano. Esos registros resultaron su propia perdición.
Detenido desde junio pasado bajo los cargos de pago de sobornos, destrucción de pruebas y tráfico de influencias, Odebrecht llegó a la cima de la firma familiar con el visto bueno de todo el clan. Era la persona correcta para hacerse cargo de los emprendimientos. Su empuje, sus estudios y su carácter volcaron la balanza a su favor. Representa la tercera generación al mando de la compañía que lleva su nombre. Su abuelo Norberto fue el fundador; su padre Emilio, el continuador. Él representaba la esperanza para que los negocios continuaran.
"Tercero" -como lo llaman los investigadores- es más introvertido que su padre y menos carismático que su abuelo. Sin embargo, el clan no buscaba una figura de encanto para conducir el destino del holding. Lo que requerían era una mente superior que todos reconocían en Marcelo.
Formado en el Instituto Internacional de Desarrollo Gerencial (IMD) de Lausanne, en Suiza, el nieto de Norberto Odebrecht resultó víctima de sus propias rutinas. Obsesionado con las anotaciones, el CEO dejó constancia de cada uno de los negociados en su teléfono celular: mensajes de texto, WhatsApp, correos electrónicos y otras aplicaciones sirvieron de documentos claves para la Procuraduría de Brasilia para cercar al ejecutivo y empresario.
En esos documentos recopilados por los fiscales brasileños, quedó comprobado que Odebrecht conocía cada uno de los movimientos que envuelven a la mayor contratista de Brasil en el caso de corrupción más escandaloso de la historia del país: Lava Jato.
Según O Globo, uno de los medios que más investigaron el caso que conmueve a la clase política y empresaria brasileña, el ejecutivo está dotado de una inteligencia superior a la media. Es definido como un workaholic, lo que terminó resultando en un bumerán para su defensa legal.
Los números bajo su conducción son elocuentes por sí mismos: cuando llegó a la cima dentro de Odebrecht, la empresa facturaba 38.000 millones de reales (11.000 millones de dólares). En 2014 esa cifra trepó a los 107 mil millones de reales (32.000 millones de dólares). Sin embargo, pesa sobre él la sombra de haber hecho crecer la firma con maniobras sospechadas y que podrían conducirla a la ruina. Odebrecht está acusada de haber pagado sobornos a directores de Petrobras para ganar contratos en el exterior.
La vida social de Marcelo Odebrecht confluía en los negocios. Utilizaba su mansión en la exclusiva zona de Morumbi, en San Pablo, -valuada en 5,5 millones de dólares- para recibir a funcionarios de primera línea del gobierno nacional, según consigna O Globo. Pero no desatendía su vida familiar. Eso fue lo que provocó que todo el clan estuviera deprimido luego de la detención el pasado 19 de junio.
Antes de caer, se lo veía preocupado y resentido por el escándalo que envuelve a su empresa, el gobierno de Dilma Rousseff y Petrobras. "Estoy frustrado", repetía. "Nosotros, que generamos empleo, estamos en la línea de fuego de la pelea política. El asunto es mediático", se defendía ante quien lo quisiera escuchar. También se mostraba alineado con Brasilia. Quería que el BNDES, el banco de desarrollo brasileño involucrado en el escándalo, tuviera más participación y que otorgara más subsidios para que hubiera más obras en el exterior para empresas brasileñas.
La relación entre el BNDES y Odebrecht se volvió escandalosa luego de que se conocieran detalles de las maniobras conjuntas. Sólo entre 2007 y 2014 el banco otorgó préstamos por 8.000 millones de dólares a aquellos países que contrataran a la compañía constructora brasileña.
Al asumir en persona la defensa de su empresa, "Tercero" cometió uno de los peores errores de su vida. Dejó rastros. Tan acostumbrado a registrar cada paso, su celular y su cuenta de email institucional se convirtieron en una fuente de información inagotable para los investigadores.