Los territorios controlados por el Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) enfrentan una amenaza silenciosa que podría terminar con el califato yahidista.
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En efecto, muchos de sus combatientes han contraído leishmaniasis, una enfermedad que provoca la aparición de úlceras dolorosas, fiebre y pérdida de peso y, si no es tratada a tiempo, destruye el bazo y el hígado de quien la padece, y puede llevarlo hasta la muerte.
Aunque no existen registros oficiales, distintos testimonios dan cuenta de que las mayores tasas de afectados están en Raqqa, la capital yihadista en Siria. La rápida propagación de la enfermedad, que se contagia a través de un insecto, es atribuíble a las deplorables condiciones higiénicas, informa hoy el diario The Mirror.
La problemática se ha agravado en las últimas semanas debido a la negativa a buscar asistencia médica profesional por parte de los insurgentes, y porque en sus territorios la mayoría del personal médico calificado ha huído de los yihadistas.
Sólo algunos médicos menos preparados para tratar el virus han quedado a cargo de tratar a los enfermos, no pudiendo hasta el momento detener la propagación de la enfermedad.
La leishmaniasis es ocasionada por parásitos y prevalece en los países azotados por la pobreza, malnutrición, deforestación y urbanización.
ISIS proclamo el año pasado un califato en los territorios que domina tanto en Siria como en Irak, de los que desplazó a las autoridades oficiales.
Sin embargo, la crisis política y la violencia no llegaron a esos países con el Estado Islámico. En la nación gobernada por Bashar Al Assad la guerra civil se desarrolla desde marzo del 2011, cuando en sintonía con las revueltas de la Primavera Árabe, la población se levantó contra el gobierno.