"El hecho de que Irán objetivamente haya ganado tiempo hasta aquí, en complejísimas negociaciones acerca de la cantidad de centrifugadoras, el grado de enriquecimiento del uranio y la modalidad de las inspecciones internacionales, de las que participaron cerebros altamente calificados lo coloca más cerca y no más lejos de pasar a formar parte del reducido club de los tenedores de la bomba atómica", advirtió Rafael Bielsa.
En la columna de opinión que publicó junto al ex embajador argentino en Londres Federico Mirré, el ex canciller argentino señaló que el acuerdo impulsado por el gobierno de Barack Obama "no hace del mundo un lugar más seguro".
Después de una década de reuniones sin éxito, finalmente Irán y las potencias del G5+1 (grupo conformado por Estados Unidos, Francia, Gran Bretaña, Rusia y China, más Alemania) están en la recta final de las negociaciones sobre el programa nuclear iraní.
Ambas partes habían establecido como límite el 31 de marzo para llegar a un primer acuerdo preliminar. Es decir, un convenio político. Tras largas horas de debates en la ciudad suiza de Lausana, Teherán y las potencias dieron el primer paso. Así se alcanzó un acuerdo marco, y se dieron plazo hasta el próximo 30 de junio, fecha límite para que haya un acuerdo final sobre las cuestiones técnicas del programa.
"Uno puede desconfiar del acuerdo sin necesariamente simpatizar con el Tea Party y asimismo ansiar la paz sin compartir la algarabía por el acercamiento", señalaron los diplomáticos, en el panorama que publicaron este domingo en la edición impresa del diario argentino Perfil.
Bielsa y Mirré incluso trazaron un paralelo entre los festejos que se dieron en Irán tras la firma del acuerdo y las celebraciones que hubo en Argentina cuando la última dictadura militar dio comienzo a la Guerra de Malvinas: "Cuando el jueves 2 de abril miles de personas se lanzaron a las calles en Teherán para festejar el acuerdo marco preliminar alcanzado por Irán y las potencias mundiales, fue muy difícil para un argentino razonablemente memorioso compartir la euforia".
Ambos recordaron que el primer ministro israelí Benjamín Netanyahu señaló que "todavía había tiempo de aplicar el torniquete con sanciones adicionales", aunque advirtieron que "los analistas norteamericanos especulan con que es prácticamente imposible echar por tierra el arreglo vía legislativa". "Aunque lo fuera, aún restaría el veto presidencial", indicó.
Desde un principio Occidente manifestó su temor de que Irán alcance la construcción de la bomba atómica. Por eso, una de las pretensiones del G5+1 era que el gobierno persa suspendiera el enriquecimiento de uranio, eje del programa atómico. Teherán, por su parte, rechazó estas acusaciones al sostener que la producción tiene fines civiles y no militares.
En el acuerdo marco, el objetivo es que la república islámica reciba limitaciones temporales sobre su programa nuclear, mientras las potencias levantarán progresivamente las sanciones económicas y financieras. De esta manera, Irán recibirá un importante y vital alivio en su economía, y los países del G5+1 se aseguran que si Rohani tiene la idea de fabricar una bomba, la comunidad internacional tendrá tiempo para reaccionar.
Sin embargo, todavía existen discrepancias y diferencias sobre estos puntos. Teherán pretende que la firma del acuerdo implique un levantamiento inmediato de las sanciones. La representación de Estados Unidos, por su parte, busca que las restricciones persistan –aunque atenuadas- cinco años más.
Lo cierto es que en estos 18 meses de negociaciones, lo que ya ha sido consensuado por los dos actores es el compromiso de que Irán reduzca a 40% su actual capacidad nuclear.