pertenecía a la
y vivía en un bosque ecuatorial cercano al
, en el
. Como todos los hombres de su tribu, no superaba el
y tenía los dientes artificialmente afilados.
La periodista Pamela Newkirk cuenta su historia con lucidez y precisión en Spectacle: The Astonishing Life of Ota Benga ("Espectáculo, la increíble vida de Ota Benga"), publicado esta semana por Amistad, en los Estados Unidos.
El joven era la presa perfecta para Samuel Phillips Verner, un estadounidense que había sido enviado a África en 1904 a buscar pigmeos para ser exhibidos en la Exposición Universal de Saint Louis. Con la ayuda de traficantes de esclavos, el empresario secuestró a Benga y a otras ocho personas de su tribu.
Luego de llevarlo durante dos años a distintas ferias y exhibiciones, Verner lo vendió al Zoológico del Bronx, en Nueva York. Allí fue "alojado" en la "casa de los monos".
Tenía que dormir junto a un orangután amaestrado, con el que se trenzaba a golpes y hacía de cuenta que hablaba en un lenguaje gutural. Era toda una puesta en escena para entretener al público, ante quien era presentado como el "eslabón perdido", como la prueba de que el "hombre evoluciona del mono".
La enorme presión ejercida por grupos afroamericanos en repudio del ostensible monumento al racismo que suponía semejante espectáculo, obligó al zoológico a terminar con la exhibición. Luego pasó por un orfanato y fue adoptado por la poeta Anne Spencer.
Intentaron introducirlo a la fuerza en las costumbres estadounidenses. Lo vistieron con pantalones largos, camisa y saco, y lo inscribieron en un seminario teológico.
Pero Benga no podía adaptarse a esa nueva vida. Angustiado y perdido en el mundo, se suicidó de un disparo en el corazón en marzo de 1916. Tenía apenas 33 años.