¿Puede una fuerza política que no logra tener una boca de urna precisa en el territorio que domina hace ocho años, ganar una elección nacional, por naturaleza más compleja?
¿Puede una fuerza política ganar una elección nacional cuando no logró salir de su propio territorio, ya que fracasó en la provincia de Santa Fe, un distrito que daba por seguro, y en otros donde tenía chances ciertas en alianza con otras fuerzas, como el caso de Córdoba?
¿Puede un partido que no usa ninguna de las armas tradicionales de la política lograr derrotar a sus competidores? ¿Por qué el PRO no denunció el respaldo que tuvo la candidatura de Martín Lousteau de parte del oficialismo? ¿Por qué Horacio Rodríguez Larreta mantuvo hasta el último minuto un discurso despolitizado, liviano, sin ningún tipo de agresión, a pesar de que el candidato de ECO subía y subía el tono de la campaña?
¿Tiene Mauricio Macri todavía la chance de transformarse en el líder que derrote al kirchnerismo que competirá en las próximas elecciones con un candidato moderado, que jamás confrontó con la oposición y los medios de comunicación independientes, ni tuvo el estilo agresivo del gobierno nacional?
¿Será Macri, en definitiva, el candidato opositor que concentre las preferencias electorales en las elecciones primarias que se disputarán el próximo 9 de agosto, o aún Sergio Massa -tercero en los sondeos- puede recuperar terreno?
La ajustada victoria del PRO en las elecciones porteñas de este domingo da paso a preguntas que ya no se hacían. Es evidente que el escenario pergeñado por el equipo político y comunicacional de Macri poco tiene que ver con lo que sucede cuando llega la hora de votar. Algo muy distinto a lo esperado está sucediendo en el electorado y el PRO todavía no lo entiende.
Está claro que Lousteau fue respaldado por el oficialismo nacional, que tuvo la inteligencia de evitar decirlo públicamente, porque hubiera provocado el desbande del antikirchnerismo hacia la candidatura de Rodríguez Larreta. Por otro lado, es evidente que mucha izquierda eligió a la fórmula de ECO, tal vez porque durante todos estos años peleó en las calles contra el modelo kirchnerista y también contra el macrismo, y quería castigarlo. Pero tiene que haber algo más.
Arriesgo una hipótesis. Lousteau exhibió carácter, fortaleza, una fuerte personalidad. Incluso más: coraje. La estrategia del PRO está dominada por una caracterización de la sociedad argentina en situaciones normales, a saber, despolitizada, conectada a internet, blanda en sus valores y preferencias. Tal vez, el electorado aún no tenga demasiado claro cómo salir de 12 años de gobierno fuerte, malo pero conocido, y si elige opositores prefiere candidatos más tradicionales, menos livianos, menos festivos, con mayor contenido.
Es llamativa la irrupción de Omar Perotti en Santa Fe, de Felipe Solá en Buenos Aires, y ahora de Lousteau en la Ciudad. Son hombres que vienen del peronismo, sólidos, poco afectos a la tinellización de la política, que alcanza tanto a Macri, como a Scioli y Massa.
Pareciera que el electorado que no está conforme con el kirchnerismo está temeroso de dar un paso a favor de un cambio sin contenido, y quiere seguridades, alguna precisión, política tradicional que le garantice que el voto que ponga en la urna será contabilizado. Tal vez hay un formato comunicacional que está gastado. Argentina empieza a despertarse de 12 años de kirchnerismo y teme dar un salto al vacío.
Si Macri quiere ganar las elecciones deberá revisar buena parte de sus certezas. El domingo por la noche algo intentó, pero fue pobre y con poca convicción. Es probable que no estuviera de buen ánimo. No hay camino de rosas para cuando se disputa con el peronismo y su maquinaria de poder. El domingo ganó. Ahora tiene tres semanas para romper con el camino que lo trajo hasta acá. Nuevos escenarios exigen nuevas estrategias.