Vamos a dejarlo claro desde el primer párrafo: no existe un evento cinematográfico más importante y con más prestigio que el Festival Internacional de Cine de Cannes (Francia), ni siquiera el Oscar, una celebración con mucho marketing y glamour que da chapa a nominados y ganadores, pero que de ninguna forma genera una competencia tan variopinta y de tanta valía como la celebración gala.
Pero, ¿por qué Cannes tiene tanto prestigio? ¿Por qué millones de cinéfilos esperan con ansias los palmarés de este festival para visualizar cada uno de los filmes premiados? Quizás porque a diferencia de los Oscar, que premia películas que han pasado por los cines, Cannes lo hace con cintas que se ven por primera vez en el evento, filmes rigurosamente seleccionados por un prestigioso comité que visualiza cientos de horas de metraje de las más diversas cinematografías.
La Palma de Oro, el máximo galardón de esta fiesta cinéfila, es sin dudas, el tesoro y reconocimiento más deseado por productores, realizadores y artistas alrededor del mundo. Con más de 65 años de historia (esta es la edición 67°) el Festival consagró con su premio mayor a figuras de la talla de: Cecil B. DeMille, Billy Wilder, Vittorio de Sica, Orson Welles, Luis Buñuel, Martin Scorsese, Francis Ford Coppola, Akira Kurosawa y hasta Quentin Tarantino.
El festival de Cannes inaugura la temporada de premios en mayo, dos meses después de que los Oscar cierran la temporada anterior, y lo hace con las avants premieres de las primeras gemas fílmicas del año. No hay nada más prestigioso que estrenar una película en Cannes, donde, durante unos pocos días, se dan cita los nombres más importantes de la industria fílmica.
Además la creación del Marché du film ("Mercado de películas") en 1959 convirtió a Cannes en un punto de encuentro clave para cineastas. Desde entonces, se constituyó como el lugar de distribución cinematográfica por excelencia, la principal plataforma internacional de comercio de películas.
De todos modos, si algo ha caracterizado a Cannes es la falta total de interés por el carácter comercial de las películas y su afán por el riesgo y por las cinematografías menos comerciales. Algo que balancea con la presencia de las estrellas de Hollywood más importantes en cada una de sus alfombras rojas.
El cine argentino, a pesar de haber participado en varias ediciones, nunca pudo obtener La Palma. Es verdad que ha sido invitado y premiado en secciones paralelas, pero en la competencia Oficial, aún es virgen. De hecho en toda la historia del Festival, solo una película Sudamericana, la brasileña El pagador de promesas de Anselmo Duarte pudo superar la dura competencia y ganar en 1962.
Estos antecedentes hacen de esta edición una ocasión especial para los cinéfilos argentos. Relatos Salvajes, una cinta episódica con un dream team de actores en su elenco, logró colarse entre las seleccionadas. Es el único filme latinoamericano que ha superado la preselección y tiene muchas posibilidades de obtener un triunfo. Será una difícil tarea, porque enfrente habrá trabajos fílmicos de David Cronenberg, Ken Loach y hasta Jean Luc Godard (ilustre referente de la Nouvelle Vague y un mimado del evento) pero las chances están intactas y la ilusión es mayúscula.
Un triunfo de la película de Szifrón, significaría la apertura del mercado mundial, además de muchas posibilidades de ser tenida en cuenta para los premios de la Academia de Cine de Hollywood en la próxima entrega de los Oscar y una carrera explosiva comercial en las taquillas de los cines.
Hay más presencia nacional, y no hay que desmerecerla, películas en secciones paralelas y hasta Pablo Trapero como jurado del segmento Una cierta mirada.
Viviremos entonces diez días en donde los ojos del mundo se posarán en la costera ciudad francesa, un lugar en donde se vive y se respira séptimo arte, un lugar que puede marcar un antes y un después para el cine vernáculo. Apagamos las luces, nos acomodamos en la butaca, cruzamos los dedos... ¡acción!