"¿Puedo tomarte una foto?". Tiene 19 años, tres hijos y ya perdió a su marido. Es la historia de Fátima, una de las millones de víctimas del terror impuesto por el régimen de Bashar al Assad en Siria, quien en el campo de refugiados de Za'atari encontró una cámara y comenzó una vida de imágenes y capturas de momentos.
"No le pido a la gente que tenga clemencia de mí o me cuide. Sólo les pido mirar esta fotografía", relata la mujer a Channel 4. La mujer se refiere a una de las tantas que tomó, en donde se muestra a una mujer abrazada al cuerpo de su pequeño hijo. Hace ya dos años que vive refugiada lejos de su hogar. Hace ya dos años que su marido fue asesinado por los soldados de Al Assad. Fátima estaba embarazada de su tercer hijo y fue demasiado ver cómo el cuerpo de su amado esposo era exhibido por el régimen como un trofeo y una señal a los rebeldes.
Su corazón escurría sus lágrimas y encontró refugio lejos de su hogar, en Jordania. Tuvo que pagar mucho para poder salir del país ilegalmente. Ya no tenía a su amado esposo, tampoco dinero, pero nada le importaba. Sólo el resguardo y la seguridad de sus hijos. Y su embarazo, el último legado.
En Za'atari, Fatima tomó parte de un curso de fotografía dado por la ONU. Creyó oportuno ocupar las infinitas horas que transcurren en un limbo de carpas y casas precarias, capturar los momentos que padecen los sobrevivientes a la tragedia siria. Junto a ella conviven unos 81 mil sirios, de los cuales, el 43 por ciento son niños de entre cero y once años.
Durante la entrevista, Fátima cuenta sus sueños: "Escapar de las preocupaciones de la vida. Me gustaría regresar a la edad de un pequeño para no reconocer nada salvo la ternura". Y añade: "Añoro regresar a casa. Estar lejos de mi hogar me convirtió en un cuerpo sin alma. Retornar a mi madre se volvió un sueño".
Fátima continúa, desgarrada: "Sí, nuestra vida es dura y llena de dificultades. Estamos en una crisis inaguantable". Y habla de los niños en el campo: "Aún nos ejercitamos y hacemos deportes. Corremos, trepamos, levantamos peso, jugamos fútbol, andamos en bicicletas. No nos rendimos. Le probaremos al mundo que aún somos niños, adultos y viejos. Somos refugiados sirios".
Pese a la pobreza en la que sobrevive, la nueva fotógrafa no pierde las esperanzas. Dice que "un futuro brillante" los espera. Pero el recuerdo de su marido la martilla todos los días al ver a sus tres hijos que crecen lejos de su hogar. "Tú eres todo para mí", dice mientras enciende "mil fuegos" en su memoria. "Dentro mío hay una foto que nadie salvo yo puedo ver", dice. "No tengo otra opción más que fotografiar mi agonía y transformarla en una pequeña imagen que todo el mundo observe". La agonía de Fátima es la de millones de sirios víctimas del terrorismo islámico, de los abusos de los rebeldes y de la tiranía de Al-Assad.
Fátima hace un nuevo intento. Esta vez por sus hijos. Sabe que tiene que salir adelante y no puede permitirse que la angustia y el ahogo que le provoca no tener a su amado al lado la desenfoque de su misión. De su máxima misión que es cuidar y poner a resguardo a sus hijos hasta que pase el temblor que ya lleva varios años. "Pondré todas mis dificultades bajo mis pies así una sonrisa figura en tu rostro", escribe bajo una foto de su hijo menor durmiendo despreocupadamente.