Más islam y una sociedad dividida, el populismo que ensaya Turquía

El estilo de gobierno que ejecuta Erdogan es similar al de un país de América Latina. Sin embargo, es una de las naciones más prósperas y modernas de la región. El peligro de dejar de ver a Europa y volverse ultranacionalista

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Acoso a la prensa independiente y "compra de voluntades". Búsqueda de un enemigo visible para dividir a la sociedad. Un islam con mayor presencia en la vida de los ciudadanos. Éstas son sólo algunas de las tantas medidas que adoptó durante el último tiempo Recep Erdogan, quien ya lleva más de una década comandando los destinos de Turquía, al principio, como primer ministro, y ahora, como presidente.

El deterioro de su gestión y el malestar son evidentes en una importante porción de la sociedad que ve en él a un dirigente dispuesto a todo con tal de fortalecer su poder. Perpetuarse en la más alta de las magistraturas hasta 2024 es sólo una de las tantas intenciones que este hombre -quien también administró Estambul en los 90- tiene en su cabeza.

El plan que ejecuta con precisión marcial se asemeja al borrador más completo con que los caudillos de América Latina hacen y deshacen a su antojo en la región. Vaciar de legitimidad instituciones, acusarlas de ser una pieza clave de un inverosímil complot internacional, victimizarse y atacarlas. Lo hizo con el Poder Judicial, al que hizo propio; lo realizó con el Ejército, al que descabezó; también con la Policía, donde purgó de la fuerza a más de 40 mil oficiales; y convirtió al Parlamento turco en un despacho de leyes, ya que cuenta con una amplia mayoría que le permite gobernar sin límites.

"Muchos diputados quieren renunciar al partido de Erdogan, pero no se animan"

"Muchos diputados quieren renunciar al partido de Erdogan, pero no se animan", cuenta a Infobae el diputado Ertugrul Günay en la sala de reuniones del Palacio Legislativo de Turquía, en el que atiende a un grupo de periodistas. "Solo diez renunciaron a sus bancas, nadie más. Erdogan convirtió al Gobierno en una empresa. Todos los diputados están relacionados con asuntos económicos y tienen miedo", añade este hombre, que antes formó parte del gabinete del presidente turco como ministro de Cultura. Para este veterano dirigente político, "la clave" de las próximas elecciones legislativas es la situación económica. "El desempleo crece y la lira turca decae frente al dólar", gráfica.

 Reuters 163
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Pero lo que más preocupa a gran parte de la sociedad turca son los constantes ataques a la sociedad civil. Uno de los ejemplos más concretos es el caso de la Fundación Kimse Yok Mu. Esta organización no gubernamental nació luego del fatídico terremoto de 1999, cuyas víctimas alcanzaron -según cifras paraoficiales- los 100 mil muertos. Con el paso de los años, esta entidad se convirtió en una pieza fundamental de ayuda humanitaria en todo Turquía y en gran parte del mundo.

Erdogan y sus ministros comenzaron con un meteórico avance sobre la ONG, identificada con el movimiento Hizmet, y su sistema de financiación. El Gobierno no quiere saber nada con la posibilidad de que sean los ciudadanos turcos -como hasta ahora- quienes sostengan económicamente el trabajo de esta fundación dedicada a la ayuda humanitaria durante catástrofes naturales.

El sistema de acoso se repite en todas las instituciones que no comulgan con las intenciones políticas de este dirigente, quien comenzó su administración con la privatización de empresas y un acercamiento total a la Unión Europea allá por los inicios de este siglo, pero que ahora dio un vuelco hacia el islam y decidió basar su economía en el consumo y el recalentamiento de la actividad, en lugar de la racionalidad.

"Erdogan quiere convertirse en un dictador. Dice: 'El Estado soy yo y todo tiene que pertenecerme'", explica un vocero de Kimse Yok Mu en charla con Infobae en su sede de Estambul, mientras enseña cómo funciona un simulador de terremotos que montaron en el tráiler de un camión para explicarles a los niños qué hacer durante un sismo.

"El ataque comenzó con auditorías y controles fiscales. Buscaban dinero en negro, pero no encontraron nada porque acá es todo transparente", añade. Ante el abrupto avance sobre la financiación de esta ONG, sus autoridades evalúan un plan B drástico: abandonar Turquía y establecerse en otro país. Actualmente, entre otras actividades, destinaron a uno de sus equipos humanitarios al corazón de África para ayudar en la lucha contra el ébola, además de tener presencia en otros 110 territorios.

El presidente turco repite un discurso cierto: ganó las últimas elecciones con un importante caudal de votos. Más del 51% de los electores le dieron una oportunidad el 28 de agosto pasado. Pero el proceso de "chavización" de Turquía había comenzado mucho antes. Y fue una de las claves para que los sectores más desprotegidos de la sociedad vieran en él a alguien que podría sacarlos de la marginalidad.

