Mujeres terroristas: matar y morir por un régimen que las oprime

El caso de Hayat Boumeddienne, quien logró escapar de Francia con información clave sobre los atentados del 7 y 8 de enero –que cometieron su marido ante la ley islámica, Amedy Coulibaly, y los hermanos Said y Cherif Kouachi–, reavivó el fenómeno de las yihadistas

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Algunos casos conocidos:

· "Juana Yihad" (Jihad Jane), una estadounidense de 51 años nacida en Pennsylvania como Colleen LaRose, detenida y condenada a diez años de prisión. En 2009 había viajado a Europa para colaborar en un atentado contra el dibujante sueco Lars Vilks, quien había publicado una caricatura de un perro con la cara del profeta Mahoma.

· La "Viuda Blanca", una británica de 31 años buscada por Interpol por posesión de explosivos y conspiración para realizar un ataque en Kenia. Con su nombre original, Samantha Lewthwaite, se había casado con Germaine Lindsay, uno de los atacantes suicidas que detonaron bombas en el transporte público de Londres en 2005 y mataron a 52 personas.

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· "Halima", nacida como Shannon Maureen Conley, una joven de 20 años detenida en el aeropuerto de Denver, Colorado, a punto de abordar un avión hacia Alemania para cruzar la frontera a Turquía, casarse con un miembro del Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés) a quien había conocido en internet y sumarse a la yihad. En septiembre de 2014 se declaró culpable y fue condenada a 4 años de prisión.

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· "Sakinah Hussain", quien nació en el Reino Unido hace 45 años como Sally Jones y hoy vive en Raqqa (la ciudad que ISIS proclamó su capital, en Siria), se dedica al reclutamiento online de otras mujeres occidentales para la causa yihadista, como probó el diario The Times al contactarla con la identidad falsa de Aisha, una muchacha de 17 años inexistente.

· Nicole Mansfield, la primera estadounidense muerta en combate en Siria, en 2013, a los 33 años. Al Nusra (una rama de Al Qaeda) y Ahrar al Sham (un grupo sunita) se atribuyeron su militancia.

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Sin embargo, el enfoque caso por caso tal vez resulte inadecuado. El terrorismo islámico femenino parece haber tomado las dimensiones de un fenómeno colectivo y global.

De los 15 estadounidenses detenidos el año pasado antes de viajar a Siria para unirse al ISIS, 9 eran mujeres. En Europa, cuando se estimaba que 2.000 ciudadanos habían hecho eso mismo (las autoridades calculan ahora que la cifra oscila entre 3.000 y 5.000), 900 se suponían mujeres. Y de los 455 detenidos del mundo entero, arrestados en camino a unirse a un grupo terrorista en la zona, el 8 por ciento son mujeres.

Distintos grupos afiliados a Al Qaeda sostienen una ofensiva de propaganda en línea para mujeres: revistas como Al Khansa, Inspire o Al Shamika –más conocida como la "Cosmopolitan yihadista"– les enseñan moda (no salir salvo que sea necesario, y en ese caso, vestidas con una niqab), romance (consejos para casarse con un muyaidín) e inmolación (una fuente de seguridad y felicidad).

Y en el escenario local, ISIS ha establecido dos brigadas femeninas, Al Khansaa y Umm al Rayan, cuya misión original consistía en detectar a los militantes anti-ISIS que intentaban pasar los puestos de control vestidos de mujer, ya que sólo las mujeres pueden registrar a las mujeres. Pero las brigadas expandieron su papel: controlan que las mujeres en la calle vayan acompañadas de un hombre, que tengan el velo correctamente puesto, que conozcan los mandatos de oración y ayuno. "La yihad –declaró un oficial de ISIS en Raqqa, Abu Ahmad– no es sólo un deber de hombres. Las mujeres deben hacer su parte también".

Por otro lado, el fenómeno de las mujeres terroristas no es nuevo.

El estereotipo de las mujeres como lo opuesto a la generación de horror, muerte y caos, tampoco: las mujeres dan y cuidan la vida, defienden la paz, encarnan la interdependencia, son esposas y madres. No se andan volando como Sana'a Mehaidli, la primera terrorista suicida, miembro del Partido Social Nacionalista Sirio, quien en 1985 detonó los explosivos que llenaban su Peugeot junto a un convoy militar israelí en el Líbano y murió junto con dos soldados, además de dejar una docena heridos.

Entre 1985 y 2008, la cuarta parte de los 230 atentados suicidas con bombas fueron cometidos por mujeres.

