Desde el mismo 25 de Mayo de 1810, empezó la búsqueda de una canción patria que alimentara el fervor revolucionario. Circulaban, en Buenos Aires, y en los frentes de guerra que inmediatamente se abrieron, varias composiciones menores, entre ellas una de Esteban De Luca.
Según Juan María Gutiérrez, estudioso de la poética revolucionaria, la canción patria que finalmente quedó oficialmente consagrada como himno nacional, fue creada en 1813.
"La Asamblea –escribe Gutiérrez- que tanto contribuyó con sus sabias y audaces determinaciones a preparar la independencia, apeló al talento y al patriotismo" de Vicente Fidel López, invitándolo "a componer un canto popular que alentase a nuestros soldados en la pelea y mantuviese en el pecho de todos los ciudadanos el entusiasmo de la libertad".
Lo cierto es que el 11 de mayo de 1813, la Asamblea, con la firma de su presidente, Juan Larrea, y de su secretario, Hipólito Vieytes, le comunica al Triunvirato la adopción del himno: "Aprobada por esta Asamblea General, la canción que por encargo de este soberano cuerpo en 6 de marzo último ha trabajado el diputado López, téngase por la única marcha nacional, debiendo por lo mismo ser la que se cante en todos los actos públicos (...)". Debía entonarse de pie y con la cabeza descubierta.
El Triunvirato determina entonces que "por decreto soberano del 11 del corriente se ha ordenado que la siguiente canción sea en las Provincias Unidas la única Marcha Patriótica" y expresaba que el objetivo era "inspirar el inestimable carácter nacional y aquel heroísmo y ambición de gloria que ha inmortalizado a los hombres libres".
Vicente López y Planes (1785-1856), que era abogado y escritor, y uno de los protagonistas de Mayo, integraba la Asamblea como diputado por Buenos Aires.
Una canción gestada en el teatro
Esta es la historia formal de cómo se adoptó el himno, pero según investigaciones históricas posteriores, la canción existía desde unos meses antes y el marco de su nacimiento fue el teatro, centro de la cultura popular por aquellos tiempos y con frecuencia eco de los agitados acontecimientos políticos de esos años. Fue en ese ámbito que, durante 2012, surgió la idea de componer una canción patria.
El 24 de mayo de 1812, Ambrosio Morante, actor y dramaturgo, presentó en el teatro de Buenos Aires la obra "El 25 de Mayo" que rememoraba las escenas de la Revolución de 1810, con el pueblo reunido en la plaza. La pieza concluía con la invitación al público –en el que se mezclaban muchos miembros del nuevo gobierno- a cantar una canción patria musicalizada por Blas Parera. La obra de Morante habría inspirado en Vicente López y Planes la idea de componer un himno.
Y, en julio de 1812, el Triunvirato le pidió al Cabildo que buscase "un poeta y músico que compusiera una Marcha Patriótica o canción de esa clase". López y Planes fue el elegido. En noviembre, en los salones del Consulado, Blas Parera, un músico catalán, ejecutó por primera vez la canción compuesta por López y Planes con una orquesta de 15 ejecutores y un coro de niños cantores.
Enseguida la canción empezó a sonar también en las tertulias que tenían lugar en el salón de Mariquita Sánchez de Thompson.
La Marcha Patriótica fue impresa por primera vez en la imprenta de los Niños Expósitos el 14 de mayo de 2013.
Fuentes de inspiración
Según Menéndez y Pelayo, López y Planes quiso imitar el canto de guerra que Jovellanos compuso para Asturias en 1811. Lo cierto es que eran tiempos en que la revolución necesitaba afirmarse en el campo de batalla y la composición de López traduce ese espíritu.
El propio poeta explicó años más tarde cuáles fueron sus fuentes de inspiración: "Es verdad que mi oficial composición del Himno Nacional ha tenido una fortuna que yo no esperaba. Sin duda la lectura temprana de las poesías orientales, de la Biblia, las de Virgilio y la de los poetas españoles de mi tiempo, unidas a mi imaginación del porvenir americano, cuyo magnífico desarrollo presentía con la revolución política contemporánea, exaltaron mi patriótico entusiasmo hasta poder representar los sentimientos de mi país, y de la Asamblea que me honró con esa comisión, de un modo satisfactorio".
