La advertencia con que el editor de Frontier: Exploring the Top Ten Emerging Markets of Tomorrow, abre el libro que el economista británico Gavin Serkin ha dedicado a los mercados emergentes entre los emergentes, suena a "este producto es perjudicial para su salud".
"Los mercados financieros y las condiciones pueden cambiar con rapidez, por lo cual las opiniones de este libro no se deberían tomar como afirmaciones efectivas sobre hechos ni se debería confiar en ellas cuando se toman decisiones sobre inversión. No se deberían considerar como consejo o recomendación para comprar, vender o mantener una inversión en particular."
Sin embargo, la obra del editor de Bloomberg News no es un libro de autoayuda para el millonario moderno: es un retrato de cómo se mueve el capital en el mundo globalizado. Desde ese punto de vista el texto es lo opuesto a perjudicial: una sana exploración del paisaje económico actual, si dentro de la salud –mental, en este caso– se cuenta la posibilidad de comprender la realidad tal como es y no como sería lindo que fuera.
"¿Cuál es el mejor lugar del mundo para poner el dinero?", se pregunta el autor. Y conmociona: "En lo que va de esta década, es un país al que se considera tan malhadado que integra la lista de los diez estados más frágiles; un día donde la esclavitud moderna, la violencia y el desmoronamiento de la ley del orden público lo ubican entre los tres peores antros del planeta."
El lugar es Nigeria. Un país partido en dos, donde el norte es paupérrimo y sufre la barbarie de Boko Haram.
La lista se completa con Vietnam, Argentina, Arabia Saudita, Kenia, Myanmar, Rumania, Egipto, Sri Lanka y Ghana.
Hasta hace poco los inversores globales poderosos tachaban de sus listas a esos lugares, como casos perdidos. "Ahora forman un universo de inversión en crecimiento, conocido como los mercados fronterizos: una salida que precede a los mercados emergentes más convencionales y desarrollados que tienen fondos de inversión con billones de dólares compitiendo para comprar activos. Mientras algunos se ubican como fronterizos porque tienen leyes de inversión restrictivas o mercados pequeños, la mayoría son pobres o están desgarrados por conflictos", se lee en Frontier.
Argentina es el único país elegido como fronterizo en América Latina, pero pronto puede tener compañía: desde el inicio del diálogo con los Estados Unidos en diciembre pasado, Cuba tiene características para ser el próximo.
En diálogo exclusivo con Infobae, Serkin analizó ese tema y otros de su libro.
–¿Qué caraceriza a los mercados fronterizos, los emergentes entre los emergentes?
En su mayoría no han alcanzado el nivel de emergentes aún. En África están en un nivel muy anterior al de los mercados emergentes, que es un concepto sobre el cual escuchamos más por lo general. En la mayor parte de los casos esto se debe a que los ingresos son menores y no hay tanta renta disponible para gastar en bienes de consumo. Y eso significa que en esos países las compañías no pueden ampliar su alcance: por lo general están limitadas en cuánto se pueden expandir y tampoco pueden competir en el plano internacional. En África hay países que les gustan a los inversores porque ven que por primera vez la gente tiene algún dinero para gastar y lo usan en compañías locales de consumo, y ellos invierten en esas empresas.
–Su libro señala que no es esa la única forma de ser considerado mercado fronterizo. ¿Qué otros aspectos cuentan?
Argentina, por ejemplo, es uno de los pocos países en el mundo que fue un mercado emergente y que fue bajado de categoría a mercado fronterizo porque para los inversores extranjeros no tiene las credenciales de otros emergentes por la crisis económica que atraviesa.
También hay otros fronterizos como Arabia Saudita, que es extremadamente rico para los estándares de los mercados emergentes, pero cabe en la categoría porque los inversores extranjeros no tienen mucho acceso. Arabia Saudita no permite inversiones extranjeras en la bolsa de valores sin un intermediario local, y eso está a punto de cambiar: se dispone a abrirla por primera vez a la inversión extrajera.
