"En Rusia no hay libertades individuales, solo queda el crimen organizado"

El afamado periodista y escritor brasileño Bernardo Carvalho habló con Infobae sobre su nueva novela, "Hijo de mala madre", que gira en torno al conflicto bélico en Chechenia y la violencia instaurada por el régimen de Putin

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Dice el narrador de "Hijo de mala madre" (Edhasa) que San Petersburgo es una ciudad que fue construida para que nadie pudiera escapar. En sus garras quedó el periodista y escritor brasileño Bernardo Carvalho después de vivir allí un mes para cumplir con el encargo de un director de cine que mandó a escritores a diferentes ciudades para que escriban historias de amor. Del proyecto cinematográfico no hay noticias pero de esos treintas días sí hay una novela.

"Hijo de mala madre", de ella se trata, es la tercera obra que Carvalho publica en Argentina. El punto de partida es el encuentro después de cuarenta años de dos mujeres en el contexto del tricentenario de la ciudad rusa. El azar las reunió en el Comité de las Madres de los soldados de San Petersburgo. El libro está cruzado por reflexiones sobre la relación de las luchas de las madres no sólo por la defensa de sus propios hijos sino, y sobre todo, por las de otros: "Estaban poseídas por una especie de locura. Estaban ocupadas en salvar a los hijos. Salvar era lo que les daba vida. Mientras fueran madres, no podían vivir", escribe Carvalho.

De paso por Buenos Aires, visitó la redacción de Infobae y habló sobre el régimen de Putin, el amor de las madres y de las particularidades de una sociedad que juzga edificada sobre el crimen. Carvalho, que tradujo al portugués a Juan José Saer, también analizó las diferencias entre Brasil y Argentina en el campo literario.

Estuve un mes ahí y fue un poco terrible porque fui asaltado cuándo llegué. Estaba totalmente solo y entonces pasé un mes en estado de pánico, pero me sirvió mucho para construir la novela y entender un poco la ciudad con una óptica que yo no hubiera podido tener sino hubiese sido asaltado. Estaba un poco preparado porque estaba leyendo libros de historia y de periodismo sobre Rusia porque no conocía mucho. Todo era muy terrible porque Rusia en la actualidad es un horror porque es una sociedad muy violenta. Todo lo que leía me daba la idea de que estaba viajando a una pesadilla, pero cuándo llegué me asaltaron y eso confirmó lo que tenía en la cabeza. Eso me ayudó, para la novela fue perfecto.

Sí, yo vengo de Brasil y entonces conozco una realidad que es muy violenta también. En Brasil puedo ser asaltado y morir en un asalto por un reloj, pero en Rusia –me explicaron después- está todo muy organizado: la persona que te asalta en la calle no te mata nunca. Hay personas para matarte pero no son esas. Después que fui asaltado empecé a preguntar y la gente me habló de una sociedad que está organizada sobre el crimen, que está basada en el crimen. Con el final del comunismo, la única fuerza que se quedó y está organizada es el crimen. El crimen sobrevivió al final del comunismo y reorganizó la sociedad después. Para un extranjero que está ahí totalmente solo es muy particular, muy evidente y muy violento. Y más violento que para los locales.

Es verdad. Hay una cosa que yo quería evitar, como San Petersburgo está cargado de una simbología literaria y cultural, quería que los personajes fueran ignorantes, iletrados, que no escuchan música. Me fui contaminando por la realidad local y me di cuenta que caía siempre en referencias literarias. El asalto tiene que ver con un cuentito de Gogol muy lindo y terrible de un chico que se hace una chaqueta nueva y cruza una Plaza de San Petersburgo, ve que será asaltado y muerto y que le van a robar su chaqueta nueva, que es lo que sucede. Eso es grotesco, es muy risible y terrible al mismo tiempo. Todo tenía que ver con mi experiencia también y tratando de evitar las referencias literarias con mi experiencia como extranjero me llevó a caer en la literatura de nuevo, fue una cosa inevitable.

Me interesa muchísimo pero sobre todo para distorsionar la realidad. No me interesa ir a San Petersburgo y comprender absolutamente todo como un antropólogo o un periodista, me interesa irme para no comprender nada y volver y escribir algo sobre la incomprensión. Que esa incomprensión me permita escribir una novela.

El pedido era de hacer una historia de amor y cuándo empecé a leer sobre Rusia reciente leí un libro de Ana Po la periodista que fue asesinada en Moscú un año antes de mi pasaje por San Petersburgo. Ahí me di cuenta de la existencia de un Comité de Madres de Soldados de Rusia, que es real y que fue organizado en ocasión de la primera guerra de Chechenia para salvar a los hijos de las torturas del Ejército y de la guerra. Eso me impresionó muchísimo así que me fui a Moscú para entrevistar a la Presidenta del Comité y me di cuenta de una cosa interesante: nosotros creíamos que el amor de la madre es absoluto, el más puro que puede existir pero también es el amor que da apoyo a las guerras, a las Naciones, a los clanes, a las familias. Es el amor que dice que tu hijo es mejor que el hijo del vecino. El amor es absoluto pero en relación a tu hijo pero al hijo de los otros y eso permite las guerras. Está en el origen de todo eso. Empecé a pensar que el amor absoluto de las madres es bueno pero también permite las guerras y con las madres del Comité fue muy interesante porque llegan ahí para salvar a sus hijos pero al final empiezan a trabajar para salvar a los hijos de todas las madres y eso es contra la guerra. A partir del momento en que empiezas a luchar por los hijos de las otras eso acaba con la noción de Nación, de clan o de familia porque la familia es toda la gente. Quería trabajar con la ambigüedad de ese amor en principio puro y absoluto pero que también permite la violencia para salvar a tu hijo, por ejemplo. Eso está en la naturaleza.

