Durante el llamado "domingo de los cuatro papas", los dos anteriores pontífices Juan Pablo II y Juan XXIII fueron proclamados santos en una ceremonia en la plaza de San Pedro, con alrededor de 800.000 asistentes. Francisco encabezó el evento, acompañado del papa emérito, Benedicto XVI.
Como parte de la ceremonia, fueron presentadas las reliquias de los anteriores pontífices. Se trata de restos físicos de un santo o de objetos que tocó en vida, que luego se exponen para que los fieles puedan venerar.
Los relicarios fueron entregados justo después de que el papa Francisco proclamase santos a Juan Pablo II y Juan XXIII. Fueron colocadas hoy junto al altar mayor del atrio de la Plaza de San Pedro, donde el papa Francisco llevó a cabo la canonización de los pontífices.
La reliquia de Juan Pablo II, una ampolla con su sangre, fue llevada hacia el altar por Floribeth Mora, una mujer de Costa Rica que en 2011 se recuperó de un aneurisma cerebral inoperable, lo que fue atribuido a la intercesión del anterior pontífice. Ese suceso fue considerado el milagro necesario para declararlo santo.
En tanto, para el caso de Juan XXIII, la reliquia, un trozo de su piel fue la misma que se utilizó para su beatificación. El relicario del "papa bueno" fue entregado al papa Francisco por uno de los sobrinos-nietos del ahora santo.