Un ciclo en la historia mexicana reciente parece cerrarse con la Reforma Energética que está a solo días de su promulgación, y que abrirá de un solo golpe las puertas del sector al capital privado, nacional y extranjero.
Los observadores todavía se muestran sorprendidos porque una reforma tan radical, abrupta y completa, que hasta hace pocos años parecía inconcebible, esté prácticamente consumada. Sin embargo, cuando el general Lázaro Cárdenas estatizó la industria petrolera hace exactamente 76 años, su decisión generó el mismo impacto, dentro y fuera de México.
En su momento, más allá de los cuestionamientos recibidos, lo cierto es que la estatal Petróleos Mexicanos (Pemex) se transformó en un ícono nacional, convirtiéndose en la empresa más importante del país y una de las mayores del mundo, y colocando a México como el décimo productor de petróleo y décimo tercero de gas a escala mundial.
La semana pasada se terminó de votar la ley de reforma energética y sus leyes secundarias, con lo que sólo resta la promulgación de Peña Nieto en los próximos días para entrar en vigencia. Lo aprobado establece, entre sus principales planteos, que las dos principales empresas estatales, la petrolera Petróleos Mexicanos (Pemex) y la eléctrica Comisión Federal de Electricidad (CFE), continuarán existiendo y perteneciendo al estado, pero ahora, en un esquema de competencia.
En el caso de Pemex, solo tendrá permitido acceder a un 30% de las reservas totales del petróleo del país, y el resto deberán ser licitadas a privados.
Sobre este punto, las opiniones en México se encuentran divididas. La especialista y catedrática del sector energético en el Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE), Miriam Grunstein Dicker, asegura que se trata de uno de los principales, sino el más importante aspecto de la flamante reforma.
En efecto, la especialista posee una visión muy crítica del estado de situación de la industria energética previo a la nueva legislación, con empresas ineficientes, marcadas por las corruptelas y la desidia estatal.
"Pemex y la CFE quedan absolutamente disminuídas", opina por su parte Francisco Javier Carrillo Soberón, Coordinador del Comité Nacional de Estudios de la Energía y ex Secretario del Trabajo del Sindicato Mexicano de Electricistas, uno de los principales críticos eferente opositor la reforma.
"De ser una empresa muy integrada (...) ahora se pasa a la división en pequeñas "empresitas". Con esto se pierden las ventajas de ser una gran empresa, hay una descentralización que es muy negativa", agrega.
Sobre la promesa del gobierno de que las tarifas bajarán a partir de la reforma, ambos especialistas se mostraron escépticos. "No existen condiciones económicas para bajar las tarifas, esa ha sido simplemente una promesa de los políticos", observa Miriam Grunstein Dicker.
Infobae también consultó a Greenpeace, la organización ambientalista internacional cuya filial mexicana ha protagonizado varias de las protestas contra la nueva ley, y su vocero afirmó: "A nosotros no nos interesa tanto si es petróleo es nacional o extranjero, privado o público, sino de cuáles son los efectos de su explotación para el medio ambiente".
Miguel Soto consideró que es preocupante que no exista ni siquiera una mínima intención en el país por empezar a transitar por lo que él llama "una transición energética", para abandonar paulatinamente la dependencia a los hidrocarburos y las técnicas nocivas para el medio ambiente.
Entre los muchos aspectos de la compleja reforma votada, se encuentra la introducción de la técnica del fracking o "fracturación hidráulica" para la extracción del gas shale. El gobierno sostiene que el norte del país es una zona de importantes reservas de este gas y por eso se ha convertido en uno de los destinos elegidos por las firmas internacionales una vez prumulgada la legislación.
Soto explica que, paradógicamente, México le da luz verde a esta técnica cuando muchos países del mundo estan suspendiendo sus actividades, o poniendo fuertes precauciones por los riesgos medioambientales.
Miriam Grunstein Dicker por su parte, explica que las zonas donde se aplicará esta técnica son desérticas, profundamente afectadas por la falta de agua. "Sería un verdadero despropósito que en estas áreas que sufren de la escasez de agua potable se aplique el fracking, que funciona precisamente por la inyección de grandes cantidades de agua".
Además, una vez utilizada, ese agua queda contaminada con al menos 260 sustancias químicas, con lo cual, tampoco estamos hablando aquí de una energía "limpia", afirma Soto.
Al problema del agua se le suma el de los sismos. El vocero de Greenpeace explica que la técnica del fracking genera sismos de entre 4 y 5 grados; esto en un país que posee de por si una alta actividad sísmica.
"Falta mucha investigación sobre el fracking como para que hoy se lo esté vendiendo a México como si fuera la panacea. Hay muchísimos aspectos que nuestros legisladores y gobernantes desconocen sobre esta técnica, y aún así le han abierto las puertas basándose en el argumento del interés económico", explica Soto.
A los efectos sobre el medioambiente, que preocupan a los favorables a la refomay a los críticos, se le suman las dudas sobre su ejecución. Todos los consultados coinciden con que el Estado mexicano es vulnerable a corruptelas y abusos de todo tipo, que ponen en cuestión la forma en la que será aplicada la refoma.
"Vemos un panorama muy oscuro, muy incierto", agrega Carrillo Soberón. "Se está haciendo sin medir transiciones, sin medir ritmos; se está haciendo de manera precipitada, con prisa. Y sin control de daños".