El himno completo dura 20 minutos, pero se canta una versión de menos de 4, que incluye una sola estrofa y el estribillo.
Fue en tiempos de la presidencia de Roca, en 1900, que se decidió, sin modificar la letra, elegir versos menos agresivos hacia España, y es desde entonces que se cantan los 4 primeros y los 4 últimos o la primera y última cuarteta. Esto se hizo por decreto, con el argumento de que se trataba de versos que "armonizan con la tranquilidad y la dignidad de millares de españoles que comparten nuestra existencia," y que por lo tanto debían "preferirse para ser cantadas en las festividades oficiales, por cuanto respetan las tradiciones y la ley sin ofensa para nadie".
El himno argentino es una de las composiciones más admirables del mundo en su género, junto con La Marsellesa, pero tiene una originalidad que es su introducción instrumental –inspirada en las oberturas de las óperas-, algo poco habitual en las canciones patrias de otros países.
El nombre inicial fue "Marcha Patriótica", más adecuado a su letra y música, y fue recién en 1847 que se lo llamó "Himno Nacional Argentino".
LETRA COMPLETA
Himno Nacional Argentino
Letra: Vicente López y Planes
Música: Blas Parera
Coro
Sean eternos los laureles
que supimos conseguir:
coronados de gloria vivamos,
o juremos con gloria morir.
Estrofas
¡Oíd, mortales!, el grito sagrado:
¡libertad!, ¡libertad!, ¡libertad!
Oíd el ruido de rotas cadenas
ved en trono a la noble igualdad.
Se levanta a la faz de la Tierra
una nueva y gloriosa Nación
coronada su sien de laureles
y a sus plantas rendido un león.
De los nuevos campeones los rostros
Marte mismo parece animar
la grandeza se anida en sus pechos
a su marcha todo hacen temblar.
Se conmueven del Inca las tumbas
y en sus huesos revive el ardor
lo que ve renovando a sus hijos
de la Patria el antiguo esplendor.
Pero sierras y muros se sienten
retumbar con horrible fragor
todo el país se conturba por gritos
de venganza, de guerra y furor.
En los fieros tiranos la envidia
escupió su pestífera hiel.
Su estandarte sangriento levantan
provocando a la lid más cruel.
¿No los veis sobre México y Quito
arrojarse con saña tenaz,
y cuál lloran bañados en sangre
Potosí, Cochabamba y La Paz?
¿No los veis sobre el triste Caracas
luto y llanto y muerte esparcir?
¿No los veis devorando cual fieras
todo pueblo que logran rendir?
A vosotros se atreve, argentinos
el orgullo del vil invasor.
Vuestros campos ya pisa contando
tantas glorias hollar vencedor.
Mas los bravos que unidos juraron
su feliz libertad sostener,
a estos tigres sedientos de sangre
fuertes pechos sabrán oponer.
El valiente argentino a las armas
corre ardiendo con brío y valor,
el clarín de la guerra, cual trueno,
en los campos del Sud resonó.
Buenos Aires se pone a la frente
de los pueblos de la ínclita Unión,
y con brazos robustos desgarran
al ibérico altivo león.
San José, San Lorenzo, Suipacha.
Ambas Piedras, Salta y Tucumán,
la colonia y las mismas murallas
del tirano en la Banda Oriental,
son letreros eternos que dicen:
aquí el brazo argentino triunfó,
aquí el fiero opresor de la Patria
su cerviz orgullosa dobló.
La victoria al guerrero argentino
con sus alas brillantes cubrió,
y azorado a su vista el tirano
con infamia a la fuga se dio;
sus banderas, sus armas se rinden
por trofeos a la Libertad,
y sobre alas de gloria alza el Pueblo
trono digno a su gran Majestad.
Desde un polo hasta el otro resuena
de la fama el sonoro clarín,
y de América el nombre enseñando
les repite: ¡Mortales, oíd!
Ya su trono dignísimo abrieron
las Provincias Unidas del Sud!
Y los libres del mundo responden:
¡Al gran Pueblo Argentino, salud!