Como bien señala Pérez Izquierdo, los lectores suelen sentirse atraídos hacia la historia a través de la anécdota. Por eso este abogado que, retirado de la vida profesional, se dedica ahora a investigar el pasado, escribe sus libros como novelas y presenta los hechos históricos fundamentalmente a través de la vida de sus protagonistas. Personajes reales y no de ficción, que sin embargo bien podrían decir, como Napoleón: "¡Qué novela la de mi vida!"
Y ese es el arte de este historiador: no apabulla con su vasta erudición, sino que nos la va entregando como marco del derrotero de los personajes elegidos. En la primera parte del libro, dedicada a la reconstrucción de la situación en España –y en el mundo mediterráneo- previa a Lepanto, el protagonismo está reservado a dos caballeros de la Orden de Malta, Jacobo de Castil y Alonso de Tejada, elegidos, como se verá más abajo, por destino.
En la segunda parte, los personajes son más conocidos: el papa Pío V, el rey Felipe II y su medio hermano bastardo, Juan de Austria, quien se cubrirá de gloria en la batalla. Todas personalidades impactantes aunque bien diferentes.
En 1565, la Iglesia eleva al papado a un "sacerdote riguroso e incorruptible, religioso y frugal, con inteligencia y oración", nos dice Pérez Izquierdo. Se trata de Pío V, Michelle Antonio Ghislieri, el hombre necesario en un momento en que Roma era asediada, de un lado por los reformados y de otro por los musulmanes; el que se pondrá al hombro la cruz de conformar una Liga Santa con España y Venecia para enfrentar la expansión otomana en el Mediterráneo. Un Papa que será canonizado un siglo después de su muerte, entre otras cosas, por haber tenido la visión de la victoria de Lepanto el mismo día en que se produjo (7 de octubre de 1571), y mucho antes de que el parte de guerra llegase a Roma.
Con apenas 24 años, a Juan de Austria le fue confiado el mando de la flota cristiana. "Era el vivo retrato del difunto Emperador (Carlos V) –dice el libro-, su padre natural: valiente, audaz, simpático, ovacionado por los soldados y admirado por las mujeres, que se derretían ante su estampa; adoraba la guerra y el peligro. Fue todo lo que no llegó a ser el hijo legítimo que era prudente, austero sobrio, reservado, silencioso. Un oficinista perfecto. Felipe amaba la burocracia".
El libro no defrauda la curiosidad natural sobre Lepanto: la descripción de los combates es vívida y minuciosa e incluye todo un capítulo sobre el papel del entonces futuro escritor Miguel de Cervantes Saavedra en la batalla naval que enfrentó a más de 200 galeras españolas y venecianas a otras tantas otomanas, en el mar al sur de Grecia.
Lepanto es un libro para el amante de la historia, pero también de la aventura y el suspenso, ya que el autor logra crear expectativa aunque se conozca el desenlace.
Pérez Izquierdo es un hispanista, como lo demuestra en este texto, pero también en otro de inminente publicación, en el cual rescata otra gloria española, la del almirante Blas de Lezo, quien en total inferioridad de condiciones venció a los ingleses en Cartagena de Indias en 1741. Un hecho que la historiografía inglesa ha tergiversado y la española recién empieza a reivindicar ahora.
De estos temas, del nuevo revisionismo argentino, y del papel de los individuos en la Historia, dialogó Infobae con el autor de "Lepanto y la Armada de la Cruz" (Olmo Ediciones, 2014).
¿Cuánto hay de historia y cuánto de ficción en este libro?
Es una historia novelada, pero todos los datos son ciertos, desde la carga sobre la Sultana, la galera en la que iba Alí Pachá, el comandante de la flota otomana, hasta la rebelión de las Alpujarras, que fue una rebelión muy importante de los moros en España, de la que no dan cuenta muchos historiadores pese a que tuvo a mal traer durante muchos años a Felipe II.
¿Cómo eligió a los dos personajes centrales de la primera parte del libro, Jacobo de Castil y Alonso de Tejada?
A Castil lo elegí como una consecuencia de Tejada, porque éste último tiene un descendiente acá en Argentina, que es amigo mío y fue quien me dijo que su antepasado había intervenido en la batalla de Lepanto. Fue así que puse a investigarlo.
Lepanto es tal vez más célebre por Miguel de Cervantes, que perdió allí su mano izquierda. ¿Pero cuál fue su significación geopolítica?
La mejor definición es la que dio el Gran Visir de los otomanos cuando les dijo a los venecianos: "Ustedes nos han cortado una rama del árbol", en referencia a Lepanto, "pero nosotros a ustedes les hemos cortado en Chipre un miembro del cuerpo: los miembros no vuelven a crecer pero los arboles se reponen". Lepanto fue una victoria imponente de los cristianos, les destruyeron la flota a los otomanos y aseguraron el predominio occidental durante décadas en la mitad oeste del Mediterráneo, pero eso no pudo ser aprovechado debidamente después porque la alianza se destruyó muy pronto, cada uno arregló por su cuenta, Venecia tenía más interés en el comercio con Oriente que en otra cosa y España estaba ocupada en asegurar su presencia y preeminencia en Flandes.
