Era jueves a la tarde y los policías veían que las cosas estaban tranquilas en la ciudad. Hasta que recibieron diferentes reportes de ciudadanos que aseguraban haber visto a un toro suelto, corriendo por las calles.
Rápidamente, descubrieron que la mejor alternativa para no empezar a disparar en medio de la calle era atropellarlo.
Pero, increíblemente, la bestia resistía los embates del automóvil, que lo golpeó en reiteradas oportunidades. Cada vez que eso ocurría, salía volando, caía en el suelo y luego se levantaba.
Cuando ya casi no podía aguantar más los golpes, el toro se refugió en un parque. Recién allí pudieron detenerlo.
Los policías lo siguieron a pie, y luego de dispersar a la gente, lo mataron de cuatro disparos. El animal quedó tirado a los pies de un árbol.