En 1950, el matemático y pionero de la informática Alan Turing propuso un examen para determinar la inteligencia de una máquina: una computadora y un humano chatean y un juez monitorea esta conversación, pero sin saber que el interlocutor es la computadora. Si un 30% de los jueces no logra distinguir cuál es el humano y cuál es la máquina, esta última supera el examen.
Finalmente, 64 años después de su creación, el test fue superado por Eugene Goostman, un programa de computadora capaz de comunicarse como un humano. Su personalidad, creada por sus tres desarrolladores (Vladimir Veselov, Eugene Demchenko y Sergey Ulasen), es la de un niño ucraniano de 13 años cuyo padre es ginecólogo y que posee un conejillo de indias como mascota. "Pasamos mucho tiempo construyendo un personaje con una personalidad creíble", explicó Veselov.
Durante el examen, llevado a cabo en la Royal Society de Londres, se usaron cinco ordenadores para intentar engañar a varias personas, haciéndoles creer que eran humanos. El resultado: Goostman logró convencer al 33% de los jueces de que era una persona de carne y hueso. "Este hito quedará como uno de los avances más emocionantes en la historia de la ciencia", dijo Kevin Harwick, profesor de la Universidad de Reading, uno de los organizadores del experimento.
Naturalmente, no es la primera vez que se realiza este test y previamente se había demostrado que las máquinas podían "pensar". Pero esta es la primera vez que alcanzan un nivel tan alto. Sin embargo, hubo críticos, como la revista New Scientist, que afirmaron que sólo se demostró la capacidad de conversar.
"Por supuesto que el test tiene implicaciones para la sociedad actual. La existencia de una computadora que puede engañar a un humano haciéndole creer que alguien, o algo, es una persona en la que confiamos es un llamado de atención sobre el cibercrimen", explicó Harwick.