En su intento por salir de la Casa Rosada por la puerta grande, Cristina Kirchner volvió sobre sus pasos en la relación con el Estado de Israel. Fue después de la derrota electoral y apenas retomada la agenda normal, luego de repuesta su salud. Y como sus deseos son órdenes en la Cancillería argentina, así como hace dos años todo el esfuerzo estuvo puesto en desandar la política hacia Irán, ahora se trata de caminar en sentido opuesto, con una agenda que la Presidenta sigue en forma estricta y rigurosa.
En diciembre, Argentina le hizo saber a la embajadora Dorit Shavit el interés de Héctor Timerman por concretar cuanto antes una visita oficial a ese país. Se propuso enero, a lo sumo febrero, y el Canciller pidió quedarse varios días, con el objetivo de entrevistarse no sólo con su par Avigdor Liberman, sino también con el presidente Shimon Peres y, más que nada, con el hombre fuerte del gobierno, el premier Binyamin Netanyahu.
Superada la sorpresa, la embajadora israelí le recordó a los funcionarios la oferta que Israel viene impulsando, desde hace por lo menos 6 años, para que Argentina compre sus aviones Kfir, que están fuera de uso desde hace dos décadas, pero que son reciclados por la Israel Aircraft Industries (IAI), una empresa estatal que detectó en el mundo una demanda potencial de 400 aviones, sobre todo en países con fuerzas armadas de limitado presupuesto. Israel logró venderle ya a Colombia, Sri Lanka, Sudáfrica y Ecuador, pero nunca terminó de interesar a la Argentina. Hasta ahora.
A fines de marzo, una delegación de alto nivel del Ministerio de Defensa viajó a ese país para iniciar la compra de 12 o 14 aviones Kfir por un monto global de 200 millones de dólares, una inversión menor si se tiene en cuenta que se trata de aviones de combate equipados con tecnología aviónica de fabricación propia, muy valorados entre expertos.
Y a fines de abril viajó el mismísimo Timerman, el pequeño, según la definición que le dieran los periodistas Gabriel Levinas y Sergio Serrichio en la biografía que publicaron el año pasado.
Aunque Argentina es un país importante para Israel, porque aquí vive una comunidad de 300.000 judíos que mantienen lazos comunitarios, la más grande de América latina; aunque hay argentinos que contribuyen sustancialmente a las universidades israelíes, con aportes que superan los 10 millones de dólares anuales; aunque la diplomacia israelí se cuidó de no romper los lazos con nuestro país en estos últimos años, la visita del canciller argentino no fue todo lo que esperaba nuestra Presidenta.
"Timerman vino a dar explicaciones", dijo una fuente allegada a Netanyahu, sin ocultar el resentimiento que Timerman sigue generando por declaraciones agresivas contra el Estado de Israel. Y señaló un punto a tomar en cuenta: el Premier sólo aceptó una foto de paso con el canciller argentino y no una entrevista formal, como la que se había solicitado, para sellar el nuevo entendimiento entre los dos países, lo que habría motivado su regreso anticipado a la Argentina.
Es verdad que la reunión con Liberman fue importante y fue colocada al inicio de la visita de Timerman a Israel, en una muestra del interés que genera en ese país comprender las razones por las que Argentina se lanzó a la pileta iraní sin saber si había agua. Duró dos horas y terminó con una cena.
Allí, según la información que trascendió, el canciller israelí no le preguntó nada al argentino sobre el Memorandum con Irán. Sólo esperó que Timerman le hablara al respecto, cosa que hizo, y con precisiones, dando cuenta que el actual parate en las negociaciones es, a juicio de la Argentina, "definitivo". "En ningún momento pidió disculpas, pero así sonó su tono", dijo la fuente consultada.
Timerman también tuvo dos reuniones cálidas, pero que no salieron de lo protocolar, con el presidente Shimon Peres y con la ministra de Justicia, Tzipi Livni, responsable de las negociaciones de paz con Palestina, con quien almorzó en el hotel King David. A la carismática funcionaria ya la había conocido cuando Cristina viajó en su calidad de senadora en el 2005, y él la acompañó viajando desde su puesto de cónsul en Nueva York.
"Nunca los van a perdonar", aseguró un experto en relaciones internacionales. Y agregó: "Creo que no rompieron relaciones porque sabían que no podía prosperar un entendimiento con Irán, pero no volverán a la amistad que hubo, por lo menos con este Gobierno. Son gente emocional en lo afectivo, pero dura en sus determinaciones, y no olvidarán".
En 1947, Argentina no respaldó la resolución de las Naciones Unidas que aprobó la participación de Palestina en dos estados, uno judío y otro árabe. Pero en 1948, apenas declarada la independencia israelí, nuestro país se apuró en darle reconocimiento.
A partir de entonces, Juan Domingo Perón realizó ingentes esfuerzos por rodearse de cuadros técnicos judíos, y también impulsó la Organización Israelita Argentina (OIA), sobre todo para quitarle fuerza a la DAIA, que veía al peronismo como un movimiento nacido en las entrañas del antisemitismo nacional.
Pero hubo un tiempo en que el esfuerzo de Perón por transformar la imagen nazi del gobierno argentino por otra amigable con el Estado de Israel pareció caer en un abismo. Las políticas de amistad llevadas por más de 60 años en la Argentina, continuadas por los sucesivos gobiernos, parecían carecer de valor para Cristina, decidida a encarar un todavía inexplicable acuerdo con la República Islámica de Irán.
En el kirchnerismo le echan la culpa del fracaso al hecho de que se dilataron las discusiones con la comunidad judía. Y ahora se encomiendan al papa Francisco, que pronto viajará a Israel, para que gestione el perdón y logre que Cristina Fernández de Kirchner pueda viajar, también, antes de terminar su mandato. Dice la fuente israelí consultada: "Ella está formalmente invitada desde 2009, pero habrá que ver si las agendas logran alinearse".