Probablemente el otro mercado fronterizo que parece una anomalía es Rumania. Es un miembro de la Unión Europea, relativamente rico según los estándares de los mercados emergentes y pobre para los estándares europeos, pero es un mercado fronterizo porque su bolsa de valores es muy pequeña, por lo cual para los grandes inversores es difícil ir allí y gastar una cantidad significativa.
–¿Y Vietnam?
Vietnam es fronterizo por las restricciones que pone a las cantidades que acciones que los inversores extranjeros pueden comprar: hasta el 49 por ciento de la participación en una compañía. También existen restricciones a otra clase de adquisiciones, como se puede esperar de un país comunista. Por último, se encuentra en las etapas tempranas de desarrollo económico: es un país pobre según los estándares internacionales.
–¿Cuánto de este fenómeno se puede atribuir a la globalización? ¿Es la primera vez en la historia que las mejores inversiones surgen en los lugares más vulnerables?
Creo que este es el momento en el cual se ve más obviamente que esto sucede. Sin dudas por la globalización de la industria financiera los inversores están a la búsqueda del próximo lugar de crecimiento económico, y los mercados emergentes han mostrado cómo es se puede dar en un país en desarrollo. Los inversores lo han visto, y ahora están en busca de los próximos lugares. Y muchos de esos países tienen temas complejos que resolver: a veces conflictos, a veces altos niveles de pobreza, y a veces conflictos debidos a los niveles de pobreza extrema. Si pensamos en Nigeria, por ejemplo, lo que sucede con Boko Haram en el norte tiene todo que ver con que existe una división del país y el norte es paupérrimo, por debajo de los niveles de pobreza. Los inversores se sienten atraídos a mirar algunos de estos países que en el pasado se podrían haber dado por perdidos por ser demasiado peligrosos para pensar en invertir en ellos, pero las lecciones de los mercados emergentes durante los últimos diez o veinte años son que los cambios ascendentes se dan desde esas bases bajas, en economías donde todavía no se ha producido el crecimiento. Y es muy lógico: si se piensa en algo que ha de crecer masivamente, cuanto más pequeño es, mayor es su potencial de crecimiento.
Además, vivimos en un mundo mucho más internacional en lo que respecta al comercio, por lo cual es mucho más fácil que un país como Kenia, por ejemplo, pueda competir con su tecnología en el escenario mundial. La tecnología es una industria emergente alrededor de Nairobi: se ve cómo Kenia ha desarrollado una red para mover dinero mediante la telefonía celular, Safaricom. Y muchas empresas miran lo que Safaricom ha conseguido, y se dan cuenta de que se puede expandir globalmente.
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–Algunos lectores de Infobae criticaron que el concepto de mercado fronterizo se sintetizaba en gente rica que saca ventaja de gente pobre. ¿Cuál es su opinión?
–Es un punto para explorar. En el caso de Argentina, está claro por qué la gente puede tener esa opinión sobre los inversores extranjeros. Cuando miramos la situación legal alrededor de los bonos y los fondos de inversión que Cristina Fernández de Kirchner ha llamado corruptos, existe la sensación de que hay una comunidad internacional que está abusando de países para hacer dinero en situaciones de crisis. Ahora, si eso justifica esa perspectiva sobre las inversiones, depende del punto de vista de cada quien.
Para los inversores internacionales con los que viajo, el dinero que ingresa a un país puede ayudar a mejorar a las masas de población. Porque si miramos a los países donde no ingresa el capital internacional, vemos que el crecimiento económico es muy difícil. Uno de los encuentros más interesantes que tuve sucedió en Nigeria, con el ex titular del Banco Central, Sanusi Lamido Sanusi, quien fue uno de los que verdaderamente enfrentó la corrupción bancaria y abordó la pobreza. Él se concentró en el norte del país, donde la pobreza es extrema, y se unió con el hombre más rico de África, Aliko Dangote, para abrir una procesadora de tomates que mejoró la situación de muchos campesinos del norte. Sin la procesadora, cultivaban tomates pero tenían un período muy breve para venderlos antes de perderlos; como muchos cosechaban a la vez, no lograban vender todo y los tomates se pudrían en la tierra. Ellos instalaron la procesadora y pusieron un precio fijo a los tomates que los campesinos podían vender para convertir en pasta de tomate. Esa producción implica no sólo una mejoría para los campesinos sino que en el nivel global Nigeria depende menos de la importación de tomates de China y otros países de Asia.