Lo que es nuevo, y un fenómeno creciente, es el papel de las mujeres en el terrorismo islámico: matan y mueren por una utopía –el califato– que las reduce al estereotipo, y mucho más

No podrán tener una profesión, estudiar ni trabajar.

No podrán caminar por la calle sin un acompañante masculino.

No podrán vestirse sino según el pudor del islam radicalizado.

No podrán salir de sus casas sin permiso de sus maridos, mucho menos conservar sus documentos de identidad.

No podrán rechazar el honor de engendrar futuros mártires, mucho menos llamar violación a las relaciones sexuales forzadas por sus maridos.

No podrán negarse a casarse: ISIS mató a unas 150 jóvenes por eso y las quemó en dos fosas comunes.

No podrán quejarse de ser esclavizadas: "Ser una sabaya es el mayor honor para ellas, ¡y Alá sabe más!", dijo un militante del ISIS Australiano, Abu Hkalid.

Infobae consultó a tres expertas en el tema sobre cómo encaja una mujer terrorista en la concepción del islam radicalizado, qué utilidad extra tiene para las organizaciones terroristas el uso de una mujer en sus acciones, qué diferencias hay entre las mujeres criadas en los territorios musulmanes y las occidentales que decidieron mudarse allí y qué motivos hay detrás de la aceptación (porque muchas veces no es una elección) de esos caminos.

Las terroristas de ayer y las yihadistas

"Existe una historia ya prolongada sobre el uso de mujeres para atentados suicidas con bomba", dijo la directora del Programa de Medio Oriente del Woodrow Wilson International Center, Haleh Esfandiari. "Hace 25 años, luego de la revolución Iraní, hubo una serie de atentados cometidos por mujeres. Uno, en la ciudad de Shiraz, mató a un clérigo y a un número de mujeres, además de la suicida. Ahora, de pronto tenemos a estas mujeres yihadistas modernas", agregó la ex subsecretaria general de la Organización de Mujeres en Irán, quien dictó clases en las universidades de Oxford (Reino Unido) y Princeton (Estados Unidos). "Es estremecedor, pero en el pasado ha habido mujeres militantes".

Coincidió Brigitte Nacos, periodista y profesora de Ciencia Política en Columbia University (donde ofrece el e-seminario Covering Terrorism): "Desde las anarquistas del siglo XIX, las mujeres han participado mucho en los grupos y movimientos seculares que trataron de lograr sus objetivos por medio de la violencia política".

"Sin embargo ­­–matizó la autora de "The Portrayal of Female Terrorists in the Media", texto incluido en la antología Female Terrorism and Militancy–, aun dentro de los grupos seculares hay diferencias: las mujeres se contaron entre los fundadores y los líderes de las organizaciones de izquierda o progresistas, pero menos en los grupos de derecha o reaccionarios". Dio como ejemplos el Frente de Liberación de la Tierra (ELF, por sus siglas en inglés), donde muchas mujeres han sido responsables por daño a la propiedad, y los grupos neonazis o supremacistas blancos, donde las mujeres se valoran como las esposas y las madres que apoyan a sus maridos.

Esfandiari –quien pasó 105 días de 2007 en confinamiento solitario en Teherán, acusada de actividades contra la seguridad nacional iraní: lo contó en sus memorias My Prison, My Home– profundizó en esas diferencias, aplicadas al islam, que segrega hombres y mujeres. "Vemos que reclutan a mujeres yihadistas, pero no necesariamente para luchar junto con los hombres, sino para brindarles alguna clase de comodidad o ser sus parejas sexuales", dijo. Identifica ese patrón "desde que ISIS tomó las primeras villas y pueblos en Siria y reclutó mujeres locales como esposas, concubinas o ayudantes, y luego, a medida que se les unieron militantes occidentales, comenzó a reclutar en Occidente".

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Un capítulo del libro Martyrs (traducido como Mi cuerpo es un arma) se ocupa del tema. Su autora, Joyce M. Davis, directora adjunta de radiodifusión en Radio Free Europe/Radio Liberty y supervisora de los servicios de emisiones estadounidenses a Irán, Irak, Afganistán y Asia Central, distinguió: "Normalmente, el papel que estas mujeres juegan es de ayuda y apoyo, espiritual y material, a los varones yihadistas. Pero también hay grupos de mujeres que juegan un papel importante, como las Viudas Negras".