Lo hizo con una fórmula que no suele fallar: devolviéndoles la fe en el islam, cada vez más presente en la vida corriente turca y en la de Erdogan mismo. Pero eso no impide que la economía continúe precarizándose. La inflación ronda el 9 por ciento anual, pero las autoridades económicas insisten en que el consumo continúe alto. La desocupación crece y ya un 14 por ciento de turcos no hallan un empleo que los saque de la desesperación en que se encuentran. Ese número sube al 20 por ciento en la franja más joven de la población.

Las denuncias de corrupción fueron una constante en el último año como primer ministro, pero fue la filtración de una conversación telefónica que mantuvo con su hijo lo que actuó de bisagra para que radicalizara su discurso y su gobierno a partir de octubre de 2013 y viera enemigos por todos lados. En esa charla le pedía que sacara varios de los millones de dólares que mantenían ocultos en su casa familiar. "Aún me quedan unos 30 millones", le responde su hijo, en un video que circuló por YouTube y que constituyó un escándalo. También un punto de quiebre en su forma de gobernar.

Como consecuencia de esa filtración, decidió intervenir a la Policía, a la que acusó de haber sido la responsable de la publicación de ese "asunto" casero. Erdogan vio una conspiración de un antiguo aliado tácito de su gobierno, a quien creyó ver detrás de la traición policíaca: Muhammed Gülen, un líder espiritual y político radicado en los Estados Unidos, con amplia influencia en la vida cívica, militar y empresaria de Turquía.

 AFP 163
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Los seguidores de Gülen constituyen lo que se conoce como el movimiento Hizmet, que si bien no posee una estructura formal, a su "fe" adhieren millones de turcos. Más de 150 mil empresas contribuyen a formar una porción de los 800 mil millones de dólares del PIB turco. Compañías, hombres de negocios, medios de comunicación, colegios privados, universidades, todas quedaron en la mira del Gobierno de Erdogan, que ve en ellos un peligro latente y el enemigo interno necesario para justificar sus recientes y polémicas decisiones.

La prensa es otro de los objetivos del Gobierno. Los ataques -al mejor estilo venezolano, ecuatoriano o argentino, por citar casos de la región- son cada vez más groseros y evidentes

Varios colegios fueron cerrados a lo largo de Turquía con la inverosímil excusa de que los permisos y licencias para educar alumnos habían caducado y no se los renovarían. Erdogan en persona encabezó una campaña para pedir a los padres que retiraran a sus alumnos de los colegios Fatih, una de las redes más importantes de educación de élite de la región. El ataque fue vano: las matrículas aumentaron. Pero el acoso persiste con inspecciones fiscales, violación de la propiedad privada y demás artes de dudosa legitimidad.

La prensa es otro de los objetivos del Gobierno. Los ataques -al mejor estilo venezolano, ecuatoriano o argentino, por citar casos de la región- son cada vez más groseros y evidentes. Auditorías del Ministerio de Trabajo para revisar los papeles de los empleados, juntas de inspectores impositivos para pesquisar el estado financiero de las empresas, presión a compañías privadas para que no sean sponsors de los medios críticos.

Es el caso, por ejemplo, del diario Zaman, el de mayor tirada del país. De él, el Gobierno retiró toda su publicidad, y sus ingresos se redujeron de un día para el otro un 30 por ciento. Una porción demasiado grande para cualquier negocio por pequeño o grande que éste sea. También observan cómo desde medios adictos a las arcas oficiales tientan a sus reporteros con contratos muy atractivos. En este tiempo de guerra abierta librada desde el poder, sólo dos columnistas abandonaron el periódico por dulces 25 mil dólares al mes.

"Erdogan necesita crearse enemigos, es su estilo", analiza el periodista Deniz Ergürel, de Zaman. Explica, además, que otra de las formas que tiene el Gobierno turco de influir en los medios es presionando a sus accionistas sobre otros negocios que ellos tengan. El Presidente sabe que es más rentable la minería que un diario. O la red de tendido eléctrico que una radio. "Piden a las empresas que no den publicidad a los medios, y otra de las formas es no permitiendo a los periodistas el ingreso a las oficinas de Gobierno", enumera.

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Pero Erdogan no sólo fantasea con enemigos fronteras adentro. Como si repitiera un cliché latinoamericano, acusó a los Estados Unidos -en la figura de su embajador en Ankara- de ser parte de un complot para derrocarlo. Creyó verlo detrás de las protestas del 17 de octubre de 2013, cuando su gobierno tambaleó. Obsesionado con Siria, sueña con una invasión por tierra, excusa que podría darle el grupo terrorista Estado Islámico, que lucha en la fronteriza ciudad de Kobane, donde descansa un tesoro arqueológico turco. Son los miembros de esta banda criminal quienes, se cree, aprovecharon una relajada frontera turca para penetrar en Irak y en tierra siria.

El diputado Günay descarta esta alternativa alocada: "No hay una posibilidad de que Turquía invada Siria". Sin embargo, es necesario ver la historia para comprobar que una movida de esas características podría constituir el plan perfecto para unificar a un país cuyo actual jefe de Estado sueña -nuevamente- imperial.

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