–¿Todo depende de cuál sea el uso que se le da al capital?
Muchas veces el ingreso de dinero a un país hace que la administración de ese país sea responsable de rendir cuentas, porque el gobierno está asumiendo la inversión extranjera. También hay que aclarar qué se hace con el dinero: los inversores controlan cuánto se gasta en la inversión, cuánto va a corrupción...
Desde mi punto de vista, la inversión extranjera puede tener un resultado extremadamente beneficioso. Es posible encontrarse con situaciones en las cuales la inversión extranjera hace mucho bien, ayuda al desarrollo de la economía. Pero también hay otras situación en las cuales el dinero cae en las manos equivocadas: ayuda a que los funcionarios corruptos se mantengan como funcionarios corruptos, y no llega a las masas de la población.
–En su libro menciona entre los factores problemáticos, además de la corrupción, la inflación. ¿Cómo se evalúan estos factores para decidir una inversión?
Argentina es el ejemplo cardinal de la inflación. En una sub-parte del capítulo sobre Argentina en el libro analizo la devaluación de la moneda y cómo se cambiaron las distintas denominaciones, de modo tal que aquella de veinte años atrás ya no vale nada. Para los inversores la inflación es un problema grande por varias razones: por ejemplo, si invierte en bonos a diez o veinte años y la moneda se devalúa tanto, al final del plazo no habrá con qué pagar la inversión porque, cuando se lo convierta a dólares, la cifra será insuficiente para devolver la inversión. La inflación es también muy dañina para la economía: no se puede ahorrar, no se puede planificar, hay que gastar lo que se pueda en el momento y causa una distorsión extrema. Argentina lo sabe muy bien; Rusia también. La inflación es muy destemplada con la gente.
–Usted eligió a la Argentina como mercado fronterizo en América Latina, pero todo el continente tiene malas predicciones para los próximos años. Brasil tiene el problema de corrupción; México; las narcomafias. ¿Algún otro país de América Latina puede caer en la calificación de fronterizo?
–Venezuela es un candidato probable. Pero Argentina es un caso especial. Porque es un país donde tantas cosas han salido mal en el plano económico durante los últimos años que tiene una verdadera oportunidad de compensar todo eso y avanzar. Desde el cese de pagos hasta la crisis económica actual, existe la sensación de que con políticas nuevas el país se puede reinventar ante los ojos de los inversores. Tiene algunas ventajas: por la misma crisis y la deuda baja, los inversores tienen confianza en que el gobierno podría afrontar las deudas que tome. Eso es un elemento clave. Con las políticas adecuadas, la situación podría ser muy buena para la Argentina.
Desde luego todo depende de qué suceda tras las elecciones, qué políticas implementará el nuevo gobierno: si les darán confianza a los inversores o si serán más de lo mismo. Lo más dañino desde la perspectiva del mercado de la deuda, obviamente, es la situación legal por la cual el gobierno ha quedado fuera del mercado de bonos por el cese de pagos. Eso sería lo primero a resolver. Los inversores también prestan mucha atención a la situación de los subsidios: en el pasado Argentina ha gastado mucho en subsidios a la energía, y eso es un gran drenaje de los ingresos del gobierno. También miran cosas que pueden fortalecer la economía, como las reservas de petróleo y de gas.
–Otro caso especial es Cuba. ¿Qué piensa sobre la isla, ahora que se abrió un diálogo con los Estados Unidos, y considerando que mira a Vietnam como un modelo?
