"La reelección indefinida de los dirigentes sindicales se tiene que modificar, sinceramente lo digo...". La consideración no sorprendería tanto si no fuera que sale de la boca de Hugo Moyano, un dirigente nacido y criado en los principios de la más rancia ortodoxia sindical peronista que ahora, de tanto en tanto, anticipa su apoyo a una hipotética reforma de la ley que regula la vida de los gremios. Un proyecto que, conforme pasan los gobiernos, se viene yendo en amagues.
Se desconoce si lo que dice el camionero responde a una repentina convicción democratizadora o al instinto paternal de no dejarlo solo en la parada a su hijo Facundo, autor de una iniciativa que a los veteranos camaradas de su padre les cae como una piedra en el estómago. Otra posibilidad: anticiparse a un eventual proyecto del gobierno kirchnerista, algo fatigado de la presión que ejerce la Organización Internacional del Trabajo (OIT), crítica del modelo sindical argentino.
Las objeciones mayores, además de las reelecciones a perpetuidad, son los estatutos de las organizaciones; en su mayoría candados infranqueables para las minorías, que no pueden participar libremente en las elecciones y tener luego voz y voto en las decisiones de sus gremios.
Ni la resonante denuncia de Raúl Alfonsín sobre un pacto sindical-militar en la campaña que lo llevó a la Presidencia, ni la actitud colaboracionista de los gremios con las privatizaciones de Menem, tampoco las listas únicas. Incombustibles, inoxidables, casi eternos, nada parece desacomodar de sus sillones a los grandes jefes sindicales.
Hugo Moyano: corrían fines de los 80 cuando el actual jefe de la CGT opositora se hizo con el timón de la poderosa Federación de Camioneros, hasta entonces a cargo de Ricardo Pérez, cabal representante de la renovación peronista (los "25"). Moyano se hizo fuerte primero desde la seccional bonaerense. Desde allí desbancó a Pérez (lo mandó a conducir la obra social), que no sentía por su sucesor más que desconfianza.
Armando Cavalieri: en los 70, el gremio de Comercio le sacó tarjeta roja. Pero se las ingenió para volver. Durante la dictadura, encabezó la Comisión Nacional del Trabajo, sector sindical que dialogaba con los militares. En los albores del gobierno alfonsinista asumió como jefe de Comercio en Capital. Entonces fundó el ortodoxo grupo de los "15", antagónico de los "25". En 1989, ya con Menem, Barrionuevo partió en dos la CGT de Ubaldini y el mercantil Güerino Andreoni fue designado titular de la central oficialista (la San Martín). Eso despejó su camino a la secretaría general de FAECyS, que maneja desde 1990. Ahora responde a Caló.
Carlos West Ocampo: hizo un recorrido político parecido al de Cavalieri. El 5 de septiembre de 1985 asumió la jefatura del gremio de la Sanidad. Continúa al frente de su gremio, aunque hoy cedió protagonismo mediático a su segundo Héctor Daer. Es archienemigo de Moyano.
Gerardo Martínez: Supo ser uno de los "jóvenes brillantes" del ubaldinismo. Llegó a la conducción de la Unión Obrera de la Construcción en 1984, como secretario de organización de su mentor Alejo Farías. Cinco años después, el primer ministro de Trabajo de Menem, Jorge Triacca, lo designó su jefe de Gabinete. Ese mismo año Martínez logró desplazar a Farías. También ex jefe de la CGT durante el menemismo, hoy es uno de los sindicalistas favoritos de la doctora Kirchner.
Andrés Rodríguez: Otro de los ex jóvenes brillantes. Es el mandamás del gremio que nuclea al personal civil administrativo de la Nación (UPCN). Asumió la titularidad junto a Carlos Quintana en 1990, tras la renuncia de Miguel Candore, que pasó a hacerse cargo del Instituto Nacional de Obras Sociales del Estado. Apoya al kirchnerismo a todo o nada.
Rodolfo Daer: Ex jede de la CGT durante la era Menem, el dirigente de la Alimentación fue pupilo en sus inicios de Lorenzo Miguel, que lo protegió pese a su pasado en el Partido Comunista. Llegó a la titularidad de la seccional Capital del Sindicato de la Alimentación en 1984. Desde esa época se atornilló al sillón del gremio. Apoya a Caló
José Luis Lingeri: es secretario general del gremio de Obras Sanitarias metropolitano desde hace más de 30 años. La función pública también le cae como un traje a medida: fue Superintendente de las Obras Sociales dos años, con Menem. Con la reestatización de los servicios de agua potable a través de la empresa AYSA, fue para él un sillón en el directorio de esa empresa. Obvio, es hombre de la Presidenta.
Luis Barrionuevo: oriundo de Catamarca, fue "pollo" del textil Casildo Herreras en los años de Isabel Perón. Luego se las apañó para entablar relaciones con el poder militar. Tanto que lo pusieron al frente del gremio gastronómico en 1979. En su momento fue supermenemista. Desde entonces viene acuñando frases a cual más escandalosa. Hoy lidera su propia central, la Azul y Blanca.
Gerónimo Momo Venegas: Con la vuelta de la democracia, fue titular de los peones de campo de su ciudad natal (Necochea). A principios de los '90 ya era el líder nacional del gremio. Hoy es uno de los puntales de la CGT moyanista y jefe de las alicaídas 62 Organizaciones Gremiales.
Jorge Omar Viviani: este año buscará su quinto mandato como líder de los peones de taxi. También fue presidente de la obra social de ese gremio durante cinco períodos. Se pasó del moyanismo furioso a las filas del Gobierno sin decir agua va.
Julio Piumato: fiel lugarteniente de Moyano, es titular desde los 90 de la Unión de Empleados de la Justicia (UEJN).
Amadeo Genta-Patricio Datarmini: Sindicalistas siameses, es la dupla inseparable que impone la voz de mando entre los empleados municipales de la Ciudad, desde 1983. Mantienen diferencias entre ellos, pero se cuidan muy bien de mostrarlas en público.
Ramón Baldassini: Se trata del dirigente sindical vivo con más tiempo en la titularidad de un gremio. Desde 1963 a la fecha es Secretario General Nacional de la Federación de Obreros Empleados de Correos y Telecomunicaciones. (FOECYT), un gremio fundado en 1957; apenas seis años antes que asumiera Baldassini. Colaboracionista de los gobiernos militares, dijo en el juicio a las Juntas "no recordar nada" de sindicalistas desaparecidos durante la última dictadura.
Con todo, el récord de permanencia a batir es el del electricista naval Enrique Venturini, muerto en 2012 a las 85. Su marca: 53 años al frente de su gremio. El lucifuercista Oscar Lescano, también fallecido el año pasado, llevaba más de cuatro décadas en su despacho de la calle Defensa. La cárcel se cruzó en los caminos del bancario Juan Zanola y del ferroviario José Pedraza, que gobernaban sus gremios desde 1983.
El gráfico Raimundo Ongaro, ex titular de la alternativa CGT de los Argentinos, es un caso especial: encabezó la Federación Gráfica Bonarense desde 1968 hasta 1976, cuando debió exiliarse. A su regreso, en 1986, reasumió en el gremio que aún encabeza. ¿Y Caló? Todavía no compite en esta tabla: apenas puede mostrar un década como jefe de la UOM.