¿Fue un freno a la ofensiva otomana?
En realidad ésta ya había empezado a frenarse. El punto de mayor expansión lo tuvieron los otomanos con Solimán el Magnífico (1520-1566) y después empezó una decadencia paulatina que llevó varios siglos. Fíjese que, a mediados del siglo XIX cuando Lord Byron, Shelley y otros intelectuales ingleses comienzan a preocuparse por Grecia, ésta todavía estaba ocupada por los turcos.
¿Usted tiene especial interés en este período?
No sólo, a mí me interesa mucho la historia argentina y la historia de España, y en ésta he encontrado que Blas de Lezo es un personaje ignorado y prácticamente olvidado y Lepanto también, por eso he tratado de rescatarlos de la indiferencia.
Habrá notado que la moda reciente entre nosotros de revisar el pasado con categorías del presente lleva incluso al cuestionamiento de nuestras raíces hispanas por vía de la crítica a la conquista...
Bueno yo soy hispanista, decididamente. Aunque no rosista. Ahora hay también un cuestionamiento a la Conquista del Desierto; a Roca se lo considera un genocida. Pero creo que esto forma parte de la prédica de los tiempos, que no tiene nada que ver con la verdad histórica; la verdad histórica es una y la publicidad o las creencias políticas son más contingentes y menos duraderas. Así que creo que va a haber un acto de justicia que revertirá esta tendencia actual al revisionismo.
Esta tendencia a cuestionar la propia historia, contrasta por ejemplo con la actitud de los anglosajones que hacen lo contrario, como lo muestra justamente en el caso de Blas de Lezo...
Creo que eso corresponde un poco al dominio del mundo que ha tenido la raza anglosajona. Blas de Lezo, con tropas infinitamente menos numerosas que las del almirante Vernon lo superó, lo venció. Pero recién ahora se está levantando un monumento a Blas de Lezo en Madrid, en la plaza Colón, por consulta y colecta popular. Yo adherí a ese homenaje, pero la verdad es que es un héroe absolutamente ignorado; sólo hay un libro de Pablo Victoria que lo menciona. Y hay una anécdota interesante de la marina española: en 2005, cuando los ingleses festejaron el bicentenario de la victoria de Trafalgar contra la armada franco española, pusieron una sola condición a cada delegación invitada, que debían hablar sobre el nombre del buque que la había transportado. Entonces los españoles, que adhirieron al homenaje -cosa sorprendente, dicho sea de paso, porque ¡cómo iban a ir a festejar su derrota!-, llegaron al acto transportados por una fragata que se llamaba Blas de Lezo. Y bueno, hablaron de esa victoria suya, para gran sorpresa de los ingleses que encajaron el golpe con la flema que les es habitual.
¿Cuánto tiempo le llevó escribir este libro?
Un año de trabajo, con un viaje a España para consultar los archivos. Hay una bibliografía cuantiosa, abrumadora, sobre Lepanto. Además, recorrí la cuenca del Danubio porque quería ir hasta los lugares donde se había expandido el Imperio Otomano. Siempre me gustó la historia pero, como decía mi padre, la jubilación no es para que un hombre no haga nada sino para que haga lo que no pudo hacer durante todo el tiempo que tuvo que trabajar para mantener a su familia; así que ahora me dedico a eso.
En la universidad suele haber cierto desmerecimiento por la historia centrada en acontecimientos y personajes, en comparación con la historia social y los fenómenos de larga duración. En su libro en cambio aparecen personajes clave, esenciales, como Pío V, Felipe II y Juan de Austria. ¿Para usted cuál es el peso de los individuos en el devenir histórico?
Para mí el individuo tiene importancia y es decisivo. Si en lugar de Pío V hubiera habido otro Papa no se hubiera podido concretar la Liga Santa; si en lugar de comandar la flota cristiana Juan de Austria la hubiera comandado Colonna, por ejemplo, hubieran vacilado. Yo creo que la personalidad de estos hombres e incluso la relación entre Felipe II y su hermanastro fueron decisivas. Marañón, que fue un médico y psiquiatra y gran escritor, sostiene que había celos de parte de Felipe hacia Juan de Austria, pero yo me inclino a pensar, como la minoría de los autores, que la relación entre ambos era positiva, era la de un hermano mucho mayor, cauteloso, frente a un joven alocado y botarate como era don Juan.
Usted no es determinista, entonces, el hombre puede vencer al sistema, o al menos sobreponerse a él...
Sí, sobreponerse o sobrellevarlo. Justamente, lo que más gusta a los lectores, lo que atrae y despierta interés, es la parte anecdótica, la aventura humana. Por eso escribo noveladamente.