La evolución de los precios de las materias primas puede generar desequilibrios financieros en los países productores que concentran la estructura de su economía en esta ventaja comparativa. Al mismo tiempo, los saltos en las cotizaciones son un factor de debilidad o fortaleza en el plano político, hasta el punto en el que pueden desplazar o sostener regímenes con una contundencia que escapa a las predicciones de los analistas.
El derrumbe de la Unión Soviética en 1991 tuvo muchas causas, pero una fundamental fue la caída en el precio del petróleo, su exportación principal, que perdió dos terceras partes de su valor en sólo seis años, entre 1980 y 1986. En sentido contrario, el encarecimiento del crudo, que triplicó su precio desde 2000, mantuvo intacto el consenso político que sostuvo el liderazgo de Vladimir Putin en Rusia desde hace 14 años.
Un análisis similar podría hacerse con la continuidad en el poder de Hugo Chávez en Venezuela, desde 1999 hasta su fallecimiento en 2013, y su sucesión con Nicolás Maduro, cuyas administraciones fueron financiadas casi exclusivamente con las regalías de la petrolera estatal PDVSA. Un paralelo podría encontrarse en regímenes políticos aún menos transparentes, como el de Irán, otra potencia exportadora de petróleo de escala internacional.
El ciclo de los commodities o materias primas parece revertir otra vez en 2014 y asoma como una fuerte influencia en eventuales cambios para el mapa político de gran parte del mundo, en particular de las economías emergentes como las de América Latina. Desde junio pasado, el crudo Brent que se cotiza en Londres y es principal referencia en muchos mercados del mundo cedió de los u$s115 por barril a los u$s85, prácticamente una pérdida del 26 por ciento.
Para los importadores de hidrocarburos -la mayoría de los países del mundo- es una excelente noticia: la disminución de los costos a escala global representará un ahorro de un billón de dólares al año, de mantenerse los precios internacionales actuales. Para el reducido grupo de exportadores, en cambio, será un problema difícil de sortear en el plano económico, con complejas repercusiones para sus respectivos sistemas políticos.
Venezuela, Irán y Rusia padecerán la abrupta caída de los precios del petróleo
Un informe publicado por The Economist subraya que "para aquellos gobiernos que han usado los ingresos caídos del cielo de los mayores precios para ejercer una agresiva política exterior, por el contrario, las cosas podrían hacerse incómodas". La publicación británica, especializada en economía, considera que "los más vulnerables" son Venezuela, Irán y Rusia.
"El primero en quebrar podría ser Venezuela, hogar de la antiamericana 'revolución bolivariana' que Hugo Chávez trató de exportar al resto de la región", refiere la publicación. El informe recuerda que el presupuesto de Venezuela está basado en un petróleo a u$s120 el barril. "Incluso antes de la caída de los precios, el país luchaba para pagar sus deudas. Las reservas de divisas disminuyen, la inflación es desenfrenada y los venezolanos aguantan la escasez de bienes diarios como la harina y el papel higiénico".
La publicación observa que "Irán también está en una posición difícil", ya que "necesita el petróleo a aproximadamente u$s140 el barril para equilibrar su presupuesto" Las finanzas del país asiático padecieron los esquemas de gastos extravagantes de su ex-presidente Mahmoud Ahmadinejad, quien expuso a la economía de su nación a "las sanciones diseñadas para contener su programa nuclear" que la volvieron aún más "vulnerable". En ese contexto, no debe descartarse que un fuerte rival en el mundo musulmán y en el mercado petrolero, Arabia Saudita, actúe en alianza con los EEUU para ejercer una presión extra a través de los precios del petróleo.
"Independientemente de la motivación, el precio decreciente seguramente tiene aquel efecto. Comparado con estos dos países, Rusia puede esperar un tiempo. Su moneda se devalúa, lo que quiere decir que el valor de las ventas de petróleo medidas en rublos ha caído menos que en su valor en dólares", destaca The Economist. De esa forma, el gobierno de Moscú consiguió en el corto plazo amortiguar los daños en sus ingresos fiscales y limitó el déficit presupuestario.
De acuerdo al artículo, demócratas y liberales deberían darle la bienvenida al freno del precio del petróleo impuesto a países como Irán, Venezuela y Rusia. Pero también crece el riesgo a la inestabilidad.
El presidente iraní, Hassan Rohani, fue electo para mejorar los niveles de vida. Si la economía se hunde, podría fortalecer a los opositores de línea dura, advierte. En Venezuela el panorama no es mejor, ya que las consecuencias no serían sólo internas sino que alcanzarían a los países del Caribe, que dependen de la ayuda bolivariana. Un Putin sin legitimidad económica podría profundizar el nacionalismo xenófobo que encendió la campaña en Ucrania. "Petróleo barato, no significa que venga sin problemas", concluye la publicación.