El PRO le dice adiós a los globos

En caso de confirmarse el triunfo de Rodríguez Larreta, el domingo cambiará la tónica de los festejos en el partido de Macri

Guardar

Nuevo

 Nicolas Stulberg 162
Nicolas Stulberg 162

Mauricio Macri es un resultadista neto. Después de su primera derrota electoral, cambió de equipo político y de comunicación. Buscaba una disminución del porcentaje de electorado que "jamás lo votaría" para ganar en el próximo turno. Lo logró hace casi ocho años. A partir de ahí, solo siguió creciendo, derribando los prejuicios sobre su voluntad política y su vocación de liderazgo. Lanzada la carrera presidencial, continuó con la receta que le había dado resultado y fue derribando uno a uno a sus rivales de la oposición, logrando sus objetivos. Esperaba llegar fortalecido a las PASO del 9 de agosto habiendo ganado en Santa Fe, en Córdoba, en Mendoza, en varios distritos chicos de todo el país. Pero en los últimos meses nada salió como lo tenía previsto.

Miguel del Sel tuvo que aceptar en Santa Fe una derrota electoral por una diferencia decimal, que le impidió demostrar que el PRO podía tener una victoria por fuera de la Ciudad de Buenos Aires. Aunque hizo un buen papel, Oscar Auad tampoco logró en Córdoba la victoria. En Mendoza sí ganó su coalición, pero la UCR apenas dejó que Macri se acerque a los festejos. Chaco, Tierra del Fuego, La Rioja, provincias que confiaba ganar en coalición opositora, tampoco le dieron buenas noticias. Para colmo, la elección porteña lo tiene atado a recorrer los barrios que ya se conoce de memoria para asegurar la victoria de su candidato, cuando debería estar abocado a la campaña nacional.

Claramente, Macri fracasó en el armado de su arquitectura electoral. Los desafíos le quedaron grandes a su joven fuerza política y no supo cómo procesar las discusiones en su mesa chica (que tironea por un poder que aún no tiene), sin poder liderar la nueva coalición que lo acompaña, ni capacidad para hacerse cargo de las nuevas demandas del electorado, que pueden resumirse en dos sorpresas electorales: la buena perfomance de Omar Perotti en Santa Fe y la posición que está logrando Felipe Solá en las encuestas de la provincia de Buenos Aires. Ambos, Perotti y Solá, son dos dirigentes calificados en el PRO como "políticos tradicionales", pero por su conocimiento y experiencia de gestión generan seguridad en sectores importantes de la población a la hora de tomar una decisión de cambio.

"Mauricio estuvo dos meses confundido, pero ya encontró el rumbo de nuevo", dijo un hombre que lo conoce como pocos, y desde hace décadas, porque se convenció de que no es lo mismo una batalla municipal que otra nacional. Y agregó: "Viene una nueva etapa, sin globos ni carnaval carioca, y eso ya sucederá el domingo, cuando se verá un Macri que juegue fuerte, que muestre su coraje, que hable a fondo de política, que muestre su verdadera espesura".

El optimismo renació en las huestes amarillas. Es que, a pesar de los errores, tampoco al oficialismo las encuestas pueden dejarlo tranquilo. Ningún sondeo tiene ganando la fórmula Daniel Scioli/Carlos Zannini en primera vuelta, y en la segunda vuelta pierde irremediablemente. Y en los números del PRO, que insisten en no dar a conocer, la diferencia entre Scioli y Macri no supera los 4 puntos (34 a 30). "Mauricio nunca bajó la intención de voto y volverá a crecer apenas muestre su actitud para enfrentar la campaña del miedo al cambio que quiere instalar el Gobierno", aseguran en el PRO, confiados en que las nuevas definiciones de su candidato generarán una nueva esperanza en las mayorías.

Guardar

Nuevo