Según un informe publicado este año por UNICEF, el único dato alentador es que el número de niñas del mundo que son objeto de Mutilación Genital Femenina (MGF) es alrededor de un tercio más bajo de lo que era hace tres décadas.
Sin embargo, todavía se mantiene un promedio de siete niñas con sus genitales cortados o mutilados por minuto. Y aunque la velocidad con la que se la práctica está disminuyendo, no es suficiente para contrarrestar el crecimiento de la población.
Los cálculos sobre el total de mujeres vivas hoy en día que han sido sometidas a la escisión genital en África varían entre 100 millones y 130 millones. Alrededor de 26 millones han sido sometidas a la infibulación, la forma más grave de mutilación genital femenina. Dadas las tasas actuales de nacimiento, esto significa que alrededor de 2 millones de niñas corren peligro de sufrir alguna forma de esta práctica, inclusive la infibulación, todos los años.
Esta costumbre se han registrado en por lo menos 28 países de África, en varios grupos de Asia meridional y oriental y entre algunos emigrantes de Europa, América del Norte y Australia que provienen de estos países y regiones.
Existen tres tipos de ablación: la amputación del prepucio del clítoris, que se extirpa en parte o en su totalidad; la escisión o mutilación total o parcial del prepucio del clítoris y los labios menores, conservando sólo los labios mayores; y la infibulación.
Esta última práctica, que incluye en muchos casos el cierre vaginal mediante sutura, es la más agresiva, ya que supone también la extirpación del clítoris y los labios mayores y menores.
La vulva de las mujeres que sufren esta mutilación es cosida hasta que queda prácticamente cerrada, dejando sólo una abertura para permitir la salida de la sangre menstrual y la orina.
Se abre cuando se produce el matrimonio y con ocasión de los partos, pero en algunas culturas se puede volver a coser en caso de viaje del marido.