Los conflictos en el matrimonio entre Marcela Fillol (de 47 años) y Eduardo de Marcos (49) llegaron a un punto insostenible en el momento en que la pequeña Jazmín tenía sólo un año y medio. Para entonces, ella ya lideraba una secta, o corriente religiosa, denominada 'summit lighthouse', relacionada con la creencia de un inminente "fin del mundo". Marcela aseguraba que su hija era la próxima salvadora del mundo.
No sólo la madre incumplió la medida, sino que, ya a fines de 2012, cuando Jazmín tenía cinco años, acompañada de un grupo de seguidores deciden fugar del país y recluirse en Ecuador, donde durante casi un año estuvieron viviendo en las ciudades de Guayaquil, Salinas y Cuenca.
"Los últimos 15 días fueron de una intensísima búsqueda que me trajeron a Cuenca, y tras un amplio operativo de investigación se localizó el escondite y pedimos intervención judicial, que me permitió encontrarme con mi hija después de un año", comentó en su momento emocionado Eduardo, quien había llevado su búsqueda por todos los países de la región.
Fuentes de la investigación revelaron a Infobae que, tras la intervención de Interpol, la menor fue encontrada por la Dirección Nacional de Policía Especializada para Niños, Niñas y Adolescentes de Ecuador (Dinapen).
"Quiero agradecer al Ecuador, a la calidad humana de su gente, a la Policía, Interpol, Cancillería Argentina y principalmente al equipo de la Dinapen que con una increíble labor logramos poner fin al maltrato psicoemocional a mi hija", continuaba Eduardo su relato. "Ahora queda volver a empezar. Un arduo trabajo de adaptación tenemos por delante con Jazmín y familia. Pero es increíble cómo el profundo dolor de la desaparición de tanto tiempo, desaparece en una sola hora de juego y unión con mi hija", explicó.
Marcela, en ese momento, ya tiene su primera internación por una leucemia que atacaba su cuerpo –enfermedad que nunca intentaría curar, negándose a la transfusiones de sangre y alegando que se curaría sola– . Eduardo y Jazmín, por su parte, inician una nueva vida en la localidad de Beccar, en el norte del Gran Buenos Aires.
Impedida de cursar Primer Grado porque se encontraba en Ecuador, Jazmín ya se había reinsertado en el colegio en marzo de 2014 en una reconocida institución de Florida. El día 20 de ese mes, sería también recordado por desatarse un incidente que no llegó a mayores por el rápido accionar de las autoridades del colegio y del personal policial.
"¿Me vas a dejar ver a mi sobrina? Quiero verla y no la veo, ¿vino hoy?", se alteró Marcela en la puerta de la institución, tras presentarse como "Diana", y tía de Jazmín. Por su parte, un grupo de seguidores de su grupo religioso rodeaba el alambrado perimetral del colegio intentando divisarla, lo que recordó el incidente en el Juzgado de Bariloche. En tanto, las autoridades ya habían advertido telefónicamente a la comisaría 7ª de la zona.
Al llegar el patrullero, las personas que acompañaban a Marcela rápidamente se dieron a la fuga en tres vehículos que las cámaras de seguridad pudieron constatar que eran un VW Fox, un VW Gol y un Peugeot 504 sin patente.
Tras ello, Marcela, quien había regresado a Bariloche, insistió con proceder ante la Justicia en vez de por la fuerza, aunque Jazmín, ya de 7 años y aún analfabeta por la desescolarización sufrida, en las diversas entrevistas realizadas con profesionales se negaba a restablecer el vínculo. "No quiero ver a mi mamá", fueron sus duras palabras.
La enfermedad volvió a atacar a la madre con fuerzas, aunque ella seguía convencida de que sola iba a curarse y no necesitaba tratamiento. A principios de este 2015, un fallo de la Jueza de Familia Marcela Pájaro ordenó que la menor visitara a su madre en Bariloche, "debido a su delicado estado de salud, y en pos de la reconstrucción del vínculo".
Pasadas las 16:30 del último domingo, 22 de febrero, Marcela "se entregó", según describió su madre, 'Marisú' en declaraciones a la Agencia de Noticias Bariloche. La situación, aclaró, se aceleró a partir de que le fuera administrada morfina para paliar el dolor. Jazmín llegó la noche de ese día.
"Mi nieta sólo pudo llorar el cadáver de su madre", expresó entre lágrimas 'Marisú', quien responsabilizó al padre de su nieta, y "al sistema de Justicia de este país", además de instrumentar todas las herramientas jurídicas necesarias para "sacarle la guarda de mi nieta a este psicópata, para que mi ex marido y yo podamos hacernos cargo de ella".
Según había deseado en vida, su velatorio se extendió durante tres días, para que al cuarto día, sus cenizas se esparcieran por el lago Nahuel Huapi. "Marcela murió por amor a su hija. Ella padecía leucemia, una enfermedad de la sangre, que se desata por los vínculos de sangre", aclararon sus familiares.