A mediados de los 80, cuando Selva Almada vivía su adolescencia en su Entre Ríos natal y no sabía que se convertiría en una de las escritoras que renovaría la literatura argentina con una singular pluma que ha sido elogiada por lectores y críticos como Beatriz Sarlo, se sobresaltó con el asesinato de una chica de su edad, Andrea Danne, que fue encontrada apuñalada mientras dormía en el cuarto contiguo al de sus padres.
Durante años el crimen le quedó dando vueltas en la cabeza hasta que un tiempo atrás Selva decidió investigar otros con esas características. Se propuso trabajar en casos que hayan ocurrido en esa década en el interior del país y así fue que encontró el de María Luisa Quevedo en Sáenz Peña, Chaco y otro que le aportó un periodista cordobés: el asesinato de Sara Mundín en Villa Nueva, Córdoba.
Con esos tres crímenes como base edificó Chicas muertas (Random House), en la que la autora de Ladrilleros y Una chica de provincia narra y reflexiona sobre la violencia sufrida por las mujeres, la impunidad que impide encontrar culpables, la misoginia que aún recorre la sociedad y que muchas veces se expresa en el machismo de funcionarios policiales y judiciales.
"La idea era que los hechos hubiesen transcurrido en los 80 y que esas mujeres eran adolescentes en el mismo momento que yo", cuenta la escritora, que estuvo en la redacción de Infobae para hablar sobre su último libro.
No es que había menos casos de femicidios o de casos de violencia contra la mujer, sino que no se denunciaban. Ahora los medios le dan mucho lugar en su agenda a este tipo de crímenes. Antes eran crímenes pasionales, e incluso hasta hace poco los diarios más importantes de Argentina hablaban de crímenes pasionales y no de femicidio. Plantear estos casos desconocidos y que ocurrieron hace tantos años tiene esa idea: esto no pasa ahora, esto pasaba siempre. No interesaba y no era parte de la agenda política ni periodística.
Sí, creo que sí. La etapa de investigación la hice con una Beca del Fondo Nacional de las Artes y en ese proyecto que presenté al Fondo planteaba el caso de María Soledad como un antes y un después. Incluso cuando asesinaron a María Soledad, que fue unos cuatro años después del crimen de Andrea, enseguida las conecté. Yo tenía la edad de María Soledad, 17 años. Ya en esa época me empecé a preguntar si hubiésemos hecho algo, si la gente hubiese exigido, si hubiese marchado y se hubiese conectado con los diarios nacionales, si hubiese sido distinto.
Quería que sea así y tiene que ver con el universo que planteo en los otros libros que son ficción. Tanto en los cuentos como en las novelas me gusta trabajar con ese material porque lo conozco muy bien. Y también porque no quería casos que hubiesen tenido su momento en el periodismo de Buenos Aires. Quería casos que no hubiesen trascendido de esos pequeños lugares donde sucedieron.
No sé si se da más. Lamentablemente el machismo y la misoginia como una cosa generalizada se da en todo el país y en todo el continente. Sí, es verdad que hay más conservadurismo en el interior del país y que eso allana el hecho de que un varón pueda ejercer violencia contra una mujer y que se naturalice. Está más naturalizado y la mujer está menos protegida, en el sentido que si una vive en una Ciudad grande como Buenos Aires, Rosario o Córdoba seguro que hay una ONG que se ocupa y donde puede ir a pedir ayuda. O incluso el Gobierno o las municipalidades están más presentes para acompañar o para ayudar a que esa mujer salga de esa situación. En el interior las mujeres están más desprotegidas en ese sentido. Capaz que va a denunciar y el policía es amigo del marido o incluso el tema que en el interior nos conozcamos todos. No creo que no exista en las ciudades grandes, de hecho muchos de los femicidios que ocurren todos los días ocurren acá en el conurbano. Sí creo que la mujer está más sola para pedir ayuda.
Sí, también es cierto que las políticas de estado que hay sobre el tema son muy recientes. A veces está la Ley pero no está la infraestructura para que eso se cumpla.
Yogui lamentablemente murió hace dos meses, así que no llegó a leer el libro que a él le daba mucha ilusión porque estuvo toda su vida muy comprometido con el caso de su hermana. Es también mi fuente para el libro. Es un pensamiento fácil y común pensar que le pasó porque las compañías no eran buenas, así como cuando una mujer es violada dicen "mirá como se vestía". Es parte de la misóginia y el machismo.
No sé como se vivirá eso ahora, pero en aquella época era común viajar a dedo y creo que no éramos conscientes del peligro que pasábamos, excepto cuando ocurrían algunas de las cosas que cuento en el libro. Pero no pensaba que me podían matar o que me podía violar. No tenía ese temor constante.
Sí, hay muchas maneras de prostitución que están naturalizadas y que no se entienden como prostitución. Una de esas es esa y de hecho cuento la historia de la mujer que visitaba a mi tío. Se decía "es una prostituta" pero prostituta-prostituta es la que trabajaba en una whiskería. Pero estaban aquellas que lo visitan y él la ayuda, ni siquiera dicen "le paga": "la ayuda con un poco de plata". No se entiende como prostitución, pero si hay dinero en el medio hay prostitución.
Claro, por supuesto. Pero ni siquiera estas mujeres lo entendían así. Las hubiese horrorizado pensar que actuando de esta manera también eran prostitutas.
Me pareció una historia muy linda y me sirvió para articular el libro. No me acordaba de esa historia. Tuvimos muchas charlas con ella que yo grababa y no las tenía tan presente porque pasó bastante tiempo hasta que empecé a escribir el libro y cuando empecé a escuchar las grabaciones apareció este cuento que ella me cuenta y me ayudó a decir "por acá puede ir el libro". Como una justificación poética de lo que yo intentaba escribir.
Sí, hay una crónica muy potente en América Latina y hay unos cronistas tremendos como Leila Guerriero, a quién admiro muchísimo. Lo que nunca quise perder de vista es que yo era una escritora escribiendo una no ficción. Yo no era una periodista, no era una cronista y entonces me siento como una outsider que entro por la ventana. No sé si el libro forma parte o no, eso lo dirán los lectores o los críticos mejor que yo. No hubo una pretensión de formar parte de eso. La única pretensión era contar estos casos y no contarlos desde la ficción, hacer el trabajo lo más rigurosamente posible pero sin olvidarme nunca que soy una escritora y que estoy escribiendo esta no ficción pero no soy periodista.
Quería eso. Poder escribir estas historias reales pero con las herramientas literarias que me da mi trabajo anterior que hasta ahora ha sido de ficción. Poder aplicar esas herramientas para poder contar una historia real sin novelarla, sin ficcionarla.