Cuba es un caso extremadamente interesante. Creo que en el mundo hay sólo dos países a los cuales los inversores están tratando de encontrarle la vuelta, ver qué lugar pueden ocupar en la medida en que emerjan sus economías: uno es Cuba y el otro es Irán. Ambos tienen una historia de compromiso con la inversión extranjera: Cuba e Irán han sido parte del mercado de bonos en el pasado y han tenido inversiones y buenas relaciones con inversores extranjeros. Y para los inversores sería un paso muy natural que ingresaran.
Sé que ya hay inversores planificando viajes para ver qué se puede hacer en Cuba. Ahora es muy difícil siquiera comprar algo, por las sanciones; pero cuando se las levante –si se las levanta, lo cual parece cada vez más probable– habría una economía muy apasionante para invertir. Tiene todos los sellos distintivos de un mercado fronterizo: viene de avanzar a un paso económico muy lento, sobre todo en el sentido de los ingresos. Además, la proximidad con los Estados Unidos la convierte en un lugar fantástico para la industria y el intercambio comercial; tiene una población muy educada y tiene activos naturales muy importantes. Aún si sólo se la mirase desde la perspectiva del turismo, Cuba es muy valorada en el mundo como un país para los extranjeros. Y con frecuencia los países que atraen el turismo también tienen una afinidad para la atracción de inversiones. Creo que es muy probable que Cuba se convierta en un lugar extremadamente interesante para los inversores.
–Usted mencionó a Venezuela. ¿Podría ampliar?
Sería difícil hacer una predicción sobre Venezuela en este momento. No es un caso claro y es muy diferente del resto de la región.
–Su libro también fue una experiencia de vida: llegó a aeropuertos militarizados y a países donde se cruzaba con monjes; llenó el formulario de aduanas más raro de su vida al entrar a Argentina y estuvo en lugares que no parecen fronterizos como Budapest; presenció una decapitación y lo arrestaron. ¿Cuál es su visión panorámica de este periplo global?
–Fui de países comunistas a países islámicos, de democracias a autocracias... La investigación para invertir en mercados fronterizos es muy atractiva, y tal vez también por eso les gustan a los inversores: lo que podría ser bueno en un país no lo sería en otro. En un mundo donde los mercados financieros están en correlación (la Reserva Federal, el Banco Central Europeo, el mercado petrolero), algunas de esas cosas son importantes para los mercados fronterizos, pero también existen otras herramientas para medir las características individuales de cada mercado. Si pensamos en un país como Argentina, por ejemplo, lo central es qué va a pasar con las elecciones, no tanto si la Reserva Federal cambia la tasa de interés u otro factor global. Por eso los inversores viajan a estos países: para tener una impresión de lo que sucede en el terreno.
Para mí, haber viajado por todos estos lugares me expuso a ambientes muy desafiantes. Estaba en Egipto, con todo extremadamente militarizado, y en una plaza vi a un hombre que estaba tirado en el piso, no se movía, no sé si estaba inconsciente o muerto, y por la presencia militar no me encontraba en una posición para pedir ayuda, y entonces me dediqué a documentar lo que veía: saqué una foto y esa foto me hizo caer detenido. Cuando estaba en Arabia Saudita, en la vereda de enfrente de un museo, hubo una decapitación; pregunté por qué y me dijeron que por alcohol, al final resultó que era por tráfico de drogas, pero como era un inmigrante paquistaní acaso no tuvo acceso a representación legal.
Aprendí que tener los ojos abiertos y entender que las cosas funcionan de modos diferentes, que hay riesgos distintos en cada lugar, y también para la inversión en cada lugar. Pero también creo que la inversión en estos mercados fronterizos puede hacer bien, porque puede estimular a que estas naciones quieran ser más abiertas.
Gavin Serkin actualiza su libro en www.frontierfunds.org y la cuenta de Twitter @frontierfunds