Se les llama en términos jurídicos "personas interpuestas" para el enriquecimiento. En las charlas de café se les dice testaferros. Ponen a su nombre cosas que compra el dinero sucio de otro. A veces son familiares, a veces son empleados, a veces son socios, a veces son indigentes. Ricardo Jaime, ex secretario de Transporte durante los primeros seis años del gobierno kirchnerista, utilizó todas esas modalidades de testaferros.
Jaime fue procesado por el juez Sebastián Casanello por el delito de enriquecimiento ilícito. En la resolución de 142 páginas, Casanello describe cuál fue la maniobra en la que participó cada uno de los testaferros. El relevamiento de los bienes estuvo a cargo del fiscal Carlos Rívolo, quien pidió la indagatoria y el procesamiento de Jaime y de los testaferros.
Manuel Vázquez se presentaba como asesor de Jaime en la Secretaría de Transporte. Era el hacedor de negocios sucios y testaferro principal. Lo habían condenado por estafa y por librar cheques sin fondo. No podía operar comercialmente en la Argentina. Pero lo hacía a través de sus hijos y sociedades que controlaba. Tuvo participación activa, junto a Jaime, en la operación de compra de trenes en desuso a España. Allí se llevó una coima importante. Era el que juntaba el dinero que las empresas le pagaban a Jaime. Tenía una consultora que facturaba mensualmente a las empresas que Jaime controlaba. Corrupción: de un lado empresarios, del otro funcionarios. Casanello lo procesó por haber participado de la maniobra para traer a la Argentina el avión Learjet que Jaime usó como propio hasta que fue descubierto por los medios. El juez también procesó como testaferro a uno de los hijos de Vázquez, Julián, quien asistió a su padre en la maniobra de adquisición del avión valuado en 4 millones de dólares. Se sospecha que los principales empresarios ferroviarios de la Argentina pusieron dinero para comprarle el avión a Jaime.
La más activa entre los testaferros fue Silvia Reyss, maestra jubilada y ex pareja de Jaime. En los momentos en los que Jaime no paraba de recaudar, Reyss compró un Peugeot 307, un yate pequeño, un departamento en Río Gallegos, una casa en un country de Córdoba, otro Peugeot 307, un Honda Fit, un departamento en Florianópolis, un auto Honda Legend, una casa en un barrio cerrado de San Isidro y un spa montado en Córdoba. También disfrutó mucho de los viajes al exterior, algo que no le sucedía antes de que Jaime llegara de la mano de Kirchner a una de las grandes cajas del Estado. Reyss viajó entre 2003 y 2011 27 veces a Brasil, cuatro a España, y una vez a Uruguay, Chile, Francia y Alemania. Fue procesada.
Las hijas de Reyss, también procesadas por testaferros, son Agostina y Lorena Jayo. La primera es cosmetóloga, kinesióloga y fisioterapeuta. Intentó justificar su cambio económico con miles de pesos ganados como maquilladora. No le creyeron. Lorena Jayo es docente. Ella compró una casa en el mismo country Cuatro Hojas de Mendiolaza Córdoba, un Volkswagen Golf, un Fiat Uno, la mitad de una camioneta Mercedes Benz Sprinter, una Ford Ecosport, un Renault 21 y una moto BMW como las que les gusta manejar a Jaime. Su hermana Agostina, un Fiat Uno, un Peugeot 206. Las hermanas compraron juntas el Spa con Reyss y el terreno donde instalaron el emprendimiento productivo familiar.
Ignacio Julián Soba Rojo, un prestanombre de unos 80 años, a sueldo de Vázquez, apareció comprando una sociedad que comenzó a manejar el diario La Mañana de Córdoba. Soba Rojo fue procesado por Casanello. Eso demuestra que el dinero negro que conseguía Jaime no solo era usado en su beneficio personal: el diario fue el órgano de prensa del kirchnerismo cordobés. Su principal objetivo, junto a la radio LV2 era denostar a Luis Juez, candidato no kirchnerista. Soba Rojo integraba la sociedad Delome, una pantalla para hacer negocios para Jaime. Allí lo acompañaba otro testaferro: Silvano del Carmen Mazzucchelli.
Mazzucchelli trabajaba en el colegio donde estudiaron los hijos de Vázquez. Y le prestaba el nombre al principal testaferro de Jaime -que porque lo habían condenado no podía armar sociedades- para diferentes negocios. Este testaferro -de menos importancia- aparece involucrado en la compra de un departamento de 450.000 dólares al que Jaime quería mudarse. El inmueble queda en Palermo Chico, en Figueroa Alcorta al 3000. Y para armar la sociedad que lo compró utilizó otros dos testaferros. Uno de ellos fue Hugo Daniel Álvarez Picasso quien trabajaba en la secretaría de Transporte donde mandaba Jaime. Puso el departamento a nombre de una sociedad que él presidía. Y como si esto fuera poco sumaron a una de las más excéntricas testaferros: una adiestradora de perros. Nina Lozeva, búlgara, afincada en La Plata, presidió luego de Álvarez Picasso la sociedad que compró el departamento para Jaime. Dijo que había sido tentada por empresarios brasileros para hacer la adquisición. Casanello no le creyó.