Exactamente eso. Existía esa ambigüedad, por eso al final hay un poco de humor negro.

El título de la novela es eso, en portugués es un eufemismo para decir hijo de puta. Estás lista para defender a tu hijo que es un hijo de puta. Las madres de los asesinos y de los torturadores en general los defienden. Hace mucho tiempo, cuando era joven y estudiaba en Francia, había una publicidad de preservativos y entonces mostraban a Tatcher o a Reagan y decían si sus padres hubieses usado preservativos el mundo sería mejor. Eso era genial.

Mi experiencia como extranjero de un mes ahí es que hay como una continuidad. Al final de mi paso por ahí empecé a conocer gente local y lo que me decían es que eso es verdad pero hay una cosa perversa: la gente apoya a Putin, no tienen nada más que eso y es un orgullo nacional. La idea es que hay alguien que vuelve a poner a Rusia en el escenario internacional contra los poderes occidentales. La gente está muy orgullosa de volver a tener un país fuerte que puede imponerse. Pero hay continuidad de la violencia y de la opresión a los niveles individuales. Lo que me pareció es que no hay solidaridad, es muy curioso pero parece que hay una memoria y una conciencia de la violencia y del sufrimiento pero parece que todo es muy inmediato, pragmático e individualista. Tu sabes que te pueden matar mañana, entonces tienes que hacer todo hoy. Eso pasa desde el millonario que compra sus diamantes para su novia o un barco en Francia. Tiene que gastar todo porque mañana no tendrá uso para su plata. Lo mismo pasa con los pobres que sienten que tienen que hacer todo hoy, lo más rápido posible.

Pero lo mismo ocurre en China. Es como si esos países estuviesen esperando el capitalismo para poder expresar una violencia que estaba ahí presente, entonces es el capitalismo salvaje. El capitalismo de Estado y con corrupción muy grande y sin libertades individuales. Hay libertades si puedes comprar tienes todo pero no hay libertad individual, hay un pragmatismo individual basado en el dinero.

Sí, creo que es una guerra permanente. Conocí en Moscú gente que está muy involucrado con las luchas por los derechos individuales y que son estudiantes que son tratados como criminales y son encarcelados. Hay muchos judíos que conocí que son muy militantes y que ahora piensan en partir a Israel. No pueden quedarse ahí porque son oposición y luchan contra todo lo que Putin representa. Es una sociedad muy perversa y muy corrupta. Cuando pasas ahí un tiempo eso es muy claro en tu experiencia individual.

Traduje Nadie, nada, nunca. Descubrí a Saer en París cuando estudiaba y me encantó. Cuando volví a Brasil le propuse a mi editorial publicarlo por primera vez en Brasil. No soy traductor de español pero ellos me dijeron podemos publicarlo pero tú los traduces, entonces lo hice. No sé como es la traducción porque no soy un especialista pero a partir de ahí empezaron a conocer más a Saer y a traducirlo en Brasil.

No sé que piensan otros escritores brasileños pero para mí Argentina es como una meca, es el ideal porque es un país literario y Brasil no es un país literario. Eso es muy interesante porque siempre tuve la idea que Argentina es un país en donde la gente lee y los escritores publican cosas radicales que son literariamente interesantes. En Brasil es mucho más difícil porque es una sociedad que no es literaria, en donde no se lee mucho. La élite brasileña no lee nada, es totalmente iletrada. Y es un país en donde la educación es muy débil y precaria: es un país muy analfabeto y ahí hay un problema para la instalación de una literatura fuerte porque la sociedad intelectualmente es muy precaria. Eso está cambiando poco a poco pero todavía es una sociedad que intelectualmente es mucho más precaria que Argentina y eso es una diferencia muy grande.

Cuando puedo sí pero no mucho porque ahora se escribe y se publica mucho en todo el mundo. Es imposible de seguir y entonces trato de no leer porque es demasiado. No es una crítica creo que eso es bueno, hay mucho que se está publicando y es muy difícil de seguir. Pero me gusta mucho César Aira pero también publica un montón. Es interesante que pueda existir César Aira aquí, no sé si en Brasil tendríamos la oportunidad de tener un escritor semejante. Esa realidad que permite que Aira exista me interesa, es muy rica. Sé que hay otros escritores y que Saer y Aira son totalmente diferentes y creo que no se gustaban nada pero me gustan los dos. Si no está metido en esa realidad de política cultural es mejor porque puedes leer a toda la gente sin tener que decir soy de tal Iglesia o Escuela. Así puedo leer libremente.

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