Ellas, las chechenas rebeldes, fueron las primeras en invocar el islam para justificar sus misiones suicidas con bomba, entre las cuales se encuentra la toma de 800 rehenes en el Teatro Dubrovka de Moscú, en 2002, que terminó con 130 civiles muertos. Al Qaeda, que insistía con su visión conservadora del papel femenino, encargó la primera misión a una mujer tres años más tarde: Sajida Mubarak Atrous al Rishawi participó en un triple ataque suicida con bomba en Hotels de Amman, donde murieron 57 personas.

Es abuso, no emancipación

"Las mujeres occidentales que se casaron con militantes yihadistas asumieron un papel de apoyo de sus acciones terroristas", continuó Davis. "Y son especialmente peligrosas porque se pueden filtrar con más facilidad gracias a los estereotipos que hemos construido para identificar a los terroristas, porque no encajan con todos: una muchacha joven, rubia y francesa no va a encajar en todos los estereotipos. Con el terrorismo debemos tener un enfoque muy vigilante, no estereotipador".

"Son especialmente peligrosas porque se pueden filtrar con más facilidad"

Estas mujeres tampoco encajan en el papel tradicional de la mujer musulmana, agregó Nacos. La autora de Terrorism and Counterterrorism y Mass-Mediated Terrorism, entre otros libros, y del blog Reflective Pundit explicó que precisamente por eso son más útiles: "Hace más de diez años, el liderazgo de Hamas decidió reclutar mujeres para atentados suicidas con bomba, estrictamente por razones tácticas: era más probable que pasaran por los puestos de control israelíes".

Lo mismo, cree, se aplica "a otros grupos musulmanes que dicen actuar en nombre de Alá y el Profeta y su religión. Pero las páginas web de Al Qaeda en la Península Arábiga (AQAP, por sus siglas en inglés) e ISIS no hay nada sobre estas mujeres".

Las compara con aquellas de grupos seculares, como la Fracción del Ejército Rojo (Baader-Meinhof), las Brigadas Rojas y la ETA (Euskadi Ta Askatasuna): "Las mujeres en esas organizaciones participaban en todo, desde crear ideología a planificar y llevar a cabo operaciones. El cuadro es diferente en los grupos que se proclaman religiosos (aunque, desde luego, todos tienen objetivos políticos): las usan por razones tácticas como medio para dañar al enemigo. "Por lo que he visto en el material de los propios yihadistas, no existe emancipación alguna para las mujeres aquí: se las usa para los papeles que los hombres deciden", enfatizó.

Su participación en los grupos terroristas islámicos no cambia el papel de estas mujeres, aportó Esfandiari, a quien honra un premio con su nombre, que otorgan organizaciones de mujeres de Medio Oriente y el Norte de África. "No. Para nada. Las agencias de matrimonio se crearon para buscar voluntarias locales que fueran a Siria y se casaran con un militante. Y al casarse se convertían en esposas aisladas de la sociedad, encarradas en la casa, y caían en el papel tradicional de las mujeres", dijo.

Con las europeas pasa algo ligeramente distinto, agregó: "Los yihadistas las usan en Facebook, o en internet en general, para reclutar a más mujeres. Esta diferencia entre las mujeres europeas y las locales se da porque las europeas saben cómo usar navegadores y cómo moverse en las redes sociales para reclutar más mujeres. Y eso a pesar de que las occidentales conocen las historias de terror del trato de ISIS a las mujeres, que se comenzó a saber luego del ataque a las aldeas yazidíes en Irak".

En octubre de 2014, ISIS obligó a los yazidíes a la conversión al islam, separó a los varones mayores de 10 años de las mujeres, asesinó a los varones y se llevó a las mujeres a Mosul. Allí las violaron rutinariamente y las ofrecieron como esclavas ­–con etiquetas que indicaban sus precios– en el mercado público.

El Centro de Investigaciones sobre Género y Violencia de la Universidad de Bristol, en Reino Unido, estima que ese destino, en Mosul y en Raqqa, les tocó a unas 2.500 mujeres yazidíes. Otras activistas yazidíes contabilizan más de 4.500 mujeres yazidíes desaparecidas.

Davis –autora también de Between Jihad and Salaam: Profiles in Islam– destaca otro costado del abuso: los muros que lo sostienen para quienes provienen de otras culturas. "Si una es local es una cosa, pero si una ha llegado desde otro lugar, ¿está realmente preparada? ¿Tendrá siquiera el sistema de apoyo que tienen las mujeres musulmanas: gente que las proteja o que pueda llegar para ayudarlas?", se preguntó. "Si una viene de afuera, por caso de Occidente, no tiene una red de apoyo de familiares a la que recurrir si lo necesita. No tiene amigos, no tiene vínculos prolongados que la puedan acercar a una protección institucional si la quisiera solicitar".

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