Daniel Jaime, uno de los hermanos del ex funcionario, también fue procesado. Daniel vivía en Brasil y no tenía dinero. Pero a partir de la furia recaudadora de su hermano comenzó a hacer negocios. Por ejemplo, una de sus empresas fantasmas hizo obra pública ferroviaria. Esa decisión dependía de Ricardo Jaime. Casanello lo procesó porque prestó su nombre para comprar un Toyota Corolla, un Volkswagen Passat y un Volkswagen Bora con dinero negro de su hermano. En dos de las compras de los autos fue considerado encubridor.
También fueron procesados como testaferros Graciela Vigna y Norberto Ledantes, comerciantes de Villa Carlos Paz, Córdoba, padres de Sebastián Ledantes, quien estuvo casado con Julieta Jaime. El ex funcionario compró una casa para que viviera el joven matrimonio y la puso a nombre de los padres de quien entonces era su yerno.
Alfredo Pielach y Lisandro López integran el entramado de negocios de Néstor Otero, dueño de la Terminal de Ómnibus de Retiro. Ya se ha dicho que Otero compró a Jaime rápidamente cuando en julio de 2003 le comenzó a abonar el alquiler de su departamento. Jaime había asumido en mayo de 2003 junto a Néstor Kirchner. Pero parece que los servicios brindados por Jaime a Otero fueron muchos porque le compró un Hotel en Carlos Paz. Como la sociedad que lo compró estaba integrada por Pielach y López, ambos fueron procesados. El hotel llamado Saint Tropez, era administrado por Julieta Jaime. La misma sociedad compró una camioneta Kia Carnival que Jaime usó para hacer campaña por el kirchnerismo en una elección cordobesa.
La deuda de Otero con Jaime debe ser infinita porque otro de los testaferros procesado por Casanello es Raúl Glories, cuñado del dueño de la Terminal de Retiro. Glories compró una casa en un barrio cerrado para que Jaime y Reyss descansaran los fines de semana. Esa casa la pusieron a nombre de la madre de Reyss, otra octogenaria prestanombre que vivía en Río Gallegos y cobraba una jubilación mínima. María Filomena Pfaffen, madre de Reyss, no pudo ser indagada porque su estado de salud no se lo permitió. Pero formó parte del staff de testaferros a los que recurrió Jaime.
Jaime no tuvo ninguna contemplación para usar testaferros. Así lo indica el caso de Pedro Agustín Román Martínez, un trabajador de un garaje que fue procesado por Casanello. El hombre estacionaba el auto de Reyss en la época en la que a los Jaime les sobraba la plata. Él le pidió trabajo y la señora le ofreció un negocio. Le dio tres mil pesos para que firmara unos papeles que lo convirtieron en el dueño de un Honda Legend de un valor cercano a los 65 mil dólares. Román Martínez, paraguayo, vivía entonces en una precaria casa en una villa. Hace unos meses fue a buscar trabajo y le pidieron un certificado de reincidencia. Lo detuvieron porque tenía pedido de captura por ser testaferro de Jaime. Contó su historia ante la Justicia y evidenció que los corruptos son impiadosos, hacen negocios con los poderosos y se aprovechan de los que menos tienen.
Las hijas de Jaime Romina, Gimena y Julieta fueron indagadas por ser consideradas testaferros. A las dos primeras no se les encontraron muchos bienes. Julieta se quedó con una casa luego de que el padre usara a otros testaferros para comprarlas. Entonces Casanello decidió no procesarlas.
La suma de los bienes hallados y que Jaime y sus testaferros no pudieron justificar ronda los 12,5 millones de pesos. Por ahora quedó afuera del procesamiento la compra de un yate valuado en un millón de dólares.
Según escribió Casanello en su procesamiento por enriquecimiento ilícito, "Este delito integra el catálogo incluido dentro de la Convención Interamericana contra la Corrupción –ley 24.759–, por lo que es considerada una conducta que, en palabras del tratado, "socava la legitimidad de las instituciones públicas, atenta contra la sociedad, el orden moral y la justicia, así como contra el desarrollo integral de los pueblos". "También lo hace la ley de ética pública –ley 25.188–, que incluye dentro de los deberes y pautas de comportamiento ético a los que están obligados los funcionarios, el de desempeñarse con honestidad, probidad, rectitud, buena fe y austeridad republicana y, por sobre todo, actuar orientado a la satisfacción del bienestar general, privilegiando el interés público sobre el particular".
Para la Justicia no hay dudas: Jaime se enriqueció gracias a su cargo público y utilizó testaferros con la intención de tapar sus negocios. Casanello aseguró que "Ricardo Jaime no sólo conocía el alto cargo que desempeñaba sino también las obligaciones que él implicaba. Los elementos probatorios reunidos indican que tuvo la intención de incrementar su situación patrimonial, sabiendo que lo hacía por sobre sus ingresos. A ese propósito y a la necesidad de disimular el crecimiento patrimonial obedeció la aparición de personas interpuestas, circunstancia que –en este aspecto– es un elemento objetivo que permite afirmar el dolo del imputado".