Sahily, 25 años, ya tiene lista la maleta. Después de dilatados trámites, en los próximos días viaja a Angola con un contrato de trabajo por dos años. Junto con su novio, residente en un país centroamericano, ha planeado un largo periplo que finalmente le permita recalar en Estados Unidos.
Angola es solo una 'escala técnica'. Unos meses más tarde, se encontraría con su novio en un polvoriento caserío fronterizo con México. Allí termina el periplo legal.
Tras pagar miles de dólares, ya en territorio mexicano, la pareja intentaría cruzar la frontera. Si todo sale según lo planificado, esperan celebrar el Día de Acción de Gracia cenando pavo con unos parientes que viven en Estados Unidos. "No nos saldrá barato y es peligroso. Pero es nuestra apuesta de cara al futuro", confiesa Sahily.
Créanme: no son pocos los cubanos que cada año hacen, proyectan, planes similares. Algunos lo logran, otros no.
En 2012, 46 mil cubanos emigraron a otros países, principalmente Estados Unidos. En los últimos cinco años, como promedio, 39 mil personas se marchan de manera definitiva. La mayoría son profesionales o jóvenes como Sahily.
Catorce meses después de aprobada la nueva legislación migratoria, no se ha producido una estampida espectacular, pero el éxodo constante invita a una reflexión profunda.
Augusto, 32 años, prefiere atravesar el Estrecho de la Florida en una precaria chalupa de goma y un mar infestado de tiburones. Como si fuese una aventura al estilo de Indiana Jones. "Me he tirado 4 veces. Y lo seguiré intentando. No tengo familia en la Yuma y no clasifico para emigrar por la vía legal", cuenta risueño.
La emigración se ha acentuado después de la llegada al poder de Fidel Castro. En los 55 años de un supuesto paraíso de obreros y campesinos, más de dos millones de cubanos se han marchado de su patria. El 20% de la población.
En los primeros años se iban dueños de negocios e integrantes de la próspera clase media y alta que en 1959 había en Cuba. Luego comenzaron a irse los 'hombres nuevos' de la Revolución, desde militares y funcionarios, hasta médicos y deportistas. O simples obreros, ahogados por las penurias económicas y falta de libertades.
Aunque la política no es una prioridad en la última camada de emigrantes -la mayoría lo que desea es trabajar y prosperar-, reconocen que si su futuro es una interrogante y sus salarios son un chiste de mal gusto, el culpable es el anacrónico sistema implantado por los hermanos Castro.
Durante las cinco décadas y media de autocracia verde olivo, han habido tres éxodos masivos autorizados por el régimen: Camarioca 1965, Mariel 1980 y la ola de balseros en agosto de 1994.
El Decreto-Ley 302 aprobado en 2013 que flexibilizó las restricciones de viajes ha sido un paso de avance. Pero deja muchas cosas como están. En eso coincido con Haroldo Dilla, politólogo cubano residente en República Dominicana.
En un artículo publicado en Cubaencuetro en enero de 2014, analizaba que las reformas migratorias en primer lugar no crean derechos, solo alargan permisos para la población residente en la isla.
En segundo lugar, no modifica sustancialmente el status de desterrado de los emigrados, a los que solo se les permite estar más tiempo de visita, y regresar al país definitivamente si piden permiso y se les concede.
Luego, ya se conoce, la industria que ha montado el régimen con el dinero generado por la emigración. Con una plusvalía que sonrojaría al más insaciable capitalista, el gobierno hace caja gravando a precio de oro los servicios consulares, llamadas telefónicas e impuestos desorbitados a las mercancías vendidas en las tiendas recaudadoras de divisas.
A partir de enero de 2013, unos 250 mil cubanos habían viajado al exterior. Según declaró el coronel Lamberto Fraga, segundo jefe del Departamento de Inmigración y Extranjería, al menos hasta el 20 de diciembre del año pasado, el 58% de los viajeros había regresado al país.
El destino del 42% restante es un enigma. Lo mismo pueden estar otro año, como contempla la nueva regulación, y regresar en 2015. O radicarse definitivamente en el extranjero. El 42% que no ha retornado representan 95,742 viajeros, una cifra menor que los 120 mil que en 1980 se marcharon durante la estampida por el Mariel. Pero triplica el número de los que se largaron en 1994.
A esos más de 95 mil que no se sabe si regresarán o no, debemos sumarle los cientos que se tiran anualmente al mar. Y los más de 20 mil que cada año pueden irse definitivamente a Estados Unidos de manera legal, ordenada y segura.
Según Timothy Roche, Cónsul General de Estados Unidos en Cuba, en una entrevista que me concedió en el mes de febrero, "en el año fiscal de 2013 emitimos más de 24 mil visas definitivas".
A dos décadas de instaurados los acuerdos migratorios entre La Habana y Washington, cerca de 450 mil cubanos, muchos jóvenes o profesionales, se han marchado de su patria. Un auténtico drama.