Un total de 215.518 personas, entre civiles, militares, milicianos y rebeldes, han muerto en Siria desde el inicio de la guerra civil a mediados de marzo de 2011, según datos recopilados por la ONG Observatorio Sirio de Derechos Humanos. En un comunicado publicado con motivo del cuarto aniversario del comienzo del conflicto, la ONG explicó que entre las víctimas mortales hay, al menos, 102.831 civiles, entre ellos 10.808 menores y 6.907 mujeres mayores de 18 años.
La guerra en Siria inica hoy en su quinto año con un balance humanitario dramático, un régimen sirio cada vez más aferrado al poder y una comunidad internacional preocupada sobre todo por las atrocidades del grupo Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés).
Las ONGs internacionales condenaron esta semana el "fracaso" de los gobiernos de todo el mundo para encontrar una solución a la guerra, que ha obligado a la mitad de la población siria a abandonar sus hogares.
La imagen de las manifestaciones pacíficas iniciadas el 15 de marzo de 2011 desapareció hace mucho tiempo. La revuelta popular contra el régimen se militarizó frente a la represión gubernamental hasta convertirse en una guerra civil compleja, en la que se enfrentan tropas leales al régimen, varios grupos rebeldes, fuerzas kurdas y organizaciones yihadistas.
La diplomacia se encuentra en punto muerto, tras dos series de negociaciones en vano entre régimen y oposición. Dos enviados especiales tiraron la toalla y un tercero intentó hacer aplicar sin éxito una suspensión de los combates en Alepo.
Peligroso giro
La incapacidad de la comunidad internacional para poner fin al derramamiento de sangre alimenta el sentimiento de amargura y abandono de los sirios, quienes atraviesan, según Naciones Unidas, "la situación más importante de emergencia humanitaria de nuestra era".
Casi cuatro millones de personas han huido de Siria, entre ellas un millón buscaron refugio en el vecino Líbano.
El Alto Comisariado de Naciones Unidas para los Refugiados (Acnur) advirtió del "peligroso giro" que toma la crisis, ya que dos millones de sirios menores de 18 años podrían convertirse "en una generación perdida".
En el interior del país, más de siete millones de sirios abandonaron sus hogares y cerca del 60% de la población vive en la pobreza.
Los combates destrozaron las infraestructuras y, con ello, generaron una gran escasez de electricidad, agua y alimentos, especialmente en las zonas sitiadas por el ejército.
Las ONGs de defensa de los derechos humanos investigaron las atrocidades cometidas por el régimen sirio de Bashar Al Assad.
Más de 13.000 sirios murieron torturados en las cárceles desde el inicio del levantamiento popular y otras decenas de miles continúan todavía en las prisiones gubernamentales, aunque muchos de ellos figuran como desaparecidos.
Assad se aferra al poder
A pesar de la indignación internacional por el número de víctimas y el presunto uso de armas químicas por el régimen a mediados de 2013, Bashar Al Assad continúa aferrado al poder, máxime cuando sus fuerzas se consolidan en la periferia de Damasco y Alepo en detrimento de la rebelión.
Frente a los rebeldes, el ejército hace gala de su superioridad militar, reforzada con combatientes extranjeros como los del Hezbollah libanés. A pesar de las pruebas aportadas por las oenegés, Assad desmiente el uso de barriles de explosivos.
Los países occidentales, que reclamaban la marcha de Assad en 2011, se volvieron menos vehementes tras el auge del grupo Estado Islámico, considerado actualmente como la organización "terrorista" más peligrosa y mejor financiada del mundo. El jefe de la diplomacia estadounidense, John Kerry, subrayó además que la prioridad de Washington era vencer a los yihadistas.
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Pocas esperanzas de paz
Desde mediados de 2014, Estados Unidos dirige una coalición internacional contra ISIS en Irak y en Siria, donde los yihadistas proclamaron un califato en los territorios bajo su control.
Los bombardeos aéreos permitieron a las fuerzas kurdas expulsar a los yihadistas de algunas regiones en el norte de Siria, si bien el grupo terrorista mantiene su fuerza, como demuestran los videos difundidos de decapitaciones de civiles, periodistas y cooperantes.
El grupo extremista sunita atrae a miles de combatientes extranjeros, entre ellos muchos occidentales, lo que aumenta el temor de posibles ataques yihadistas tras regresar a sus países de origen.
Las esperanzas de paz en Siria se desvanecen poco a poco. No obstante, una nueva ronda de negociaciones está prevista entre enviados de Damasco y una oposición siria en abril en Moscú, un aliado de Assad, cuyo resultado es incierto.