El peronismo kirchnerista llegó a una conclusión letal: dado el actual estado de opinión en la Argentina será imposible superar un balotaje, por lo tanto, quedan dos opciones. Una es sacar más del 45 por ciento de los votos, o el 40 por ciento y una distancia superior a los diez puntos del segundo candidato más votado. Otra, quedar fuera de juego en el 2015. Lo dijo Artemio López en una reunión frente a peronistas de todos los colores, ansiosos como nunca por otear los tiempos que vienen.
La confesión es poderosa, porque deja traslucir los temores que circulan entre los peronistas que consideran al kirchnerismo como el peronismo del siglo XXI, una etapa a la espera de la siguiente. A saber.
- Nadie en el Gobierno cree posible alcanzar un 54 por ciento, ni nada que se le parezca. Obvio. Son kirchneristas, pero no comen vidrio.
- Reconocen que la mayoría de la sociedad está en contra de la Presidenta, su gestión y el conjunto del Gobierno. Y no visualizan ninguna posibilidad de revertir la situación para las elecciones del 2015.
- Antes de aceptar la derrota lisa y llana, apuestan a ganar en primera vuelta, como única posibilidad cierta de continuar en el poder porque, aún saliendo primeros, las mayorías se volcarían por el segundo candidato más votado.
Se cerraría así el ciclo iniciado en el 2003, cuando el candidato que obtuvo más votos, Carlos Menem, no se animó a presentarse en la segunda vuelta, ya que sabía de antemano que caería derrotado frente al otro candidato que entró en el balotaje, Néstor Kirchner. ¿Si ganar en primera vuelta suena imposible, quiere decir que los peronistas kirchneristas están empezando a aceptar que no tienen ninguna forma de ganar en el 2015?
El asunto es crucial. Y es bastante probable que los Pibes para la Liberación y otros kirchneristas puros aún no se hayan dado cuenta. Incluso es posible que muchos prefieran no enterarse. Sin embargo, los que tienen experiencia en la política saben que corren en tiempo de descuento y que los trucos de magia cada día engañan un poco menos.
A esto hay que sumarle una sencillísima constatación, como es el hecho de que el kirchnerismo no tiene un candidato propio posicionado en la opinión pública. Podría ser Daniel Scioli, pero como los kirchneristas lo acusan de ser el verdadero responsable de la derrota bonaerense en el 2013, se dispusieron a "armar un candidato".
Y en eso están, pero al que mejor le va, fuera de Scioli, tiene el 7 por ciento de la intención de voto. Se trata de Florencio Randazzo, el ministro de Interior y Transporte, la esperanza del peronismo kirchnerista. Contraponen su capacidad de gestión a la del gobernador bonaerense, pero saben que se trata de una tarea de dimensiones ciclópeas.
Por supuesto que el más astuto de los encuestadores que tiene el Gobierno recubrió su diagnóstico con datos ciertos, como que "ningún candidato opositor tiene más de 30 puntos de intención de voto" y que "ambas Cámaras son controladas por el FpV". También dijo que "la Presidenta sigue teniendo la centralidad política", asunto parcialmente cierto, no sólo por las facilidades que otorga a cualquier oficialismo el manejo del Estado, sino porque en muchos temas el Gobierno tambaleó, y debió salir a responderle a la agenda de otros agrupamientos políticos.
Más interesante es escuchar a Artemio López repetir lo que no cree, como que "el kirchnerismo ganará en primera vuelta" o que "sólo hay dificultades en distritos específicos", sin hacer mención a que los distritos con dificultades son, justamente, los que concentran el 75 por ciento del electorado, a saber, Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba, Mendoza y Capital Federal.
Efectivamente, los peronistas kirchneristas están en problemas en todo el país, y se ve muy claro que no tienen un consenso acerca de para dónde y cómo ir. Ni tampoco con quién.
Scioli, que podría ser una solución, es para muchos un problema. Tiene el respaldo del grupo informal de los gobernadores, encabezados por José Luis Gioja, y un posicionamiento electoral indiscutible. Pero los funcionarios del Gabinete, aunque hablen poco con Cristina, saben que el gobierno nacional jamás respaldará su candidatura, y poco lo ayudan en su campaña.
Arrancar de uno o dos puntos, eso que llaman "armar un candidato", puede ser una consigna atractiva, pero después del fracaso de Martín Insaurralde frente a Sergio Massa no suena demasiado convincente. Pueden soñar con hacer crecer a Randazzo, Sergio Uribarri, Juan Manuel Urtubey, Julián Domínguez, pero se necesita tiempo, capacidad de comunicar la gestión a nivel nacional e independencia de la agenda del Gobierno. Nada de eso parece demasiado sencillo.
Los peronistas kirchneristas tienen una Presidenta que les garantiza el presente, pero carecen de un jefe que los lleve al futuro. A Sergio Massa lo ven como al enemigo que amenaza quedarse con todo. Y para colmo, lo que jamás creían posible empezó a suceder esta semana en el Teatro Broadway. Una coalición que todavía no decidió si es de centroizquierda o de centroderecha amenaza con incorporar al PRO y a Mauricio Macri en algún momento antes de las PASO.
- "Si se dan cuenta de que la bronca contra el peronismo hoy en la sociedad es más importante que si sos de izquierda o de derecha, nos pasan por encima", se escuchó decir a un experimentado hombre de la provincia de Buenos Aires, conocido por acertar en sus pronósticos.