Axel Kicillof viajó a Washington con la misión de consumar un acercamiento del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional (FMI). Hoy visitó el edificio de esa entidad para asistir a la cumbre de ministros del área del G20. Y si la apariencia forma parte de una carta de presentación, habrá que decir que la impresión que dejó no debe ser la mejor; si, en cambio, el objetivo consistía en llamar la atención, es posible que lo haya logrado.
El referente de La Cámpora no es amigo de la etiqueta y otra vez volvió a dar muestra de ello. La tradicional "foto de familia" que ordena el protocolo de este tipo de eventos lo encontró como el único hombre sin corbata entre las decenas de ministros y titulares de bancos centrales que subieron al escenario.
La ausencia de corbata –ese estilo que traspasó a sus colaboradores, entre ellos el secretario de Comercio Augusto Costa– no fue lo único que desentonó. Kicillof usó, además, un suéter negro que, en el momento en que se tomó la imagen, descubrió irregularmente la solapa de su camisa. Pero lo que se volvió más notable en su "look" fue el saco que eligió, acaso demasiado ajustado.
El titular de Economía confía en que su visita a los Estados Unidos servirá para normalizar la situación del país ante el organismo de crédito internacional. El Gobierno ha dado señales de querer llegar a un entendimiento –devaluación, diálogo con el Club de París, pago compensatorio a Repsol por las acciones de YPF, sinceramiento del Indec–, pero en los últimos días el FMI respondió con dos reveses: un nuevo informe crítico y el solapado cuestionamiento de su titular, Christine Lagarde, respecto a que "las naciones no están lideradas por ideologías".