Moscú no abandona su doble retórica: por un lado, afirma que quiere la paz en reuniones con Occidente y, por otro, en el terreno apoya a los violentos separatistas prorrusos que siguen ocupando sedes de la administración central ucraniana en las provincias del este.
Además, el Ejército Rojo está movilizado a pocos kilómetros de la frontera, listo para actuar si le llega la orden desde el Kremlin. También la OTAN ha respondido acumulando tropas cerca de la región, en un tenso ajedrez que recuerda al siglo pasado: es la peor crisis desde el final de la Guerra Fría.
En ese contexto, la gira del ministro de Relaciones Exteriores, Sergei Lavrov, por un lugar tan alejado del foco de conflicto como Latinoamérica llama la atención. Y pone en evidencia el pronunciado aislamiento que generó el intervencionismo del gobierno de Vladimir Putin en Ucrania, primero sobre la península de Crimea y luego en los territorios del este.
¿Es Latinoamérica un referente de peso para ese conflicto? Ni siquiera es un actor con intereses creados en el lugar y los gobiernos apenas se han limitado a opinar sobre el tema, siguiendo su línea. Sin embargo, Moscú decidió ocupar a un funcionario de primera línea para gestionar sus asuntos aquí.
La BBC cita a la Cancillería de Moscú para explicarlo: el motivo del tour de Lavrov es "profundizar en cuestiones relativas a la cooperación bilateral" y "revisar los acuerdos aprobados" previamente.
Putin cree que es necesario "agradecer personalmente" a Cuba y Nicaragua por haber votado en contra de la iniciativa que la ONU aprobó en marzo y que condenaba la intervención de Rusia en Crimea.