El Papa, artífice de esta celebración al cursar la invitación a Peres y Abbas en su viaje a Tierra Santa a finales de mayo, deseó que el encuentro de oración que tuvo lugar este domingo "sea el comienzo de un camino nuevo en busca de lo que une, para superar lo que divide". Tras la invocación por la paz en Oriente Medio realizada por parte de representantes de las tres religiones reunidas el domingo en el Vaticano –judía, católica y musulmana– en esta ceremonia junto a la Basílica de San Pedro, tomó la palabra el papa Francisco.
Alabó la presencia de los dos presidentes, que consideró "un gran signo de fraternidad, que hacen como hijos de Abraham, y expresión concreta de confianza en Dios, Señor de la historia, que hoy nos mira como hermanos uno de otro, y desea conducirnos por sus vías".
Además, recordó que este encuentro está "acompañado por la oración de tantas personas, de diferentes culturas, naciones, lenguas y religiones" y responde "al deseo ardiente de cuantos anhelan la paz y sueñan con un mundo donde hombres y mujeres puedan vivir como hermanos y no como adversarios o enemigos".
Francisco se dirigió a los mandatarios para indicarles que "los hijos están cansados y agotados por los conflictos y con ganas de llegar a los albores de la paz, piden derribar los muros de la enemistad y tomar el camino del diálogo y de la paz, para que triunfen el amor y la amistad" y les recordó cuántos "han caído víctimas inocentes de la guerra y de la violencia, plantas arrancadas en plena floración".
Y pidió que "su memoria" dé las fuerzas para "perseverar en el diálogo a toda costa, la paciencia para tejer día tras día el entramado cada vez más robusto de una convivencia respetuosa y pacífica", y consideró que "para conseguir la paz, se necesita valor, mucho más que para hacer la guerra".
"Se necesita valor para decir sí al encuentro y no al enfrentamiento; sí al diálogo y no a la violencia; sí a la negociación y no a la hostilidad; sí al respeto de los pactos y no a las provocaciones; sí a la sinceridad y no a la doblez. Para todo esto se necesita valor, una gran fuerza de ánimo", añadió.
Al dirigirse a sus interlocutores les pidió que no renuncien a sus responsabilidades y afirmó que hay que responder a "la llamada para romper la espiral del odio y la violencia; a doblegarla con una sola palabra: hermano".
Y concluyó su discurso con una oración en la que explicaba cómo durante años se han vivido "momentos de hostilidad y de oscuridad; tanta sangre derramada; tantas vidas destrozadas y tantas esperanzas abatidas" en el vano intento de resolver los conflictos. "¡Nunca más la guerra! Con la guerra, todo queda destruido", dijo el Papa, que rogó al Señor para que infunda "el valor de llevar a cabo gestos concretos para construir la paz".
"Danos la fuerza para ser cada día artesanos de la paz; danos la capacidad de mirar con benevolencia a todos los hermanos que encontramos en nuestro camino. Haznos disponibles para escuchar el clamor de nuestros ciudadanos que nos piden transformar nuestras armas en instrumentos de paz, nuestros temores en confianza y nuestras tensiones en perdón", continuó orando el Papa.
La súplica del pontífice concluyó con un ruego para que "el estilo de nuestra vida se convierta en 'shalom', paz y 'salam'".
Por su parte, el presidente de Israel, Shimon Peres, aseguró que "la paz no se consigue fácilmente. Debemos luchar con todas nuestras fuerzas para llegar a ella. Para conseguirla pronto, incluso si para ello se requieren sacrificios o compromisos". Y expresó el deseo de que "la verdadera paz pueda convertirse en nuestra herencia temprana y rápida".
"Tenemos que perseguir la paz. Cada año. Todos los días. Nosotros saludamos con esta bendición: 'Shalom', 'Salam', y debemos ser dignos del significado profundo y exigente de esta bendición. Aunque la paz parece que esté muy lejos, debemos ir tras ella, para acercarla", exclamó el presidente Peres. Y afirmó que israelíes y palestinos "desean todavía ardientemente la paz".
"Las lágrimas de las madres por sus hijos todavía están grabadas en nuestros corazones. Debemos poner fin a los gritos, la violencia, los conflictos. Todos necesitamos la paz. La paz entre iguales", añadió, a la vez que afirmó que los israelíes y los palestinos pueden "ahora y juntos" transformar "su noble visión en una realidad de bienestar y prosperidad".
"Está en nuestro poder llevar la paz a nuestros hijos. Este es nuestro deber, la santa misión de los padres", agregó. Perez recordó que durante el viaje a Tierra Santa, el Papa con "la sinceridad de sus intenciones, su modestia y su bondad tocó los corazones de personas, independientemente de su fe o nacionalidad", y definió al pontífice como "un constructor de puentes de fraternidad y de paz".
Al momento de su intervención, el presidente palestino aseguró que "la reconciliación y la paz" son los "objetivos" de los palestinos y dijo en su discurso en los Jardines Vaticanos: "Aquí estamos, Dios, inclinados a la paz. Haz firmes nuestros pasos y corona nuestros esfuerzos y empeños con el éxito".
Abbas intervino después del Papa y de Peres, antes quienes formuló su deseo de que "Palestina, y Jerusalén en particular, (sean) una tierra segura para todos los creyentes y un lugar de oración y veneración para los seguidores de las tres religiones monoteístas".
"Mi agradecimiento a Su Santidad desde el fondo de mi corazón por iniciar este encuentro importante aquí, en el Vaticano", dijo Abbas. "Esta visita es una expresión sincera de su creencia en un intento pacífico y verdadero para alcanzar la paz entre palestinos e israelíes", subrayó, y añadió que los palestinos quieren una "paz justa, (una) vida digna y libertad".
Y formuló su petición a Dios para que "haga próspero y prometedor el futuro de nuestra gente, así como libertad en nuestro estado soberano e independiente". "Concede, Señor, seguridad a nuestra región y a nuestro pueblo, seguridad y estabilidad", pidió.
Abbas citó el evangelio de San Lucas para aludir a las palabras de Jesús dirigidas a la ciudad de Jerusalén: "Si hubieras conocido en este día el camino de la paz" y recordó que el papa san Juan Pablo II aseguró que "si la paz llega a Jerusalén, llegará a todo el mundo".
El presidente palestino se refirió repetidamente a esta ciudad en su intervención, a la que denominó como "nuestra ciudad santa", así como a la cercana Belén, a la que nombró como "la ciudad del amor y la paz y la cuna de Jesucristo".